Llucia Ramis, EL MUNDO 22/11/12
Los jóvenes de Esquerra organizan un acto en la Universitat Pompeu Fabra con el candidato Oriol Junqueras. Al llegar, un danés le pregunta por qué quiere la independencia. Contesta: «¿Te gustaría que los alemanes decidieran el futuro de Dinamarca?». Así como están las cosas, me temo que Merkel lo decide de toda Europa.
Es la primera vez que Lídia e Isidre participarán en la Democracy Megaparty: «Si la segunda fuerza es el PP, viviremos en una Cataluña de derechas; si lo es ERC, en una Cataluña independentista». No lo ven claro. Entonces, ¿se descartan las CUP? «Demasiado radicales». A su edad, me hubiera gustado meter punkarras en el Parlament, pero ellos se debaten la juerga entre Junqueras y Herrera. Les va el rollo blando.
El aula se ha quedado pequeña y el candidato tiene que dirigir a los alumnos hacia el auditorio. Alguien lo compara con el flautista de Hamelín, como si se fuese a llevar a los niños lejos de España, abandonando a su patria madre. Un señor Pepe, seguidor del Betis, le dice que es el mejor candidato con diferencia. Hasta tal punto, que resulta demasiado bueno para ser político. Quizá lo perviertan con, por ejemplo, un pacto con CiU. Por sus gestos y el porte, lo llaman maliciosamente el capellán. Por eso, cuando dice que en la universidad están los «apóstoles del saber», me asusto.
La carrera de moda es Económicas, como antaño lo fuera Periodismo, ese expendedor de vendedores de bicis, camareros en Londres, parados, meretrices culturales y candidatos de las JERC; es el caso de su aventajada alumna Marta Vilalta: «No somos la generación ni-ni, ni la generación precariedad, ni seremos la generación perdida». Tras la generación creyente (vivió la Transición como si ser de un partido fuera una religión), llegó la generación crédula (ésa que estudió periodismo y pensó que, si se esforzaba, podría cambiar las cosas). Ahora le toca a la generación apática o postcínica. De ahí que la ideología nacionalista se ampare en cuestiones de bolsillo.
El mediático Junqueras es profesor de Historia, Economía y un montón de cosas más. Ha leído a Umberto Eco y da una lección magistral a pelo (sin micro). Explica qué es la Captatio Benevolentiae: «Hay que ganarse la atención de las personas que no saben de lo que les hablas y la confianza de aquéllas que sí lo saben». No utiliza la Captatio Malevolentiae para despegar a más de uno del WhatsApp, pero se preocupa de que le escuchen.
Habla de la oferta monetaria y de la tendencia económica a utilizar la misma receta para problemas distintos: «Es como si quisieran curarnos de una gripe enyesándonos el pie porque la última vez que fuimos al médico teníamos el tobillo roto; pues bien, saldremos con fiebre y cojos». Habla de las LTRO, también conocidas como litronas. Y cita a Ibn Jaldún y Milton Friedman, «si no sabéis quiénes son, vamos mal. Pero consultadlo en Wikipedia o a alguno de vuestros insignes profesores». Como pasa siempre con los maestros, la clase acaba con muchos deberes por hacer. Pienso en Hamelín, los apóstoles y una flauta. Ésta no ha sonado por casualidad.
Llucia Ramis, EL MUNDO 22/11/12