Gorka Maneiro-Vozpópuli

  • Piensan que tienen bula para arremeter contra quienes piensan distinto. En el fondo, los agresores siempre son los mismos

Como en otras ocasiones, porque no es la primera, la presencia de una determinada persona con unas determinadas ideas en un foro público, en este caso una universidad, ha devenido en el uso de la violencia por parte de quienes piensan que tienen bula para arremeter contra quienes piensan distinto. En el fondo, los agresores vienen casi siempre a ser los mismos: o son, como antaño, los cachorros de ETA justificados por la llamada izquierda abertzale aliada de Sánchez, o son jóvenes violentos de extrema izquierda apoyados por Podemos o grupos afines. En este caso han confluido los agresores y los que los apoyan porque ambos siguen vivitos y coleando: los que protestaron violentamente la semana pasada contra la visita de Vito Quiles a la Universidad de Navarra en Pamplona, oh sorpresa, fueron miembros de la izquierda abertzale apoyados públicamente por… Podemos. Su confluencia no es nueva y viene de lejos, así que sorprende sólo a los ingenuos o a los despistados. Dios los cría y ellos se juntan voluntariamente porque ambos movimientos políticos comparten que la violencia es un recurso legítimo para luchar contra el adversario. Y la cruda conclusión es que en la España de hoy, como en la del pasado reciente, por mucho que sea una anormalidad democrática, existen partidos políticos legales que apoyan el uso de la violencia contra quienes piensan distinto.

Los más brutos de la secta

En este caso, la anunciada visita de Vito Quiles al campus de la Universidad de Navarra derivó en una paliza a un periodista que cubría la noticia por parte de quienes pretendían impedir violentamente que Vito Quiles se manifestara; como no pudieron agredirlo a él, decidieron arremeter contra quien, perfectamente identificado como periodista y seguramente por ello, cubría la noticia y hacía su trabajo. Este hecho es consecuencia directa de que en la España de Sánchez se haya creado un caldo de cultivo que justifica que a determinadas personas o colectivos se les pueda agredir porque la supuesta lucha antifascista así lo exige: con el añadido de que, si no eres miembro de la izquierda oficial o eres crítico con el Gobierno de España, corres serio riesgo de que se tilde de ultraderechista y, por lo tanto, de fascista, razón por la cual los más brutos de la secta podrán llegar a agredirte. Nada es gratis. El enfrentamiento entre radicales que acudieron a boicotear el acto y las fuerzas de seguridad terminó con cuatro agentes heridos y tres detenidos, además de múltiples destrozos en el mobiliario urbano. Según Podemos, todo está bien, y al fascismo, que son los otros, se le para por la vía que sea, incluida la violenta. En este caso, el agredido ha sido el periodista José Ismael Martínez.

Ione Belarra celebró lo sucedido y agradeció a los violentos los servicios prestados a la causa que comparten: «Han hecho más y mejor los antifascistas en Navarra por pararle los pies al odiador Vito Quiles que todo el PSOE, especialmente la presidenta del Congreso, y los que le ríen las gracias. El fascismo no es una broma y hay que detenerlo en todas partes antes de que sea tarde». Irene Montero, por su parte, afirmó: «Hoy estamos en la manifestación por la libertad de los seis de Zaragoza. Basta de criminalizar al movimiento antifascista en Zaragoza o en Navarra mientras los escuadristas fascistas como Vito Quiles están protegidos y en la impunidad». Antes había escrito: «El movimiento antifa (…) está asumiendo el principal deber ciudadano de nuestro tiempo: hacer de las universidades y las calles espacios seguros libres de fascismo. Es el legado de nuestras madres y abuelos: el antifascismo es la base de la democracia».

El cinismo de Bildu

Los seis de Zaragoza a los que se refiere la ultra Montero no son seis destacados militantes por la paz mundial sino seis personas acusadas y condenadas por participar en 2019 en una serie de disturbios contra un mitin de Vox, lo cual se saldó con tres contenedores quemados, cinco vehículos dañados y seis policías lesionados. A dos de ellos, por cierto, ya los indultó el Gobierno de Sánchez. Y ahora Montero no reivindica la libertad para quien considera que fue injustamente encarcelado sino expresamente la respuesta violenta que protagonizaron, la misma que la que vimos en Pamplona. Días antes del ataque, Mertxe Aizpurua, portavoz de EH Bildu en el Congreso de los Diputados, pidió al Gobierno de Sánchez «medidas firmes», sin especificar cuáles, contra la extrema derecha. No especificó, por ejemplo, si entre las medidas podrían incluirse agresiones violentas a determinados personajes públicos. Y tampoco explicó qué es extrema derecha o si es todo aquello que les lleve la contraria o les incomode a ella o a los suyos. En el culmen del cinismo, denunció desde la tribuna del Congreso de los Diputados el clima de violencia que según ella se vive actualmente en España; precisamente ella, condenada en el pasado por apoyar el terrorismo de ETA y que hoy pretende distinguirse como quien nos librará de las garras del fascismo. No es que no haya episodios violentos en España, desde luego, lo que es un sarcasmo es que sea precisamente ella quien pretenda convertirse en presunta adalid o defensora de nuestras libertades, esas contra las que tiempo atrás ella trabajó con ahínco.

Vito Quiles no es santo de mi devoción ni, seguramente, comparta la mayoría de sus ideas. Sin embargo, es lo que tiene una democracia: que es el lugar donde pueden expresarse legítimamente todas las ideas siempre que estas sean respetuosas con los derechos humanos, respeten el ordenamiento jurídico o no animen a la violencia. Y las que efectivamente sean contrarias al Estado de Derecho deberán ser denunciadas ante la Justicia, que actuará, llegado el caso, contra quienes las defiendan. Y, por lo que se ha visto estos días y se vio en el pasado, no son precisamente las proclamas o declaraciones públicas de Vito Quiles las que están animando a ejercer la violencia contra los adversarios sino las de EH Bildu o Podemos. Así que la Justicia, como en el pasado, debería obrar en consecuencia. Porque, como dice Irene Montero, el antifascismo es una de las bases de la democracia.