- No se me ocurre nada más reaccionario que defender la parcelación del territorio común, la ruptura del Estado y el deseo de convertir en extranjeros a millones de ciudadanos
A los ciudadanos españoles nos representa como ministro una persona que defiende el derecho a la autodeterminación, votó en el referéndum ilegal del 1-O por la independencia de Cataluña y se declara soberanista. Nos representa y forma parte del Gobierno de España alguien que no cree en España.
Joan Subirats, setenta años, hijo de lecheros, profesor de universidad, catedrático, exedil y mano derecha de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, acaba de ser elegido ministro de Universidades para sustituir a Manuel Castells, cubrir la cuota que les corresponde a los morados en el Gobierno de coalición PSOE-Podemos e intentar terminar la obra que el exministro dejó a medias: la Ley Orgánica del Sistema Universitario.
Joan Subirats es doctor en Ciencias Económicas y catedrático en Ciencias Políticas por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), lideró el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas y tiene cierta experiencia de gestión en las áreas de Educación y Cultura del Ayuntamiento de Barcelona. Es una persona con amplio bagaje intelectual y académico. Sin embargo, el mérito principal de Joan Subirats para haber sido elegido por Podemos como sustituto de Castells, cubrir su cuota y convertirse en ministro es ser soberanista, “aunque no independentista”, haber votado en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 por la independencia de Cataluña y ser partidario del derecho a la autodeterminación.
Si te definen como federalista es que quieres más competencias para las comunidades autónomas y menos para el Gobierno de España y, a la inversa
Algunos medios de comunicación han definido a Joan Subirats como federalista, que es como habitualmente suele definirse en España a quienes son defensores de esa especie de federalismo asimétrico hoy vigente en España, del tipo de Miquel Iceta, el PSC o, en el fondo, el propio PSOE de Pedro Sánchez, aunque haya excepciones que confirmen la regla. Y tan manido está ese uso equívoco del término “federalismo” que hoy día no es posible definirse como federalista y, a la par, defender la igualdad de los ciudadanos españoles y la unidad política de España, por mucho que fuera perfectamente posible. Si te definen como federalista es que quieres más competencias para las comunidades autónomas y menos para el Gobierno de España y, a la inversa, si eres partidario de una mayor descentralización política es que eres federalista.
Sin embargo, a quienes habitualmente se les llama federalistas son fundamentalmente federalistas asimétricos (cuando no confederales), dado que no defienden que las comunidades autónomas tengan las mismas competencias, haya mayor igualdad entre los ciudadanos españoles y se supriman las diferencias, los tratos de favor y los privilegios hoy día existentes… sino justo lo contrario. Estos federalistas son fundamentalmente federalistas asimétricos (no igualitarios) y son partidarios de una España más descentralizada y más desigual, como si no tuviéramos bastante. Como Miquel Iceta, Podemos, el PSOE de Pedro Sánchez o Joan Subirats, entre otros muchos. En el fondo, como toda la izquierda oficial y parlamentaria, por mucho que sea una contradicción en los términos.
Sea como fuere, a los ciudadanos españoles nos representará como ministro una persona que defiende el derecho a la autodeterminación de Cataluña, votó en el referéndum ilegal del 1-O y se declara soberanista. Obviamente, puede defenderse todo esto en España pero lo extraño es que forme parte del Gobierno de España alguien que defiende todo esto.
Lo que en el fondo defienden quienes reivindican el derecho a decidir es que el resto de los ciudadanos no decidamos sobre lo que nos compete a todos
Respecto al derecho a la autodeterminación, no existe tal derecho ni en la Constitución Española ni en ninguna otra constitución del mundo (salvo en la de Etiopía, y no para permitir la independencia de un territorio sino para reorganizar su estructura territorial interna). La ONU reconoce el derecho a la autodeterminación únicamente en dos casos: a las colonias en el contexto del proceso de descolonización para que sean plenamente independientes y libres y a aquellos territorios donde el gobierno central vulnera gravemente los derechos humanos, como forma de garantizar su salvaguarda y la democratización del territorio. Por lo demás, no existe tal derecho. Lo que en el fondo defienden quienes reivindican el derecho a decidir es que el resto de los ciudadanos no decidamos sobre lo que nos compete a todos, como es la distribución territorial del Estado o el propio devenir de España.
Respecto a lo segundo, no parece que votar en un acto ilegal organizado por quienes pretendían vulnerar la Constitución Española sea la mejor carta de presentación para ser ministro ni la mejor manera de cumplir y hacer cumplir la legalidad vigente sino todo lo contrario. Y es que las leyes pueden cambiarse, pero a través de los procedimientos legales establecidos. Mientras no se cambian, deben cumplirse, como hacemos el común de los ciudadanos corrientes.
En cuanto a su autodefinición de soberanista, no hará falta aclarar que se refiere a la supuesta soberanía de Cataluña, no a la de España. Y no se me ocurre nada más reaccionario que defender la parcelación del territorio común, la ruptura del Estado redistribuidor y el deseo de convertir en extranjeros a millones de ciudadanos (aunque solo sea como medida de presión para alcanzar más ventajas políticas y privilegios económicos a costa del resto)… ni nada más contradictorio que reivindicarse de izquierdas y pretender todo aquello. Por mucho que se haya convertido en la norma.
Joan Subirats es un académico, un catedrático y una persona con una amplia trayectoria intelectual. Pero es soberanista, apoyo un referéndum ilegal y es soberanista. Sé que, en los tiempos actuales, no puede extrañar a nadie que alguien con estas ideas pueda ser ministro (de hecho, ni mucho menos es el único). Sin embargo, debo insistir en que España necesita justo lo contrario: restar poder a los nacionalistas y defender más unidad y más igualdad para todos.