Teodoro León Gross-ABC
- Para Sánchez, en definitiva, la convivencia no es un éxito sino un obstáculo
Este 2025 suma, al terminar, un fracaso más del sanchismo, aunque quizá solapado por otros fracasos más epidérmicos para los ciudadanos. Sánchez quiso convertir 2025 en el Año Franco, anunciando decenas de actos para conmemorar su muerte y acciones para el borrado del periodo de la dictadura. El instinto del presidente, siempre guiado por la lógica divisiva y los réditos de la confrontación, aquí encontraba un espacio fácil: «los que están en el lado correcto de la historia» vs. «los que están en lado de los fascistas». Se trataba de excitar la memoria histórica para reforzar el Muro levantado en esta legislatura y así rearmar la moral de su electorado evitando las fugas hacia el otro lado. Pero los muros suelen acabar mal.
El truco no ha funcionado. Al final a los magos se les agotan sus recursos, como el amor a Rocío Jurado, de tanto usarlo… o les falla la puesta en escena. La coartada era groseramente obvia en medio de los escándalos de corrupción y de los acosos encubiertos por Ferraz y Moncloa. Por añadidura, esta vez el Rey le ganó el relato y se celebró lo que sí merecía la pena celebrar: 50 años de la restauración monárquica, un hito memorable para la nación que marcó el comienzo de la Transición a la democracia como monarquía parlamentaria integrada en Europa. Sánchez quiso derrotar en 2025 a Franco, cincuenta años después, pero ya había un ganador y fue la sociedad española con la Transición. Pero no por casualidad Sánchez ha hecho su travesía en el poder con los enemigos de la Transición y el Régimen del 78, y en su reescritura de la historia hasta pactó con Bildu prolongar la dictadura hasta la victoria de Felipe González. De ahí la bajeza con que el PSOE y sus medios afines se han sumado a una denuncia torticera contra Adolfo Suárez para desacreditar la memoria de esos años.
Para Sánchez, en definitiva, la convivencia no es un éxito sino un obstáculo. Pocas horas después de que el Rey dedicase su mensaje de Navidad al valor de ésta y el respeto tolerante al rival, su ministro Puente comparaba a Feijóo y Mazón con Franco y Millán Astray. Toda la analogía era un gesto tan universal como echar la mano al hombro. Sanchismo en estado puro, destilado en toda su inquina. Pero efectivamente los trucos del mago ya no rinden. El PSOE atribuía «las líneas rojas» de las que habló el Rey a la extrema derecha, pero ellos gobiernan con una mayoría frankensteiniana de extremistas, populistas y nacionalistas en su mayoría hostiles a la propia España: Bildu, ERC, Junts, Podemos, los socios de Sumar como Más Madrid o los Comunes, BNG, Compromís… Y los ciudadanos, salvo en las comunidades beneficiadas de Cataluña y País Vasco, saben qué líneas rojas se han cruzado y se van a seguir cruzando. En 2026 a Extremadura le seguirán derrotas similares desde Aragón hasta Andalucía. Pero Sánchez no va a aceptar que al final sólo queda el abismo, como para Thelma y Louise, y preferirá siempre ir al choque.