ABC-IGNACIO CAMACHO

La derecha ganará si hace de Cataluña el eje del debate político. Es decir, si habla de España como proyecto colectivo

Aesta derecha eufórica con las elecciones no le va a resultar tan fácil desalojar a Sánchez. El precedente de Andalucía puede ser engañoso porque en las generales se pierden muchos restos de votos en las provincias –más de la mitad– con menos de seis representantes. En esas circunscripciones pequeñas, que en la autonomía andaluza no existen, cinco partidos no caben; al menos los dos últimos se quedarán fuera y su facturación total sufrirá una merma notable. La fragmentación del bloque liberal-conservador va a jugar a favor de los intereses gubernamentales, y todo apunta a un recuento decidido por escaso margen, a un desenlace en el que la movilización será clave. Por eso nos espera una campaña a cara de perro, llena de hipérboles insultantes y con Cataluña, le guste o no a los socialistas, en el centro del debate. Las consecuencias de la insurrección de octubre del 17 aún están pendientes de una catarsis. Y la rectificación del presidente, táctica y poco sincera, llega tarde para que pueda presentarse como el adalid de las fuerzas constitucionales.

En todo caso, se equivocará quien lo dé por liquidado. Goza de la ventaja del poder con su inmenso aparato clientelar y publicitario. Ayer mismo utilizó el atril de La Moncloa para soltar un mitin sin el menor empacho. También cuenta con el voto útil de la izquierda, que piensa estimular llamando al combate contra Vox como reclamo, y con las numerosas partidas de gasto que no dependen del atasco presupuestario. Además, al anteponer la convocatoria a la de las territoriales de mayo obliga a los barones del PSOE a comprometerse con él para evitar que les arrastre su posible fracaso. En esa sucesión apretada de plazos, el Gobierno, las autonomías y muchos ayuntamientos van a entrar en el mismo paquete de pactos. Todo en una sola cesta para que ningún disidente sienta la tentación de ponerse por su cuenta a salvo.

Enfrente tendrá un adversario pujante pero dividido, y además con la falsa impresión de que no le perjudica el fraccionalismo. La derecha puede ganar, en conjunto, si logra que el problema catalán siga siendo el eje cenital de su discurso político. Eso la une ahora más que la economía, la inmigración o el miedo a Podemos, que como factor de decisión electoral ha desaparecido pese a que si Sánchez continúa en el poder tendrá que hacer a Pablo Iglesias un sitio. En una contienda incierta como la que se avecina será crucial atenerse a un argumento unívoco, un elemento de cohesión que concentre fuerzas y objetivos. El conflicto separatista es el punto débil de una izquierda que sólo podrá gobernar apoyada en el nacionalismo. Hablar de Cataluña es hablar de España, de la nación íntegra como proyecto colectivo: el concepto esencial capaz de aglutinar el pensamiento liberal, reagrupar sus tribus… y soslayar los cepos escondidos bajo la regla de Hont y sus implacables filtros.