EL CORREO 24/04/13
«Nada puede justificar un acto tan bárbaro, con sangre fría total y ausencia de piedad», dijo durante el juicio.
PARÍS. La Fiscalía francesa pidió ayer al Tribunal Especial de lo Criminal de París cadena perpetua para el ex jefe militar de ETA Mikel Karrera Sarobe, ‘Ata’, como ejecutor de los asesinatos de los guardias civiles Fernando Trapero y Raúl Centeno en diciembre de 2007 en Capbreton (Las Landas). «Raúl y Fernando fueron ejecutados como animales en el matadero», subrayó el fiscal Jean-Paul Content, quien destacó «la sangre fría total y la ausencia de piedad» mostrada con dos víctimas desarmadas. «Nada puede justificar un acto tan bárbaro», enfatizó antes de insistir en que «ninguna democracia puede tolerar semejante barbarie».
El representante del Ministerio Público solicitó la imposición a Karrera Sarobe de un período de seguridad de 22 años. Esa disposición acarrearía el cumplimiento íntegro de ese plazo antes de poder acceder a cualquier tipo de beneficio penitenciario. Justificó esa severidad por «la atrocidad de los asesinatos».
Además, pidió 30 años, con 20 años de período de seguridad, para Saioa Sánchez Iturregi, ‘Ihintza’, y Asier Bengoa López de Armentia, ‘Pagadi’, en calidad de coautores del doble crimen. Contra Garikoitz Aspiazu Rubina, ‘Txeroki’, imputado como dirigente de organización terrorista, requirió de 12 a 15 años de prisión. Por último, demandó de 7 a 8 años para Ibon Goieaskoetxea Arronategi, ‘Emil’, y 5 años tanto para Eider Uruburu Zabaleta, ‘Amets’, como para la huida Iratxe Sorzabal, ‘Ezpela’, presunta integrante de la ejecutiva de ETA, que es juzgada en rebeldía.
«ETA, organización paramilitar, no hace las cosas de manera improvisada. Hubo existencia de un entendimiento previo, aunque mínimo y de corta duración», argumentó Content, quien observó que «a partir del momento en que hay reparto de papeles antes de pasar a la acción eso basta para caracterizar la premeditación». A su juicio la decisión de matar a los dos guardias civiles se tomó en el mismo aparcamiento del centro comercial en el que fueron tiroteados dentro de su coche de servicio.
El fiscal defendió la tesis de que Sánchez y Bengoa se colocaron junto a cada una de las puertas delanteras del vehículo para evitar que sus ocupantes pudieran escapar mientras Karrera registraba en la parte trasera sus pertenencias para cerciorarse de su condición de militares españoles, demostrada al descubrir sus carnés profesionales. Tras valorar que «el autor material no hubiese podido realizar él solo su proyecto», planteó que «la ejecución de los dos hombres, si se confirmaba que eran guardias civiles, se tomó antes de la acción y fue la consecuencia inevitable». «La comprobación de encontrarse en presencia de sus enemigos entrañará su eliminación», proclamó.
El acusador en nombre de la República Francesa observó que nadie puede predecir el futuro ni saber «si el ‘conflicto’ se acabará, habrá un Estado vasco o será posible una amnistía». «Lo que es seguro es que la Justicia no tiene ninguna legitimidad para intervenir en el debate político ni puede depender de esas situaciones», alegó.
Al igual que el fiscal, las acusaciones particulares opinaron que solo un dirigente de ETA como ‘Ata’, entonces jefe del aparato logístico, podía tomar una decisión tan grave y cargada de consecuencias. También coincidieron en defender la validez de las pruebas de odorología, que sitúan a Karrera, Sánchez y Bengoa en el escenario del crimen, pues «ese olor de muerte será detectado por perros a los que les gusta oler la mierda», dijo el abogado Bérenger Tourné, mirando al banquillo de los acusados.
«Reptil en las venas»
Este letrado, representante de los familiares de las víctimas, se preguntó «qué clase de reptil hay que tener en las venas para pegar casi el cañón a la sien y apretar el gatillo contra Fernando y Raúl, y cuando este último se agarra a la vida y en un último aliento se levanta del asiento, rodear el coche para obligarle a meterse dentro de nuevo y volver a disparar una tercera vez para rematarlo».
Desde su punto de vista fueron asesinatos en coacción perfectamente premeditados con ocho minutos de reflexión, tres de coordinación y 30 segundos de ejecución. «Yo quiero creer que los dos jóvenes guardias, de 23 y 24 años, asumieron el riesgo heroico de avisar por radio y esperar instrucciones o quizá refuerzos. Nunca lo sabremos», dijo tras lamentar la incomparecencia de representantes del Estado español, el anonimato de las declaraciones sumariales de los responsables del dispositivo policial desplegado en Capbreton y el mutismo de los acusados.
EL CORREO 24/04/13