EL MUNDO – 23/04/15 – ARCADI ESPADA
· Voy A permitirme hacer la profecía de que en la próxima legislatura algún diputado entrará con bermudas en el Congreso, y aún lo habilitarán en la tribuna para que pronuncie un discurso. Yo apuesto, indiscutiblemente, por que las bermudas sean las del diputado Baldoví, un payaso valenciano que es la viva muestra de la aplicación del sistema proporcional a la vida. Pero en cualquier caso, a partir del año que viene habrá decenas de baldovíes/as en el Parlamento. Lo presagian las encuestas y lo presagian mil gestos de nuestra vida desquiciada. La otra mañana, por ejemplo, el director de la Agencia Tributaria, Santiago Menéndez, le hizo elis elis a los periodistas en sede parlamentaria, y les dijo que él conocía la lista de los 715 y que era «la repera patatera».
Díganlo conmigo, lectores: la repera patatera. Ante la performance apoteósica del Menéndez, que es el que envía los inspectores a las casas, qué importancia tendrán Baldoví, y Marta Rovira, y Ada Colau, y cualquier camiseta. La repera patatera. Joseph Roth escribió: «A veces confundo un cabaret con un crematorio». Y yo puse esa frase debajo de una foto que mostraba a unos soldados nazis tocando el acordeón en Auschwitz. Hay pocas cosas más temibles que la confusión de registros. El tipo que confunde el Congreso de los Diputados con la barra de El Brillante, calamar. O esos catalanufos que en la inenarrable comisión que investiga el caso Pujol, el gran espectáculo gratuito de nuestra política, llaman «El Rajoy» al presidente del Gobierno. El crematorio y el cabaret.
La tosca arrogancia de Menéndez solo es, al fin y al cabo, el reflejo tributario, aldeanísimo, de lo que ha venido haciendo su superior jerárquico, el refinado ministro Montoro. Ambos son la manifestación exacerbada de lo que no debe ser un funcionario y el coeficiente que expresa y rebaja la calidad de la democracia española. Ninguno de los dos parece haber aprendido que el comportamiento de un funcionario democrático respecto a una lista fiscal cualquiera debe ser, exactamente, el del robot de Google. Es decir, el seco comportamiento del animalito que detecta pero que no entiende.
Cuando el director de la Agencia Tributaria se permite una ruda expresión patatera sobre los nombres que componen –recuérdese– la lista del olvido, está poniendo el Estado en bermudas, Baldoví. Y anticipando un tiempo donde las gentes de bien habrán de ponerse en contra de la política, aunque solo sea por dignidad estética.