Editorial, ABC, 5/8/12
El dirigente proetarra manifiesta desde la cárcel su interés por crear un «frente nacional con PNV y PSE que impida el voto al exilio vasco. Urge que Patxi López deje claro que no tiene a Otegi por aliado
AArnaldo Otegi no le gusta que los exiliados vascos, los verdaderos exiliados vascos, los expulsados por el terror de ETA, puedan votar de nuevo en el País Vasco. ABC ha tenido acceso a una conversación de Otegi en la cárcel de Logroño, en la que el dirigente proetarra, varias veces condenado por delitos de terrorismo, muestra su ira por la iniciativa del Gobierno de Mariano Rajoy de permitir el voto al exilio vasco. Ira que manifiesta sin tapujos y con un entusiasta interés en crear un «frente nacional» con el PNV y, esto es lo preocupante, con el Partido Socialista de Euskadi. Esta referencia a los socialistas será, probablemente, resultado de las amistosas visitas de Jesús Eguiguren, presidente del PSE. Cualesquiera que sean los motivos que Otegi tiene para creer que los socialistas vascos estarán de su parte, lo importante es que Patxi López deje claro que no tiene a Otegi, el etarra, el terrorista, por aliado.
Pero Otegi no termina ahí sus juicios de intenciones y destapa su verdadero rostro de custodio de las esencias etarras al referirse a la Guardia Civil y sus familiares como «txakurras» (perros) y «sus putas familias». He aquí a Otegi en estado puro, demoliendo la imagen de pacificador que tan afanosamente quieren construir sus apologistas. Pero, en la lógica terrorista de Otegi, su criterio es coherente. Treinta años de terrorismo implacable, de «socialización del sufrimiento», de extorsión y amenaza, tenían como objetivo depurar el censo electoral del País Vasco y, con cerca de 200.000 exiliados, ETA puede decir que su «limpieza ideológica» ha sido un éxito. Por eso, hay cierta precipitación cuando se afirma que ETA ha sido derrotada. La derrota de ETA es el fin de su terrorismo —que exterminó vidas, libertades y derechos—, su desarme y su disolución, pero también el desmantelamiento de la sociedad del miedo creada en tres décadas de violencia. La paz no es dejar las cosas como ETA quiere, sino transformarlas para erradicar el rastro de ETA.
Otegi teme la libertad y la democracia, como siempre le pasa a un terrorista. Sabe que el voto de los miles de amenazados y extorsionados por la organización terrorista a la que pertenece significaría el fracaso de la «acumulación de fuerzas» soberanistas. Sólo la desafección del socialismo vasco y su adhesión a ese «frente nacional» que le propone Otegi, puede sabotear esta imprescindible reforma democratizadora del País Vasco. Y si parlamentariamente es posible, esta reforma —tan acertada que atemoriza a Otegi— debería estar aprobada y en vigor para las próximas elecciones autonómicas vascas.
Editorial, ABC, 5/8/12