Ricardo Gómez Díez-El Español
  • La historia primero se repite como tragedia (la de Felipe González entonces) y luego como farsa (la de Pedro Sánchez ahora).

Voto del miedo, elecciones ganadas in extremis, gobierno con apoyo nacionalista, comisiones ilegales, ministros corruptos que cesan, fiestas con drogas y prostitutas, directores de la Guardia Civil delinquiendo, jueces y policías investigando, ingresos en prisión provisional, presión mediática, escándalo social, presupuestos sin aprobar…

Los más jóvenes no se acordarán, pero el final del felipismo se parece cada vez más, treinta años después, al final del sanchismo, siguiendo lo que el filósofo italiano Vico denominó la teoría cíclica de la historia. Las sociedades renacen y decaen porque no existe un auténtico progreso, sino un retorno permanente de los ciclos en la vida.

En este caso sólo hay cuatro cosas diferentes que no se están repitiendo punto por punto como entonces: la imputación de la mujer del presidente, una amnistía general, un sumario abierto por terrorismo de Estado y una grave crisis económica.

De momento. Todo lo demás se está reproduciendo igual, como si de una serie de Netflix se tratase.

La ucronía o realidad alternativa creada por la máquina de propaganda de La Moncloa en este último año y medio desde el inicio del caso Tito Berni hasta el de Begoña Gómez (las cosas supuestamente son distintas o no han ocurrido en absoluto) se está estrellando irremediablemente contra los hechos. Que son, como decía Lenin, tozudos.

El ciclo trágico del PSOE está volviendo y se está convirtiendo en una pesadilla para sus dirigentes que recuerdan cómo empezó el felipismo (con su estilo ético), y cómo acabó (con una retahíla de casos de corrupción). Y también cómo empezó el sanchismo (con la regeneración democrática) y cómo está acabando (con otra letanía de escándalos).

Quedan por delante, como en 1994 y 1995, muchas noticias que seguirán abriendo los informativos (hoy también viralizándose en las redes sociales) y helándonos el alma: más informaciones, más corrupciones, más detenciones. Y continuarán, asimismo, las negaciones en redondo, más rotundas cuanto más graves sean las acusaciones.

«Hay una impresión de que esto es un sinsentido que únicamente alarga la agonía y que no hará más que producir mayor destrozo a la democracia»

Lo que no cambia es esa sensación de final de época, cierre de etapa que anuncia (como cuando hay un cambio de estación) el aire que trae la madrugada. La impresión de que esto es un sinsentido que únicamente alarga la agonía y que cada cosa que llegue no hará más que empeorarlo todo y producir mayor destrozo a la democracia.

Lo que sí vale la pena apuntar aquí es que González no es Sánchez, para bien y para mal. Y los ministros y dirigentes de Pedro no son los que tenía Felipe. La dignidad y altura de miras propia de hombres de Estado no la vemos hoy en el equipo que dirige los destinos del PSOE y de España. Y eso hace prever un final aún más duro y crudo.

Tampoco Puigdemont es Pujol ni se encuentra en la misma situación (fue la negativa del ex president a aprobar los últimos presupuestos socialistas lo que precipitó las generales que acabó ganando Aznar en 1996). La amnistía total pendiente para el fugado de Waterloo (y de los mossos) abre la incógnita de cuál será el detonante final.

Puede ser una llamada de nuestros socios europeos, como le ocurrió a Zapatero en 2010, hartos de una situación límite en la que se puede encontrar España el año que viene coincidiendo, además, con el fin del programa de compra de deuda del Banco Central y el inicio de la colocación de 800 millones diarios que genera el Gobierno.

O el incremento del precio del petróleo, que ya ha empezado a dispararse. Y lo puede hacer mucho más, hasta los 150 dólares por barril de brent (doble que en este momento), si Israel ataca las refinerías iraníes y Teherán se decide a bloquear el estrecho de Ormuz.

Todo ello sin Presupuestos aprobados, seguramente, para 2025.

«En democracia, un gobierno en descomposición por la corrupción generalizada sólo tiene un camino: la convocatoria de elecciones»

Podría ocurrir que, en ese contexto de presión sobre la deuda, aumento significativo de los precios por una crisis energética y empeoramiento de las previsiones de reducción progresiva del crecimiento la prima de riesgo escalase también al doble de su nivel actual, o por encima de ello. Nadie lo sabe con exactitud a ciencia cierta.

Pero lo que sí sabemos, como explicaba el académico británico Toynbee, es que el carácter dialéctico de la historia se reproduce en cinco grandes tipos de ciclos, siendo el de caída y recuperación el que encaja con la tragedia socialista vivida en estas últimas décadas y ahora con la sanchista. Sucesivas caídas y recuperaciones hasta la caída final.

Los líderes del PSOE saben cuál es, precisamente, el final de esta película. Todos los que peinamos canas lo sabemos, porque ya la hemos visto.

En democracia, un gobierno en descomposición por la corrupción generalizada sólo tiene un camino: la convocatoria de elecciones. Aquella legislatura duró dos años y medio y ésta así lo hará.

Los patrones se repiten, en la naturaleza, en la historia, en la vida y en la política, en una suerte de eterno retorno, como decían los estoicos. Un túnel circular del tiempo en el que los acontecimientos siguen unas mismas reglas (en este caso, las de la sucesión de escándalos) y un mismo ritmo (esos dos años escasos, media legislatura).

Eso sí, ya que hemos citado a Lenin, no podemos olvidar a Marx, quien dejó escrito en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte una célebre frase que reza: la historia primero se repite como tragedia (la de González entonces) y luego como farsa (la de Sánchez ahora).

Esperemos que la historia de España, a pesar de todo esto, no lo haga más.

*** Ricardo Gómez Díez es Dircom experto en Reputación y profesor del Máster de Comunicación Corporativa e Institucional de la UC3M