Juan Carlos Girauta-ABC
- En ella se ve y se quiere ver media España desde que se remangó y se puso a gestionar la incertidumbre en plena pandemia global
Ayuso tiene un momento dulce tan largo que ya es un año dulce. Su estado de ‘flow’, que diría un psicólogo de Chicago, está durando tanto como el extravío de sus abejorros, los del debate. Eso pasa, no te entristezcas, Pablo, que luego te entra la furia. No te cabrees, Pedro. ¿Quién te mandaba meterte de hoz y coz en una campaña que no era la tuya?
Mi tesis sobre el presidente, a diferencia de la suya, existe, y es esta: se creyó la caricatura de Ayuso y quiso apuntarse un triunfo fácil. Ja.
Medios de progreso y políticos sin luces escogieron a Ayuso como nuevo muñeco de pimpampum, los ilusos. Y desmemoriados, porque la última vez que se aplicaron
con tanta saña a la humillación gratuita, al escarnio público, a las campañas de rumores fabricados y al asesinato civil de alguien fue con Esperanza Aguirre. Nada menos. Le inventaron lo de Sara Mago los que le atribuyen a Serrat la poesía de Machado Antonio.
Aguirre se los comió siempre con patatas, y hasta cuando perdió había ganado. Ayuso despliega un desparpajo nuevo, como procede. Y en esta era de raras servidumbres, se pone el traje de buzo cada día para bajar un rato a las tóxicas redes sociales. Por lo demás, se conduce con la misma soltura que su antecesora. Agita el estandarte liberal despertando similares ilusiones. Como ella, frustra implacable a sus perversos, ingenuos lapidadores.
Cuando estás en racha estás en racha. Pero si encima aguantas la mirada sin revelar nada más que lo que quieres, llevando una y otra y otra vez a pérdidas, al ridículo y la rabieta estéril, a los tramposos que te querían desplumar; si encima te anticipas a todos los movimientos del contrario, indefectiblemente; si encima el público te aplaude entusiasmado mientras a ellos los abuchea, entonces estamos ante una partida de las que hacen historia. Ante una campaña como ha habido pocas.
¿Por qué son trascendentes estas elecciones regionales? Es sabido. Pero lo sabido hay que articularlo. A estas alturas está más que definido el contraste de proyectos entre lo que representa Ayuso y lo que representa el constructo sanchista. En ella se ve y se quiere ver media España desde que se remangó y se puso a gestionar la incertidumbre en plena pandemia global, enfrentando erguida las paradojas de la salud y la economía. Y fue la única sin miedo, el único líder de la piel de toro.
Al encarnar todo ese significado virtuoso, la derecha liberal-conservadora prima por fin su primer adjetivo, se sacude las tonterías, le saca la lengua al solemne progrerío de pesada pompa. De paso repara en cuestiones que trascienden lo regional y aun lo nacional: la urgente necesidad de desburocratizar, la llama sagrada de la iniciativa privada, la fe en la espontaneidad, la asunción de la complejidad del mundo, que lo hace inaprensible a ingenieros sociales. Danzando ingrávida entre tales fuerzas invisibles, las armoniza, fluye, brilla y gana.