- El macho alfa de un feminismo feminicida desata una caza de brujas contra los desleales que hacen el caldo gordo al PP y a Vox dándole armas contra él en un juego característico de situaciones límite. Un homenaje más a Franco en este año que ha dedicado a la muerte del dictador, en vez de a la llegada de la democracia
Como astillas del mismo tronco, si Koldo García, el custodio de los avales de Sánchez para ser secretario general del PSOE, atesoraba un catálogo de meretrices de las que surtía al válido Ábalos, ora a cuenta del Presupuesto, ora de las coimas de las adjudicaciones públicas, otro artífice de aquellas primarias como es el desbraguetado mayordomo presidencial, Francisco Salazar, poseía un Excel con un «mapa de talento» de las asalariadas del Ala Oeste de La Moncloa. Ni que decir tiene que el adjunto al jefe de gabinete presidencial y virtual secretario de Organización del PSOE no las puntuaba por su capacidad y aptitud, sino por su anatomía a ojos vista de un sátiro presto al acoso y derribo, cuál garrochista de reses bravas. Al paso que va la degradación sanchista, sólo resta la publicación de la lista de asistentes a los prostíbulos del suegro por si aflora algún cliente clave en la irresistible ascensión de ‘Noverdad’ Sánchez.
A modo de las pizarras colgadas en las paredes de las carnicerías con los diferentes cortes de carne, el Excel nada violeta del ‘moranco’ Salazar debía ser la comidilla del elenco de militantes que rodeaba el despacho de Sánchez, así como sus proposiciones para culminar en casa lo dejado a medias en la oficina. Aun así, todos enmudecían porque el descocado era intocable cuál sagrada vaca hindú tras ser esencial en la reconquista de Ferraz con sus ardides sicilianos del PSOE andaluz. De hecho, los trapicheos en las primarias de 2017 tenían como antecedente el primer pucherazo en el bautizo del sistema por quien fue pillado «in fraganti» votando con pies y manos en el Senado y luego sentenciado por los ERE, Gaspar Zarrías, en cuya consultora figuraba en nómina hasta hace nada Leire Diez, fontanera de las cloacas que reactivó Santos Cerdán tras ser imputada la ‘consuerte’ de Sánchez. Si bien aquel fraude no bastó para derrotar a Borrell ante el aspirante oficial Almunia, el fuego amigo lo remataría por otros procederes igualmente no santos.
Seis años en la Moncloa como aperador del cortijo con derecho de pernada, sin que nadie verbalizara lo que podían ver y escuchar porque, al gozar del favor del presidente, no deseaban perder su momio anexo a su militancia. Tan es así que, para capear la tormenta, colaboradores de Salazar emplearon esa dádiva de partido para presionar a las mujeres que presentaron un requerimiento que hibernó mientras la ministra Alegría almorzaba con el réprobo. Hasta que las víctimas no volvieron a la carga, dando tres cuartas al pregonero a través de la prensa no se dieron por concernidos para no arriesgar su soldada. Una complicidad que retrata el maestro Billy Wilder en su One, two, three. En la posguerra, un alemán pregunta a otro qué hacía en época de Adolf Hitler. «¿Adolf? ¿Qué Adolf? Tenga en cuenta –se justifica– que era conductor de metro y allá abajo era difícil enterarse de lo que pasaba arriba».
Otro tanto por parte del personal de Sánchez, pero también del propio presidente y de su gabinete. Así, su triministro Bolaños, al ser inquirido en una reciente comparecencia ante el Senado sobre el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), aseguró ignorar cualquier mal comportamiento de Salazar del que desmintió que dependiera de él, aunque admitió que sus haberes los abonaba su Ministerio. «Entonces dependía de Sánchez…», infería el senador popular Vicente Tirado. «No, no… bueno», echaba balones fuera. «Dígame de quién entonces, porque parece que, como a Ábalos, ya no le conoce nadie», porfiaba el interpelante. «Trabajaba en la estructura de Moncloa y dependía pues… –vacilaba Bolaños– de las personas que correspondiera».
Siendo clarificador este rifirrafe parlamentario, lo más chirriante es la patrimonialización de las instituciones por un PSOE que ha abordado estos abusos como «cosa nostra» pese a suceder en estancias gubernativas. Así, Bolaños argumentó que «esta es una pregunta que tiene que ver con el PSOE» para desdeñar la fiscalización del PP y las denunciantes utilizaron el canal antiacoso del PSOE, no el de la Administración. Otro tanto una sumisa Fiscalía incapaz de impulsar causa alguna que perjudique al partido que designa a su primer responsable como ha verificado el delincuente García Ortiz y se avizora en su sucesora, Teresa Peramato, a la que le preocupa más el escarmiento a su antecesor que el baldón de ser el primer condenado de la historia de España. Si el PSOE se ha negado a llevar el «caso Salazar» a la Fiscalía como recogen sus estatutos, un Ministerio Público rendido a sus pies no va a indagar sobre esta corrupción de cuerpo entero.
Consciente de la sangría del voto femenino, el Ufano de la Moncloa adopta la hipocresía del capitán Renault en Casablanca cuando el mayor alemán Strasser le requiere el cierre del «Café de Rick tras desafiarlo el disidente Laszlo cantando ‘La Marsellesa’. «Pero, ¿cómo puedes hacerme esto?», compele Rick al jefe de la Gendarmería. «Porque es un escándalo: acabo de descubrir que, en este local, se juega…», le replica, mientras el croupier le desliza un fajo de billetes susurrándole: «Sus ganancias, señor». Es más, Sánchez ha hecho suyo el «detengan a los sospechosos habituales» de Renault, transformado en un «destitúyanme un Hernández».
Ello se tradujo ayer en el cese en Consejo de Ministros del director de Coordinación Política de La Moncloa, Antonio Hernández Espinal, un masón de la Logia Obreros de Hiram, al que las ofendidas acusan de hacerles luz de gas para tapar a su jefe Salazar. Sánchez entrega este peón para preservar torres, alfiles y caballos. La defenestración de este técnico de publicidad elevado a ese rango es como asume en primera persona «el error» de fiarse de Salazar y refutar que le haya encubierto.
A la par, el macho alfa de un feminismo feminicida desata una caza de brujas contra los desleales que hacen el caldo gordo al PP y a Vox dándole armas contra él en un juego característico de situaciones límite. Un homenaje más a Franco en este año que ha dedicado a la muerte del dictador, en vez de a la llegada de la democracia, al rememorar una anécdota del Generalísimo. Al removerle de ministro de Comercio, el vasco Manuel Arburúa se armó de valor y aprovechó una recepción para pedirle al Caudillo en qué podía haberle fallado. Franco le cogió del brazo deslizándole al oído como si le participara de un secreto de Estado: «Desengáñese, Arburúa, vienen a por nosotros». Pues otro tanto ha debido trasladarle Sánchez a su amigo y cómplice Salazar, el «quinto pasajero del Peugeot» con el que asaltó un poder que se cuartea y que abunda en la idea del historiador británico Edward Gibbon sobre la caída del Imperio romano de que el montaje se suele venir abajo por su propio peso.