¿El fin de Batasuna?

CÉSAR VIDAL,  LA RAZON 07/01/13

En 1865, los estados del sur que habían pretendido independizarse de la Unión estaban totalmente derrotados. No sólo eso. Gracias a sucesivas enmiendas constitucionales, la esclavitud fue declarada ilegal y se abrió el derecho de voto a los negros. En apariencia, el sistema nacionalista que había llevado a la nación a la guerra civil estaba aniquilado. Sólo en apariencia. Nathan Bedford Forrest –uno de los genios militares de la guerra que había logrado ascender de soldado raso a general de división, que una y otra vez derrotó a los ejércitos del norte y que todavía en pleno siglo XX causaba la admiración de Rommel– ideó un plan para que la derrota se convirtiera, al fin y a la postre, en victoria.

Aprovechó la existencia de una sociedad clandestina denominada el Ku Klux Klan para sembrar el terror en los estados del sur, atemorizar a los negros emancipados y lograr la marcha de los blancos del norte que habían acudido a ayudarlos. Por supuesto, la Casa Blanca intentó combatir al KKK, pero, al cabo de una década, la conclusión a la que llegó el Ejecutivo fue simplemente que era mejor dar por concluido el periodo de la Reconstrucción y dejar que los supremacistas blancos siguieran gobernando los estados del sur. El KKK se disolvió entonces formalmente, pero, en la práctica, había obtenido todo lo que deseaba. Mediante los denominados Black Codes excluyó a los negros de la vida pública, mantuvo el sistema de discriminación racial y, de hecho, hubo que esperar otro siglo para que las conquistas de Lincoln se convirtieran en realidad. Me ha venido todo esto a la cabeza al escuchar que Batasuna juega con la idea de disolverse. Por supuesto, los criminales de ETA –consideraciones morales aparte– jamás han tenido gente del temple de Forrest o de Jackson por la sencilla razón de que nunca han pasado de ser un hatajo de asesinos de mujeres, niños y demás seres indefensos.

Pero a pesar de esa diferencia, que nadie se engañe. Los nacionalistas vascos que asesinaron a un millar de inocentes no se han dado por vencidos y más cuando ni el Gobierno anterior ni el presente han movido un dedo para sacarlos de las instituciones. Simplemente han llegado a la conclusión de que el Ejecutivo se ha rendido y que pueden imponer su modelo supremacista exactamente igual que antaño el KKK. Esperemos que esta vez, para que impere la libertad, no haya que esperar como en el Sur profundo todo un siglo.

CÉSAR VIDAL,  LA RAZON 07/01/13