Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
La mayoría de los medios de comunicación que siguieron la moción de censura convinieron en calificar a la vicepresidenta segunda como la estrella del debate. Entró en él muy cuestionada por sus propios aliados de Unidas Podemos y salió aupada por el presidente del Gobierno y convertida en la esperanza blanca del abigarrado conglomerado que reúne a toda la izquierda de la izquierda del PSOE.
Con un verbo entusiasta y una dicción aturullada dio un detallado repaso a sus logros. Nadie puede discutir su capacidad para lograr acuerdos con los empresarios, aunque esa cualidad haya ido mermando según avanzaba la legislatura hasta desaparecer, más por falta de voluntad que de acierto.
Luego se adornó con otros logros que son muy discutibles. Entre ellos, destaca el de la creación de empleo. Es cierto que se han creado muchos empleos desde el final de la pandemia, lo es también que ha crecido el empleo estable y no cabe duda de que ha mejorado mucho el salario mínimo. Pero también es cierto que nuestros datos de paro provocan sonrojo al compararlos con los de cualquiera de nuestros socios europeos y escándalo cuando se refieren al empleo de los jóvenes.
Luego, la señora Díaz nos envuelve con sutileza en dos trampas. Una es el tema de los fijos discontinuos, una figura que siempre ha existido pero que ha crecido de manera espectacular hasta el punto de que acoge a más de 600.000 personas de las que dos tercios cobran el paro, pero no figuran en las estadísticas del desempleo.
La segunda trampa es el empleo público. Un tercio de todos los puestos creados en la legislatura lo ha sido gracias a las administraciones públicas. Un empleo que crece al triple de velocidad que en el sector privado. No hay duda de que las exigencias sociales han aumentado mucho durante la pandemia y, una vez superada, se han quedado con nosotros aumentando el dilatado capítulo de nuestras demandas de atención.
Pero triplicar la velocidad de del sector privado parece a todas luces un exceso. 409.000 empleos públicos nuevos es una carga pesada para los presupuestos. La realidad que esconden todos estos movimientos es que desde 2008, el PIB ‘per cápita’ ha engordado en España un 3%, mientras que el gasto social lo ha hecho al 27%. ¿No cree que son cifras discordantes? ¿No cree que apuntan a un desarrollo económico y social anómalo? Dado el espacio temporal concernido es una anomalía que interpela a los dos partidos que han gobernado desde entonces, pero es también una situación que nos afecta a todos y a todos debería preocuparnos.