Miquel Giménez-Vozpópuli
- Aunque el procesamiento es grave, no es menos cierto que a los españoles nos plantea un problema
Dice un viejo refrán que la conciencia es, a la vez, testigo, fiscal y juez. Me permito añadir que eso es cierto siempre y cuando se posea tal cosa, pero mucho me temo que en estos tiempos tener conciencia no es lujo que se permitan los gobernantes. Seguramente el Fiscal General del Estado García Ortiz ha dicho que no piensa dimitir tras ser procesado por el Tribunal Supremo porque su conciencia ha testificado en su favor, como fiscal no se ha encontrado culpable y su decisión ha sido declararse inocente.
¿Y de cuando acá dimite alguien que no cometió delito, por mucho que un juez así lo sospeche? Y deben ser lo que se antaño se denominaban como sospechas harto fundadas, puesto que el magistrado Don Ángel Hurtado se ha llevado pa’lante al Fiscal General – y, ya de paso, a la Fiscal Provincial de Madrid, Doña Pilar Rodríguez – por un presunto delito de revelación de secretos. Lo del novio de Ayuso, vamos. Ahora en el juicio todo el mundo tendrá ocasión de exponer sus razones y pruebas y al final se dirá que si sí o que si no. Será cosa curiosa ver al fiscal interrogando al Fiscal General. Su superior jerárquico, vamos. ¡Tal sucedido es similar al de interrogar, no lo quiera Dios, a tu suegra! Es una lástima que el Tribunal Constitucional no sea un tribunal de justicia ni de casación, porque estas cosas el señor Conde Pumpido las resuelve con una limpieza y prontitud dignas de todo elogio. No hay persona más bien mandada en toda España, vive Dios.
La cosa del juicio tendrá su miga, porque el juez instructor piensa que el ahora procesado actuó según indicaciones que se recibían directamente de presidencia del gobierno. Si esto queda probado sólidamente a lo largo de la vista sería suficiente como para procesar a Sánchez, claro. Esto me plantea una duda filosófica. Como cada vez que estalla una bomba de guano contra el Sátrapa que Camina o alguno de sus conmilitones pasa algo muy gordo intento adivinar qué pasaría si se probase que, efectivamente, el Fiscal General colocado por Sánchez siguió las instrucciones que este le dio supuestamente.
¿Estallaría la tercera guerra mundial? ¿Los marcianos invadirían la tierra? ¿Oscar Puente se iría a la Royal Shakespeare Company a interpretar al Duque de Próspero en “La Tempestad?
¿Estallaría la tercera guerra mundial? ¿Los marcianos invadirían la tierra? ¿Oscar Puente se iría a la Royal Shakespeare Company a interpretar al Duque de Próspero en “La Tempestad? Son especulaciones, pero como el Fiscal General procesado dice que no dimite ni jarto vino bien pudiera seguir en el cargo desde la cangrí; y si Sánchez fuese declarado culpable de algo, cosa imposible en tan angelical ser de luz, podría continuar haciendo de presidente desde La Mareta. O dejarlo en libertad y, en lugar de uno de esos aparatos que se colocan en el tobillo para saber dónde se encuentra el reo, que le siga un tertuliano de La Familia de la Tele que, como son unos cotillas, lo contaría todo. Quién sabe.
Pero aunque el procesamiento es grave, no es menos cierto que a los españoles nos plantea un problema: estamos en esa época del año en la que acuden a nuestro país millones de turistas y, claro, alguno preguntará como es posible, primero, que tengamos a un Fiscal General del Estado procesado que sigue en el cargo y, segundo, como se le consiente que no dimita. Ignoro lo que les dirán ustedes a esos gambones coloraos nórdicos, pero servidor ya tiene un cartel dibujadico cual romance de ciego, para ir por las playas explicando el asunto. Empieza diciendo “Esta es la historia señores del malhadado Fiscal, contada de cabo a rabo, que no por ser General pasó ese Fiscal de cabo” y seguir un ratico narrando el asunto para finalizar con una moraleja: “Que no fue Fiscal de medro, ni Fiscal de mal talante, fue siempre el Fiscal de Pedro, por eso se va pa’lante”.
Igual me saco unas perrillas con el invento.