ABC 23/09/16
IGNACIO CAMACHO
· Sánchez no irá desnudo al Comité. Si Rajoy resistió dos derrotas, él pretende salir vivo de tres… en el mismo año
PEDRO Sánchez quiere batir un record. Si Rajoy resistió dos derrotas electorales, él pretende salir vivo de tres… en el mismo año. Ha asimilado todos los tics que reprochaba al marianismo: el silencio hermético, el tiempo como parapeto, la confianza en el agotamiento de los adversarios. «No le gusta la comparación, pero se está espejando en Mariano. O más bien en lo peor de Mariano. Y lo que pone de su cuenta es una osadía temeraria», dice un socialista no alineado, de los de que desconfían tanto de las intenciones del líder como de la indecisión de los críticos. «Si yo tuviera que apostar, lo haría a que aguanta el pulso. Su baza principal es que ningún barón está dispuesto a fracturar el partido; ese es el límite de la conjura».
Sánchez no irá desnudo al Comité Federal, por fuerte que sea el descalabro del domingo. La propuesta de formar Gobierno la ha trabajado en la oscuridad, a cencerros tapados y sin hablar con los suyos. Las huellas de sus pasos ha habido que seguirlas a través de Podemos, donde se ha abierto una grieta que tiene que ver con el acercamiento al PSOE. El día 1 se presentará ante la asamblea con un acuerdo con Iglesias y los nacionalistas, previa rebaja del referéndum de autodeterminación, o bien con una propuesta de consulta a los militantes para que le autoricen a negociar un pacto que ya tiene esbozado. En ninguno de los dos casos será fácil para los disidentes decirle que no sin cargar con la responsabilidad de la repetición electoral, aunque andan muñendo el modo de volver a atarle las manos. Pero cualquier salida intermedia, si la hay, pasa por mantenerlo en el liderazgo y dejarle repetir como cabecera de cartel; en este momento tampoco existe nadie dispuesto a desafiarlo en unas primarias, ni siquiera un aspirante claro para hacerse cargo de la oposición en una travesía del desierto con 85 escaños.
Así que se va a imponer por desistimiento de sus detractores. Si ya era remota la idea de forzar la abstención y de paso la renuncia del líder, ahora parece simplemente descabellada. El espectáculo sería digno de una exposición dadaísta: un partido que renuncia a gobernar, derroca a su jefe y le entrega su cabeza recién decapitada al rival histórico como regalo de investidura. Aunque la mayoría de los barones lo haría de buen grado, y así lo expresan en voz baja, el paso siguiente tendría que ser montar una gestora… para disolver en orden las agrupaciones. La gran dificultad de los anti-sanchistas consiste en que están limitados por el miedo a dividir la organización, al suicidio colectivo. Sánchez, no; es un hombre acorralado con poco que perder y tiene ante sus opositores la ventaja de esa clase de desparpajo autosatisfecho que algunos irresponsables confunden con la audacia. Por segunda vez se va a lanzar a por la Presidencia y, la alcance o no, la simple postulación lo mantendrá a flote. El partido puede cargarse a su secretario general… pero no a su propio candidato.