El esperpento irrumpe en la política

Verónica Fumanal-Vozpópuli

La España del esperpento no es verdad y, aunque consigan titulares, los partidos que basan su estrategia en la exageración no parecen llevarse votos

La verdad no es condición necesaria ni suficiente para que la política consiga llevar una declaración a titular. La hipérbole/esperpento ha sustituido a la metáfora en el debate político en un proceso gradual pero continuado que a nadie parece provocarle vergüenza, ni propia ni ajena. La falta de pudor para deformar la realidad ha conducido al debate político español a acusar a un Gobierno de genocida sin que tenga ningún tipo de derivada jurídica; a que el Gobierno insinúe un intento de golpe de Estado, sin prueba alguna que lo acredite; y a que desde el principal partido de la oposición se tache a nuestro sistema de gobierno como una dictadura constitucional, sin que nadie haya puesto el grito en el cielo, aunque cada una de estas declaraciones hayan estado en negrita y mayúsculas a 4 columnas.

La metáfora es una figura retórica muy utilizada en los discursos, porque tiene la capacidad de aportar muchos matices con la mera identificación entre dos términos. Para que la figura continúe manteniendo su nombre es imprescindible que ambos elementos que se comparan compartan alguna similitud de significado. Sin embargo, una metáfora se transforma en hipérbole cuando la comparación de dos términos pierde su principio de realidad y pasa a ser una mera exageración, que en la mayoría de las ocasiones llega a esperpento, el género literario creado por Valle-Inclán, que consiste en la deformación de la realidad basada en lo grotesco y lo absurdo.

‘Comités de la muerte’

¿Por qué se ha producido este fenómeno de esperpentización de la política? Habib en el libro la ‘Comunicación transformativa’ asegura que la política ha perdido su capacidad de transformación real y que para esconderla, el nivel del discurso fue subiendo el tono, como si fueran vasos comunicantes. Thompson, en su obra ‘Sin palabras‘ explica el proceso de banalización del discurso político, en el que los marcos discursivos y las metáforas esperpénticas, como la de Sarah Palin cuando llamó ‘comités de la muerte’ a un parte que nunca fue aprobada del Obamacare, ha sustituido a la narrativa política fundamentada y veraz, vaciando de contenido al debate público.

  • En uno de los debates sobre la prórroga del estado de alarma le acusó de ser un dictador constitucional, así como si nada
El esperpento vende, es memorable y recrudece la polarización política. El problema es que cuando la declaración llega a los límites estratosféricos, el diccionario se queda sin palabras suficientes para continuar con la escalda de la descalificación.

“Felón, traidor, incapaz, mediocre, okupa”, seguro que lo recuerda. Pablo Casado no escatimó en en insultos hacia Sánchez en una declaración en la que le acusaba de ser un mentiroso compulsivo… era febrero del 2019 y le urgía convocar elecciones. Qué más da cuáles fueran los motivos reales. Tras un año y una pandemia de por medio, Casado se ha quedado sin palabras para subir el tono contra Sánchez, así que, en uno de los debates sobre la prórroga del estado de alarma le acusó de ser un dictador constitucional, así como si nada. La palabra dictadura se quedó vacía de significado, banal.

Todos ‘derrocan’

El Gobierno se defendió y el contraataque tampoco fue una nimiedad… la vicepresidenta Calvo en sede parlamentaria acusó de forma velada al PP de estar promoviendo un golpe de Estado contra el Gobierno. Es más, casi todos los miembros del Gabinete, incluido el presidente, han asumido la palabra derrocar en su diccionario habitual, cabe recordar que según la RAE es derribar o hacer caer algo o a alguien, especialmente a un gobierno o a una persona que gobierna. ¿Tienen pruebas? Si es cierto que las lleven ante los juzgados, sino, no pueden lazar esa acusación en sede parlamentaria, porque están desposeyendo a ‘derrocar’ de toda su dureza, de toda su dimensión para reducirla a la nada.

Unidas Podemos está siendo investigado en varios procesos judiciales, el último, sobre su financiación. El partido para defenderse no está utilizando las evidencias que prueben que son inocentes, ha considerado que contribuir al menoscabo del sistema judicial puede ser más efectivo, así que a todo juez, fiscal o periodista que osa cuestionar algo del partido, lo incluye en las cloacas, un término que una vez más por exagerado pierde su relación con la verdad. Existen cloacas del estado, parece que sí y la Justicia las está investigando, de ahí a que todo sean cloacas, es la línea que separa la metáfora del esperpento.

Todas aquellas veces que usted recuerda porque se sintió abochornado, pero no pasó nada porque los políticos consiguieron su objetivo: ser titular de la nada

Vox acusando al gobierno de genocidio, ERCafirmando que los Borbones son una organización criminal, Álvarez de Toledo llamando terrorista al padre de Iglesias, el independentismo tachando a España de país represor y autoritario… y todas aquellas veces que usted recuerda porque se sintió abochornado, pero no pasó nada porque los políticos consiguieron su objetivo: ser titular de la nada.

Sin embargo, esta esperpentización de la política no es inocua, conduce a una incredulidad generalizada que ahonda en el proceso de descrédito de la clase política y periodística. Existen multitud de estudios que han analizado la credibilidad del discurso político y todos concluyen en que la crítica es efectiva mientras es creíble; cuando esta no lo es, deja de serlo y pierde toda su capacidad persuasiva.

Elemento cohesionador

Obviamente, la exageración es un buen elemento para cohesionar filas y ofrecer argumentarios para los propios; pero no resulta efectiva cuando se trata de convencer a los indecisos, hacia los que la estrategia política debe orientar su discurso. Posiblemente esta sea una de las causas del estancamiento de los espacios electorales de los últimos tiempos, donde se observan pequeñas transferencias entre partidos comunicantes, pero no movimientos importantes hacia un partido político en detrimento de otro, sumado a un aumento de los indecisos.

España no una dictadura, ni su presidente un okupa ilegítimo, no ha habido un intento de derrocamiento del Gobierno, no ha habido un genocidio ideado para exterminar a la tercera edad, los Borbones no son una organización criminal, ni todo el sistema judicial es una gran cloaca que trabaja para acabar con un partido político. La España del esperpento no es verdad, y aunque se consigan titulares, los partidos con la estrategia de la exageración no parecen llevarse votos. La verdad, en tiempos de crisis, cotiza al alza.