EL PAÍS, 26/10/11
Pese a las diferencias sobre su vigencia, López y Garaikoetxea señalan el Estatuto como el «camino que había que elegir» frente al «totalitarismo» en su 32 aniversario
Euskadi vive estos días inmersa en la euforia de quien se sabe testigo de la historia ante el final del ciclo terrorista de ETA. Ayer, en la sede de Presidencia del Gobierno vasco en Vitoria, la celebración del Día de Euskadi, en el 32 aniversario de la aprobación del Estatuto de Gernika con el «sí» del 90% de los votantes, se convirtió en un buen momento para que quienes optaron entonces por el acuerdo entre diferentes se reafirmaran en que fue el camino adecuado. El abrazo entre el socialista Ramón Rubial y el entonces peneuvista Carlos Garaikoetxea, hace 32 años, recordó el lehendakari Patxi López, simbolizó aquella voluntad de vivir juntos, de compartir un futuro común: «La derrota del terrorismo es también la victoria de nuestro autogobierno y el gran acuerdo que lo hizo posible».
Minutos antes, los presentes pudieron escuchar al primer lehendakari que desarrolló el autogobierno, Carlos Garaikoetxea, incidir en que el nacionalismo moderado acertó al apostar por construir Euskadi desde las instituciones, en vez de escuchar los cantos de sirena de una izquierda abertzale que se negó a reconocer que la democracia había llegado con el Estatuto de Gernika.
«Esta es una buena ocasión para reafirmarnos en que entonces elegimos el camino político que había que elegir para afrontar los enormes retos y urgencias que este país tenía en todos los órdenes», proclamó Garaikoetxea, que recibió la Cruz del Árbol de Gernika durante el acto. «Había que rehabilitar y apuntalar el edificio de este país. Y no fuimos bien comprendidos por quienes elegían otros derroteros», añadió en alusión a una izquierda abertzale, con ETA a la cabeza, que tardaría tres décadas en subirse al tren de la democracia.
Este preludio no impidió que el hoy presidente de Eusko Alkartasuna recordara en su discurso que su partido, integrado en Bildu, coalición independentista articulada en torno a la nueva izquierda abertzale, considere agotado el actual marco estatutario. «Aquel camino emprendido hace tres décadas», dijo, «se nos ha quedado angosto. Y pensamos muchos en la necesidad de ensancharlo hasta los límites que marque la voluntad democrática de nuestro pueblo».
López, por su parte, que ya ha anunciado su intención de priorizar el «derecho a convivir», para recomponer el tejido social de una sociedad herida tras décadas de violencia terrorista, frente al «derecho a decidir» en esta nueva etapa, incidió en que conmemorar el aniversario del estatuto es «mucho más que recordar el listado de competencias». «Es un día para poner en valor la convivencia, el autogobierno y el pacto entre vascos y vascas que ha hecho posible la Euskadi que tenemos». «Hoy, después de tantos muertos, de tanto sufrimiento […] podemos decir que el autogobierno sigue siendo el punto de encuentro de la inmensa mayoría de la ciudadanía», abundó.
«ETA ha sido derrotada porque […] no ha logrado imponer sus postulados políticos totalitarios. Y sobre todo, porque no ha hecho que el resto perdamos la humanidad; que nos convirtamos también en totalitarios», añadió. Tras recordar a quienes «defendieron la libertad», a los asesinados, a los gremios amenazados, a los miles de héroes anónimos, como los conductores de autobús que lidiaron con la kale borroka, e incidir en que en Euskadi hubo «violencias terroristas» en plural, refiriéndose a los GAL, invitó a los presentes a mirar al futuro. «Es un escenario de problemas diferentes, sin duda, pero está en nuestras manos conquistarlo. Nos toca restañar heridas y superar el pasado. […] Los vascos podemos más, mucho más. Hasta ahora hemos trabajado con una mano atada a la espalda por la violencia terrorista, hoy somos totalmente dueños de nuestro futuro», concluyó.
En su referencia a los ocho galardonados ayer, el lehendakari recalcó que todos, en sus respectivos ámbitos, son ejemplos a seguir, «modelos que deben ser guía de nuestra forma de vivir, de nuestra forma de entender la aportación y el esfuerzo personal con la convivencia y progreso colectivo».
EL PAÍS, 26/10/11