LIBERTAD DIGITAL 21/07/17
EDITORIAL
· Son grotescos, insensatos, una absoluta vergüenza. Verdaderamente es de no creer que estén al mando de unas instituciones españolas tan importantes.
Como bien dijo el molt honorable Josep Tarradellas, «en política se puede hacer todo, menos el ridículo». Por desgracia para Cataluña, tampoco en esto han seguido su estela sus descalificables sucesores en la Generalidad, que han hecho de todo –especialmente Pujol y su banda– sin dejar de hacer el ridículo. Cada vez más.
El espectáculo que ha ofrecido este jueves la Generalidad sólo puede calificarse de esperpéntico, un esperpento que dice mucho y muy malo del panorama político catalán, donde negarse a colaborar con la Justicia en el esclarecimiento de un gravísimo caso de corrupción parece para algunos una ocasión extraordinaria para hacer… ¡electoralismo! Esa es la estima en que tienen a un electorado al que en todo momento tratan de envilecer. Rebajarlo a su nivel.
Un día se compran urnas y al siguiente no. En un momento se ufanan de quebrantar la legalidad y a las primeras de cambio lloriquean lo contrario. Fustigan a la «corrupta España» pero luego se desviven por que la corrupción que devasta Cataluña siga estando signada por la impunidad. Son grotescos, insensatos, una absoluta vergüenza. Verdaderamente es de no creer que estén al mando de unas instituciones españolas tan importantes.
Ahora bien, esta insensatez, esta persistencia en el ridículo y la desvergüenza no los hace de ninguna manera menos peligrosos. Sobran los ejemplos de tremendos payasos que, sin dejar de dar risa, han llevado sus sociedades al colapso. No hace falta siquiera mirar atrás: basta ver lo que está pasando ahora mismo en Venezuela, cuyo bochornoso tirano es, cómo extrañarse, un fan entusiasta del proceso golpista que se está desarrollando en Cataluña.
Así las cosas, sigue echándose en falta un Gobierno que no se limite a dejar en manos de los tribunales la respuesta a los delitos que están cometiendo y que han anunciado van a cometer los separatistas. Un Gobierno que restaure el orden constitucional en Cataluña y proteja de manera efectiva a los catalanes frente a los desmanes de semejantes iluminados.
Qué triste es ver cómo una región que se postuló como ejemplo de modernidad para el resto de España, que tanto ha presumido de seny, se haya convertido en una suerte de republiqueta bananera, por obra y desgracia de unos nacionalistas que proclaman a voz en grito su amor al Principado mientras no hacen más que hundirlo en el oprobio y demostrar que realmente lo desprecian: ni su peor enemigo le haría el daño que le está causando este hatajo de ungidos buenos para nada.