Pedro Chacón-El Español
  • Todo el aducido el europeísmo del PNV es un ejercicio interesado por presentar al pueblo vasco como una nación en Europa, en pie de igualdad con el resto de naciones europeas.

El Parlamento Europeo está dispuesto a requerir al Consejo Europeo para que advierta a España de que no puede seguir obstaculizando la ley electoral que todos los demás países europeos quieren implementar.

Una ley por la cual se subirá el porcentaje de voto al 2% mínimo del censo electoral para poder salir elegido en las elecciones europeas. Lo cual dejará fuera (salvo que cambien su política de alianzas hasta ahora vigente), a algunos partidos nacionalistas españoles.

Entre ellos, el PNV.

Este partido, no obstante, ya había puesto como condición al PSOE para integrar la llamada «coalición progresista», que dicho porcentaje no podía subirse bajo ningún concepto.

En las últimas elecciones europeas, el PNV integró la coalición CEUS con, entre otros partidos pequeños, Coalición Canaria. Y sacó un 1,63% de los votos, pudiendo colocar a su representante en el Parlamento europeo.

Ahora Pedro Sánchez tendrá que volver a esforzarse en Europa, como lo viene haciendo durante toda la legislatura (¡cuántos esfuerzos dignos de mejor causa!), para salvar su acuerdo con los nacionalistas.

Pero es que aquí los nacionalistas tampoco es que lo pongan nada fácil. Porque luego, a la hora de conformar coaliciones entre ellos, no quieren ir juntos para que no se difuminen sus perfiles.

Por ejemplo, ERC, EH Bildu y el BNG van por su lado juntos en la coalición AR (Ahora Repúblicas) y por eso obtienen el mayor porcentaje de votos, rozando el 5%.

En cambio, el PNV no quiere ir ni con los republicanos, ni tampoco con el partido Junts de Puigdemont. Con lo que su coalición a duras penas llega al 2%.

En otros países, como en Francia, se trocea el distrito único. Pero allí, en cambio, el umbral de voto mínimo se sitúa en el 5%. Hacer algo parecido en España conllevaría, dada la geografía de los nacionalismos, que los partidos nacionalistas gallegos, catalanes y vascos no podrían aliarse entre sí, como hacen ahora. Por lo que lo tendrían peor todavía.

Advirtamos que este tema no es nada baladí para el PNV, que cifra en su «europeísmo» una seña de identidad que lo distingue claramente de los demás partidos nacionalistas españoles. Y ni que decir tiene de EH Bildu, que no puede presentar una hoja de servicios parecida.

La historia se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el europeísmo resultaba para el PNV una de las pocas, quizás la única, forma de sobrevivir políticamente en el exilio. Lo hizo a través de dos vías, la democracia cristiana y el federalismo.

Pero así como la primera solo le reportó algunas complicidades de rango menor, fue la segunda vía la que le catapultó, como socio fundador, a la formación del movimiento federal europeo, integrando el CFEME (Consejo Federal Español del Movimiento Europeo).

La reticencia de integrar un organismo «español» fue salvada por formar parte de un organismo de nivel europeo. Pero ahí también pusieron la salvaguarda de que ese federalismo europeo no se aplicara en ningún caso como fórmula para su inserción en España.

No obstante, todos estos intentos europeístas quedaron diluidos por la propia evolución del Estado español en el concierto internacional.

«El PNV cifra en su ‘europeísmo’ una seña de identidad que lo distingue claramente de los demás partidos nacionalistas españoles»

Primero, gracias al apoyo de los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría, incluido el ingreso en la ONU en 1955. Y después, tras la muerte de Franco, con la progresiva integración de España en los distintos organismos europeos.

Pero es que el llamado europeísmo del PNV tiene mucho más. Mejor dicho, tiene todo de reivindicación de lo propio antes que de sincero espíritu europeo. Y es que el PNV no podría actuar de otro modo, dado su origen supremacista.

Los nacionalistas han construido una mitología en relación con Europa, como ámbito de libertades, en la que el PNV habría participado desde la construcción de sus primeras instituciones, a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Y muchos partidos, sobre todo de la izquierda pero también algún despistado de la derecha, han comprado sin reparar esta narrativa.

Por ejemplo, la creación del citado CFEME, tuvo lugar en el palacete de la Avenue Marceau de París. Y es por ello que ahora, en vísperas de la adjudicación graciosa de dicho edificio por parte de Sánchez al PNV, se editó un libro por parte de dicho organismo.

En él, los líderes españoles de ese movimiento, como Enrique Barón, atribuían sin ningún rubor la propiedad del palacete al partido de Sabino Arana. El libro, de hecho, incluye un estudio del archivero del PNV que se da como incontestable, acerca de la propiedad del edificio para el PNV.

No cabe imaginar una mayor candidez de los representantes españoles.

Y es que todo el europeísmo del PNV es un ejercicio interesado por presentar al pueblo vasco como una nación en Europa, en pie de igualdad con el resto de naciones europeas. De ahí su lema «Europa de los pueblos», que choca frontalmente con la Europa de los Estados realmente vigente.

El PNV, en su historia europeísta, siempre se presentaba como «la nación europea más antigua y de personalidad más indiscutible». Lo cual solo podía aludir a su «raza» y a su derivado en forma de «idioma ancestral». Algo que choca sobremanera con esa ideología inclusiva y democrática a la que recurre el actual lehendakari Pradales para explicar su propia posición política, siendo como él es originario de Burgos.

Y hay también un segundo factor en el europeísmo europeo del PNV que le deja al aire sus costuras ideológicas. Y es que para este partido, España no cuenta en su concepto de Europa.

Toda su comparativa cuando hablan de Europa ignora a España. Con lo cual se genera una especie de realidad virtual de la que el nacionalismo no sabe salir y que genera una frustración tóxica que pervierte todo lo que toca.

*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV-EHU.