Como los anteriores lehendakaris juraban su compromiso ante la Biblia y, en esta ocasión, Patxi López quería dar solemnidad a la Carta Magna, hubo que preparar un ejemplar del Estatuto para la ocasión. Es significativo que durante décadas nadie se ocupase de confeccionar un ejemplar de lujo y ceremonia.
La estudiada frialdad del PNV en el solemne acto de la promesa de Patxi López de su cargo como lehendakari no eclipsó la emotividad de una ceremonia que, por primera vez, congregó a los colectivos de víctimas del terrorismo. Decía Patxi López, citando un poema de Wislawa Szymborska, que «nada sucede dos veces» y la jornada de ayer fue, desde luego, la más singular de todas las juras de lehendakaris en los últimos veintinueve años.
No acudieron los nutridos grupos de nacionalistas para jalear al nuevo inquilino de Ajuria Enea; ni siquiera algunos de sus dirigentes, como Iñigo Urkullu, tuvieron el detalle de participar en el evento. Tampoco fueron los reventadores profesionales sosteniendo pancartas del entorno de ETA, para demostrar a los suyos que este Gobierno tiene que ver tan poco con ellos que preferían, con su ausencia, ignorar su existencia. Por lo tanto, no hubo insultos.
Pero el cambio de Ejecutivo también se visualizó por las tres novedades, aportadas por el artista José Ibarrola. La indumentaria del dan-tzari del aurresku, que llamó la atención por su modernidad; el oboe que sustituyó al chistu y tamboril para interpretar el Gernikako Arbola que confería a la melodía un tono menos marcial y más armónico; y la referencia del Estatuto como libro sobre el que el lehendakari iba a sellar su compromiso con los ciudadanos, tenía el contenido político que la sociedad constitucionalista esperaba.
Como hasta la fecha los anteriores lehendakaris juraban su compromiso ante la Biblia y, en esta ocasión, Patxi López quería dar solemnidad a la Carta Magna, hubo que preparar un ejemplar del Estatuto para la ocasión. Es significativo que durante décadas nadie se ocupase de confeccionar un ejemplar de lujo y ceremonia. Los lehendakaris Garaikoetxea y Ardanza, mucho más correctos que Ibarretxe, estuvieron a punto de arrancarse a aplaudir (nobleza obliga) cuando se proclamó lehendakari a López pero la negación del gesto por parte de todos los nacionalistas, les hizo desistir. La vicepresidenta Fernández de la Vega, a pesar de su bronca parlamentaria con el Partido Popular, le reconoció a Basagoiti el apoyo que el PP está dando al nuevo Gobierno. Imprescindible para que la nueva legislatura emerja con la necesaria estabilidad.
Ha empezado ya el camino del nuevo Ejecutivo que los nacionalistas se empeñan en no reconocer. Habrá palos en las ruedas. Patxi López lo sabe. Desde las filas nacionalistas esperan que los dos partidos que han firmado el acuerdo no puedan soportar las tensiones derivadas de sus intereses contrapuestos en la política española. Todo dependerá de la determinación del equipo de López de mantener este Gobierno sorteando todas las trampas. El cambio implicará que los dos partidos ‘encapsulen’, en Euskadi, sus intereses en el resto de España. Si lo consiguen, la resistencia de los nacionalistas a los nuevos tiempos se quedará en eso, en una pataleta.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 8/5/2009