Xavier Salvador-El Español

El empecinamiento del presidente del BBVACarlos Torres, ha desconcertado a la plaza financiera. La semana pasada presentó ante la CNMV el plan definitivo para absorber al Sabadell. La Comisión dio luz verde el 5 de septiembre, pero BBVA mantuvo la oferta sin mejoras: una acción nueva más 0,70 euros en efectivo por cada 5,5483 títulos del Sabadell.

El período de aceptación arranca hoy y se prolonga hasta el 7 de octubre. El éxito requiere al menos obtener el 50% de los derechos de voto. Analistas y mercado esperaban un gesto de seducción. Recibieron, en cambio, una prima negativa del 8% frente al precio de cotización.

Salvador Illa había mostrado su rechazo frontal: “Preferiría que no saliera adelante”. Tras el visto bueno de la CNMV, moderó el tono: “Era un paso que sabíamos que pasaría”.

Para el presidente catalán, el Sabadell no es solo un banco, sino un símbolo de arraigo catalán. Que caiga bajo un gigante centralizado y a menudo centralista supone un golpe político y emocional de primera magnitud.

El Ejecutivo de Pedro Sánchez endureció las condiciones en junio: autonomía jurídica y operativa del Sabadell durante tres años y sin despidos colectivos ni cierres masivos de oficinas vinculados a la fusión en ese tiempo.

BBVA solo podrá ejecutar sinergias laborales a partir de 2028, con estimaciones que oscilan entre 2.500 y 5.000 supresiones de empleo. El Sabadell cuenta hoy con 1.153 oficinas y 13.638 empleados en España, y 19.000 a escala global.

Las críticas empresariales arrecian mientras. Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment del Treball, calificó la oferta de “auténtica tomadura de pelo” y advirtió de que podrían perderse hasta 75.000 millones en crédito a pymes y autónomos. No es cifra oficial, pero refleja el malestar de los patronos regionales.

Y, sin embargo, el guion puede dar un giro inesperado. Si el Sabadell resiste la OPA, Josep Oliu tendrá que mover ficha al día siguiente: buscar una fusión con Unicaja –que convendría a la dimensión de ambas entidades– o recurrir al cobijo de un primo de Zumosol.

Imaginemos que ese hipotético pariente fuera el Santander. Con solo un 5% del capital, Ana Patricia Botín alteraría la partida patria con una jugada propia de los movimientos estratégicos de su padre: reforzaría su relación con Cataluña y castigaría la falta de empatía del BBVA tras fagocitar las viejas cajas catalanas.

El tablero ya no sería solo de Torres contra Oliu. El factor Botín, todavía por escribir, podría decidir si el actual jaque es mate o si el peón resiste. Preparemos palomitas.