Ignacio Ruiz-Jarabo-Vozpópuli

Lástima que ya no se encuentre entre nosotros el genial Berlanga. Lástima porque con lo sucedido en la política española en los últimos días podría realizar una comedia tan exitosa como la Escopeta Nacional o como cualquiera de su serie Patrimonio Nacional. Es así porque contemplar como después de varios años de batallas judiciales entre el Estado y Puigdemont sea éste, todavía huido de la Justicia española, el que decida quien preside el Congreso de los Diputados y quien probablemente decida quien va a presidir el Gobierno español, supera la ficción berlanguiana construida alrededor del marqués de las Marismas. Pero más allá del humor, lo cierto es que conocer cómo Sánchez se apoya en un prófugo para lograr sus objetivos políticos causa pena y dolor a cualquier demócrata. Y observar la naturalidad con la que los cronistas del sanchismo narran sin ruborizarse las negociaciones entre los recaderos de Sánchez y los asistentes del emperador de Waterloo provoca náuseas.

Un breve repaso a una de las cuestiones en liza sirve para resaltar lo cómico, en realidad dramático, de lo sucedido. Tras pasar varios días descalificando a Sánchez y a su tropa, horas antes de la constitución de las Cortes, Puigdemont realiza como exigencia pública para votar a favor de la candidata socialista a presidir el Congreso que la troupe sanchista ofrezca “hechos demostrables”. Los del PSOE reciben impertérritos las descalificaciones y, lo que es más grave, aceptan ser exigidos y se ponen sumisamente manos a la obra para cumplir la exigencia.

Es entonces cuando un presidente de Gobierno en funciones encomienda a un ministro en funciones que envíe un escrito a la Unión Europea ¡a las 6 de la mañana! En él se solicita que las instituciones europeas admitan la inclusión de tres nuevas lenguas, catalán, gallego y vascuence, entre las utilizadas oficialmente en el seno de la Unión. Lo de menos ahora es el contenido de lo solicitado pues su probabilidad de éxito es próxima a cero. Lo de más es el ridículo mayúsculo que supone ver a un candidato a presidir el Gobierno de España que, para lograr su propósito, obedece servilmente al señor de Waterloo y ordena a su ministro de Exteriores levantarse antes del alba para elaborar y remitir el reseñado escrito. ¿Qué es eso de que un Gobierno en funciones adopte semejantes decisiones? ¿Qué eso de que un Gobierno envíe escritos de madrugada? ¿Dónde queda la ética pública, el respeto institucional y la vergüenza política? En la mochila de los socialistas españoles desde luego que no. Solo uno de los conocidos se ha atrevido a criticarlo en público, pues ha Redondo Terreros ha sido el único que ha manifestado que nuestro Gobierno está secuestrado por Puigdemont y otro, Page, se ha referido al caso como un supuesto de mando a distancia movido desde Waterloo. Ésta es la dramática realidad del socialismo español, cualquier barbaridad que cometa Sánchez la dan por buena si con ello siguen en el poder. El poder por el poder, ésta es su máxima y no tienen otra.

Deberá amnistiar a los cientos o miles de infractores y delincuentes independentistas que han pisoteado la legalidad prevaricando y malversando

Así las cosas, el panorama a corto plazo es tan previsible como dramático. Sánchez saldrá reelegido no sin antes volver a arrodillarse ante Puigdemont y gobernará con la aquiescencia de los que le han permitido hacerlo la pasada legislatura y con el permiso del prófugo. Eso sí, para alcanzar una y otro deberá amnistiar a los cientos o miles de infractores y delincuentes independentistas que han pisoteado la legalidad prevaricando y malversando, seguir impulsando a la Navarra vascona frente a la foral, continuar la salida del Estado español del País Vasco y de Cataluña, permitir que en ésta se convoque un referéndum proindependentista y… unas cuantas barbaridades más. Para ellos, para los socialistas españoles, todo ello será bueno si sirve para seguir en el poder. La pregunta del millón es hasta cuándo y hasta cuánto. ¿Tienen algún límite los socialistas españoles? Los hechos parecen evidenciar que no, para nada, en absoluto.

Siendo así, cualquier cosa puede suceder, cualquiera. Bastará con que alguno de los esotéricos apoyos parlamentarios de Sánchez lo exija para que suceda. Eso sí, entre la exigencia y la realización de lo exigido pasará el tiempo necesario para que los juristas y periodistas de cámara del socialismo argumenten y justifiquen respectivamente la legalidad y la oportunidad de realizar lo exigido. Así sucedió con la inclusión de Podemos en el Gobierno, con el apoyo parlamentario de ERC y de Bildu a Sánchez, con el indulto a los independentistas golpistas, con la rebaja del castigo penal a los que malversen … Y así sucederá con cualquiera de las exigencias que plantee cualquiera de los componentes del frente nacionalista-socialista que va a hacer a Sánchez presidente del Gobierno.

La independencia posible

¿Y a largo plazo, qué? Pues que, de no cambiar el rumbo de la historia, España se irá de Cataluña y del País Vasco. No serán estos territorios los que se vayan de España, será el Estado el que termine de abandonar estas dos regiones todavía españolas. Ésa es la independencia posible, la otra es imposible, y es a ésa a la que apuestan ahora los independentistas -es su nuevo procés- y ésa es la que está dispuesto a entregar Sánchez y con él todos los socialistas. En el camino asistiremos a nuevos episodios sainetescos como el protagonizado por el ministro Albares en la madrugada del pasado día 17. Termino por el comienzo, ¡Qué pena que no esté vivo Berlanga!, lo que íbamos a disfrutar viendo la proyección de su comedia que se denominaría El Esperpento Nacional.