El Mundo 27/11/12
Salvador Sostres
El director del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat de Cataluña ha puesto su cargo a disposición por haber publicado una encuesta hace 15 días que le daba mayoría absoluta a CiU. Es un buen primer paso en la correcta dirección y hay que celebrar que alguien asuma por fin alguna responsabilidad.
Queda sin embargo mucho por hacer. No ha dimitido Quico Homs, jefe en la sombra de la penosa campaña, ni tenemos todavía noticia de que José Antich, director de La Vanguardia, haya presentado su irrevocable dimisión, después de haber convertido al periódico del conde de Godó en un panfleto convergente y perdedor, y de haberse constatado, a través del fenomenal batacazo electoral de CiU, la escasa influencia que La Vanguardia tiene hoy en la sociedad catalana.
Tampoco ha dimitido, de momento, el director de la empresa de sondeos Feedback, que es la que prepara las encuestas de CiU y, qué casualidad, también las de La Vanguardia. Es como cuando me fui de casa, que mi madre me mandaba a su asistenta algunas horas por semana para que emanciparme no me saliera, al principio, tan caro.
Lo más significativo del fracaso de Mas es que la trama ha quedado por primera vez al descubierto. La tenebrosa maquinaria de medios de comunicación comprados, públicos y privados, se ha demostrado inútil frente a un pueblo que ha expresado libremente su voluntad. Los resultados del domingo fueron la victoria del individuo contra el aparato, de la pequeña libertad personal contra los que no han dejado de pisotearla.
Hacía tiempo que los catalanes no teníamos algo tan extraordinario que celebrar. Los independentistas votaron a ERC, bajo el brillante liderazgo de Oriol Junqueras, y los unionistas a Ciutadans, dos partidos ignorados y hasta despreciados por la prensa comprada: al debate que organizó la televisión de La Vanguardia ni les invitaron. Mas se ha pasado la campaña diciendo que quería escuchar la voluntad del pueblo, pero nunca nadie había pagado tanto para tratar de silenciarla.
No ha fracasado el independentismo, que continúa siendo igual de mayoritario en el Parlament que tras las elecciones de 2010, e incluso más. Ha fracasado Mas y con él los patanes de los que se ha rodeado. Ha fracasado un proyecto personal que se ha basado en la mediocridad y el engaño. Por primera vez se le han visto las vergüenzas a la siniestra trama y un pueblo entero se ha dado cuenta de que no hace falta seguir pagando. El domingo los catalanes recordamos que la libertad es un gesto interior y que toda épica empieza por uno mismo. Tenemos que aprender a ser más exigentes y a rebelarnos contra lo panfletario. El pragmatismo está bien, pero tendría que limitar, como mínimo, con la ley.
En su descarada inmoralidad, ya ayer La Vanguardia se distanciaba de Mas, le castigaba con un semáforo rojo y hablaba en tercera persona de un fracaso que es igual de suyo que de Convergència.
Ayer fue un día francamente agradable en Cataluña por el silencio propiciado por tanta cabra huérfana que se quedó callada por no saber al son de qué música le tocará bailar a partir de ahora, ni si el próximo que pague preferirá la trompeta o el teclado electrónico, ni si habrá que subir la escalera o bien bajarla.
No hay nada tan hermoso como ver temblar a la trama.