Ignacio Camacho-ABC
- Al líder de Podemos le entró ayer un ataque de cuernos y el presidente le dio satisfacción en tiempo récord
Media mañana les duró ayer a los ministros económicos el sueño de dejar a Pablo Iglesias fuera de la comisión de control de los fondos europeos. Comisión que en realidad sirve de poco porque Sánchez ha centralizado la gestión real de los proyectos bajo la supervisión de ese Gabinete paralelo que coordina y en la práctica dirige desde La Moncloa el trabajo de los ministerios. Sea como fuere, en la alineación de ese equipo no figuraba en un primer momento el líder de Podemos, aunque sí una Yolanda Díaz que al parecer no figura ya en su círculo directo. Tras conocer por la radio el borrador del decreto al macho alfa le entró un ataque de cuernos, exigió una rectificación al presidente y la obtuvo en tiempo récord: apenas unas horas después compareció María Jesús Montero para anunciar que la comisión de marras se había convertido en un pleno de todo el Gobierno, incluido naturalmente el celoso vicepresidente tercero.
Sucede que dicha vicepresidencia, la de Asuntos Sociales, carece de competencias en materia de economía, por lo que el interés de su titular en formar parte del equipo gestor del dinero de la UE obedece sólo a dejar claro el peso de su influencia política. Mensaje para sus colegas socialistas: no piensa quedarse al margen de ninguna cuestión simbólica o decisiva y tiene suficiente capacidad de presión para que cualquier maniobra en su contra resulte fallida. Ya intentaron excluirlo del comité de la pandemia y su respuesta fue la misma: una llamada a Sánchez y al instante tuvo reservada una silla. ¿Para qué? Para estorbar, para meter baza conspirativa, para que ningún plan gubernamental quede exento de su dosis de ideología. Para que conste que la cadena de mando no funciona sin su fielato intervencionista y, sobre todo, que el Ejecutivo entero le debe pleitesía. Que sus adversarios internos, esos que andan llorando por las esquinas, se olviden de la más mínima esperanza de perderlo de vista. No es el cariño sino el poder lo que le motiva, y por mucho que lo aborrezcan, el presidente sabe que lo necesita.
Todas esas especulaciones madrileñas sobre un giro moderado tras los Presupuestos son pensamiento ilusorio, fantasías condenadas al fracaso. La coalición soportará tensiones, conflictos y hasta portazos porque como todo matrimonio de conveniencia se sustenta en un mutuo principio pragmático. No hay legislatura posible con los escaños del PSOE, del PNV y de Ciudadanos; es Iglesias el que aporta el apoyo parlamentario, el suyo y el de los separatistas catalanes y vascos. Tiene la llave del mandato y ha entendido rápido que a su socio sólo le interesa -como a él mismo- su propio liderazgo: ni el partido, ni el Consejo de Ministros, ni la compleja estructura del Estado. Entre ambos no caben interferencias de personajes secundarios. En el darwinismo de la zoología política, los límites del territorio se marcan meando.