TEODORO LEÓN GROSS-EL PAÍS
- El líder del Partido Popular ha hecho un curso político quizá no impensable, pero sí extraño
Pablo Casado ha hecho un curso político quizá no impensable, pero sí extraño. Al comenzar, plantó cara a Vox en la moción de censura presentada por Santiago Abascal; y al concluir no resulta fácil distinguir su discurso de Vox, que le pide una moción de censura en bloque. Aquel Casado del alegato vibrante del centroderecha contra Abascal enhebrando argumentos persuasivamente moderados, termina el curso, diez meses después, cada vez más centrifugado. Claro que con los sondeos, a Casado le costará pensar que comete ningún error: muchas casas de encuestas sitúan al PP como primera fuerza, con mayoría absoluta de la derecha factible. Incuso el CIS admite la tendencia. Él pide elecciones, como quien pide que llueva café en el campo.
El éxito demoscópico de Casado debe mucho a un fenómeno lineal: el desplome de Ciudadanos, literalmente en barrena, libera tres millones de votos cuya inercia conduce al PP. El partido ganará casi todo ese paquete y los restos en las provincias menos pobladas. Sin embargo, la ansiedad parece mala aliada. Tiene poco sentido tratar de acelerar ese proceso siendo obvio que ese proceso no se va a acelerar, no mientras el Gobierno disponga de una mayoría estable y necesite tiempo para rentabilizar su agenda. No se puede estar tres años pidiendo elecciones sin debilitarse. Se entiende mal, de hecho, el fichaje de Fran Hervías para actuar desde los pasillos bajo sospecha de Génova con la tarea de perseverar en la operación derribo de su antiguo partido. El último éxito es hacer perder el Ayuntamiento de Granada a Ciudadanos… para entregarlo al PSOE. Notable. Hervías tal vez experimente un placer insuperable, un chute de dopamina, ante el hundimiento de Ciudadanos, pero el liderazgo no necesita instintos primarios. Empieza a crear problemas en Andalucía, que no es Murcia.
La evolución de Casado a lo largo de este curso que va llegando al final, con aquel viaje al centro girado en dirección opuesta, parece obedecer a una lógica estrictamente oportunista una vez que el espacio de Ciudadanos queda disponible. Además de frenar a Vox, para limitar su espacio, probablemente Casado crea que ha de marcar también al PP de Madrid, léase Ayuso, bendecida por Aznar como gran esperanza blanca: “la figura política más relevante de España”. En Madrid sin duda hay un aznarismo sociológico, pero, desde la Galicia de Feijóo a la Andalucía de Juanma Moreno, hay otro PP. Casado, sin embargo, parece asumir que el PP de Madrid es el PP de España dentro de España… Aquel Casado de octubre fue elogiado vivamente por el líder del grupo popular europeo, Manfred Weber (“España necesita un líder de centro sin alianzas con fuerzas radicales que solo buscan la división”), y tuvo el acompañamiento del empresariado, con Garamendi y Bonet elogiando la moderación. Hoy Casado está enfrentado a los empresarios y cada vez más lejos del centro. En las encuestas, eso sí, bien.