JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO
- Lo peor son las coartadas de la Moncloa para justificar los viajes de partido
Hay dos políticos obsesionados con el avión oficial del Gobierno, el ‘Falcon’: Pedro Sánchez y Pablo Casado. El presidente no sabe dar un paso sin movilizar la flotilla del Ejército del Aire; el helicóptero para ir de la Moncloa al aeropuerto y del ‘Súper Puma’ a la escalerilla del jet. Y Pablo Casado no le deja pasar una. No hay visita de Sánchez a sus compañeros de partido en congresos de fin de semana que el jefe de la oposición no le reproche al día siguiente. Sobre todo, por la inverosímil coartada que sistemáticamente utilizan en Moncloa improvisando una visita a una fábrica de maderas, un saludo a un alcalde de provincias o similares para justificar la movilización del reactor y combinar un acto como presidente y otro como Pedro. Ese infantil juego de equívocos, al final, se convierte en el mejor argumento acusatorio contra el secretario general del PSOE de estar utilizando el dinero público para sufragar gastos de partido. Porque si están tan seguros de que no hay otro modo para garantizar la seguridad del jefe del Gobierno que trasladarlo en la flotilla del Ejército del Aire, no deberían buscar coartadas ni excusas.
Todo empezó con mal pie. A la semana de jurar el cargo, Pedro Sánchez y su mujer se fueron en el ‘Falcon’ de concierto a Benicasim. Y, como excusa presidencial, se hizo una foto con Ximo Puig. Luego vino la pifia de Iván Redondo, que hizo posar al nuevo presidente con gafas Ray Ban Aviator sentado dentro de la aeronave seguramente para dar imagen de poder y seguridad. El resultado no pudo ser más adverso. Parecía un nuevo millonetis con su reactor privado viajando hacia Bahamas. Ahora ya no hay fotos de Pedro y el ‘Falcon’. Lo que era un símbolo de estatus, de poder, se ha convertido en un signo de derroche de dinero público y de emisiones de CO2. Poco compatible con el discurso eco-sostenible con que se adorna el Gobierno de progreso. Son las paradojas del social-populismo barato. Es difícil encajar en el relato verde que en una sola jornada entre el reactor y el helicóptero del Ejército del Aire realicen ocho vuelos a 5.000 euros la hora al servicio de Sánchez. O que en un mes entre noviembre y diciembre la flotilla ‘Falcon-Super Puma’ realizasen 54 trayectos a los congresos socialistas de Andalucía, Valencia, Bilbao… Sin embargo, no parece un asunto que atormente a la opinión pública. No he visto manifestaciones en Cuatro Vientos con pancartas: «’Falcon’, no; salvad el planeta».
Casado debe estar convencido de que ese derroche de CO2 y de dinero público en viajes le acabará dando rédito en las urnas. Pero cuando llegue a la Moncloa deberá afinar mucho a la hora de subir en el ‘Falcon’ entre Pablo PP o el presidente Casado.