EL CORREO 27/10/14
TONIA ETXARRI
· Los socialistas vascos han dejado de celebrar el aniversario de la Carta de Gernika en actos públicos
Estaba cantado. El Día del Estatuto, que gracias al empeño del Gobierno de Patxi López se elevó a la gloria del calendario laboral para declarar festivo el 25 de octubre, se ha ido apagando tras una corta vida de tres años. La insistencia del PNV en desdeñar las ventajas de la carta estatutaria porque su incumplimiento invalida cualquier celebración, junto a la oposición activa de los herederos de Batasuna a todo «lo autonómico», además de la apatía del partido socialista actual, ha dejado al PP como única fuerza política en el País Vasco que sigue celebrando públicamente el estatuto de Gernika, treinta cinco años después.
De la aversión del PNV a celebrar un marco que fue refrendado por la mayoría de la sociedad vasca, que participó rozando el 59% del censo y dio su voto afirmativo con un 90%, no cabe sorprenderse. A pesar de que son estos marcos, la Constitución y el Estatuto, los que les ha dado las cotas de poder de las que han disfrutado desde 1980 (exceptuando la única legislatura constitucionalista del socialista Patxi López, apoyado por el PP), el PNV se opuso en su momento a celebrar el Estatuto. Y su oposición fue tan pertinaz que, en cuanto volvió a recuperar el Gobierno de Ajuria Enea, derogó la festividad del 25 de octubre.
Este año se ha vuelto a quedar solo, como partido, el PP de Arantza Quiroga en una conmemoración pública. Para reivindicar, sin nostalgia, la validez de un pacto que alcanzó un consenso tan amplio y transversal que resultará difícil superar.
El PSE se ha ido descabalgando de la fiesta. En el último acto convocado por Patxi López en Ajuria Enea, los periodistas le comentaban bromeando si ya tenía pensado algún local para seguir conmemorando la fecha, fuera ya de las instituciones. En 2009, el dirigente socialista había reivindicado el Estatuto como garantía de «nuestro derecho a decidir» ante 700 ciudadanos de la sociedad civil vasca en un acto solemne.
Pero ese «día de todos» se ha visto despojado de su carácter festivo y reivindicativo. Ya no son solo los nacionalistas los que desprecian la fecha. Son los socialistas los que se desentienden de celebraciones llamativas. Ahora que en Cataluña sus compañeros han superado la bipolaridad de sus discursos (a favor de la consulta pero legal), aunque mantienen dos actitudes (no al simulacro del referéndum, pero sus alcaldes cederán los locales para que la Generalitat pueda poner las urnas), en el País Vasco la nueva dirección está muy centrada en la propuesta federal.
Idoia Mendia, la nueva secretaria general del PSE, está concentrada en la propuesta de la reforma constitucional. Pedro Sánchez trabaja con una fecha de caducidad. Quiere que esté bien argumentada para la campaña de las próximas elecciones municipales. En medio de estas urgencias, el Partido Socialista de Euskadi se ha ido descabalgando de la fiesta del 25 de octubre. Se contenta con una referencia de Idoia Mendia ante el comité nacional. Que es el máximo órgano entre congresos, pero no deja de tener ese carácter de reunión interna.
Y Patxi López que, de lehendakari, puso el Día del Estatuto en su sitio de honor, se limita ahora a recordarlo en un tuit, que decía así: «25 oct. Euskadiren eguna. Día de la ciudadanía vasca. Día de reconocer los derechos y libertades que nos unen». Fin de la cita. Y adjuntaba un enlace con la foto de Idoia Mendia en la sesión del comité nacional.
Hoy por hoy, la Carta de Gernika es la base más sólida que tiene la sociedad vasca para la estabilidad y la convivencia. Se podrá actualizar en algunos aspectos, seguramente. Al artículo 17, relacionado con las competencias de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, los nacionalistas le quieren dar un meneo. Pero el temor a que no se logre mayor consenso que el conseguido en 1979, parece fundado.
De ahí que el lehendakari Urkullu, que aprendió de la negativa experiencia de Ibarretxe, no quiera protagonizar aventuras que nos conduzcan a la ruptura. Desde que llegó a Ajuria Enea, todos los sectores políticos permanecen expectantes. A la espera de conocer cuál será su propuesta sobre el «nuevo estatus político» al que se comprometió en su declaración de intenciones. Empezará a enseñar las cartas después de las elecciones municipales.
Pero, de momento, se le ve cómodo en la agitación sobre el incumplimiento de algunas transferencias. La reclamación de traspasos y la denuncia de «injerencias» ha dado mucho juego, tradicionalmente, en el pulso entre el Gobierno vasco y la Administración central. Quiere blindar las competencias. Y en eso le puede seguir la mayoría parlamentaria. Pero si se adentra en la maleza del derecho a decidir, el consenso empezaría a restar apoyos.
El lehendakari lo sabe. No por casualidad la ponencia del Parlamento vasco que debe afrontar el debate sobre el nuevo Estatuto va a un ritmo tan lento. Vienen tiempos convulsos. Y de incertidumbre política. Yo, que el lehendakari, me aferraría al Estatuto. Ya que nos estamos beneficiando tanto de él, habría que reivindicarlo más.
Es la mejor carta de derechos a la que puede aspirar un territorio en toda su historia. En Escocia y en Irlanda firmarían por la mitad del desarrollo económico y político que disfrutamos en el País Vasco. Y sin embargo, aquí, da la impresión de que su defensa se empieza a convertir en una actitud propia de nostálgicos. En público; eso sí. En privado es otra cosa.