Alberto Ayala-El Correo
Pedro Sánchez sigue sin controlar la agenda política. No sólo. El presidente se ve obligado a operar con la que le marcan jueces, oposición, socios de investidura y algunos medios de comunicación. Hace un año las encuestas coincidían en que las elecciones generales iban a suponer el inicio de un nuevo ciclo político, el tercero de los populares en el poder. El PP, en efecto, fue el partido más votado, pero luego no logró más apoyo que el de la ultraderecha. Sí los consiguió Sánchez a cambio de concesiones de todo tipo a soberanistas e independentistas, y pudo mantenerse así en el poder.
Si el PSOE consiguió una dulce derrota en las urnas fue por la capacidad de Sánchez para movilizar a las izquierdas para cerrar el paso a las derechas. Y, sobre todo, porque su gobierno pudo exhibir un balance de gestión cuajado de medidas de apoyo a los más desfavorecidos y un trato exquisito a los jubilados. Pues bien, ocho meses después, Sánchez apenas ha aprobado una más que discutible ley de amnistía para quienes perpetraron gravísimos delitos durante el fallido ‘procés’. Una norma que se está topando con el boicot militante de la derecha y la ultraderecha judiciales. Que rechazan muchos de los suyos fuera de Cataluña, Euskadi, Navarra y tal vez Galicia. Y que, aun así, sigue sin garantizarle el respaldo de ERC y sobre todo de Puigdemont.
El ‘caso Ábalos’, el ‘caso Koldo’, primero. El comportamiento profesional, a todas luces carente de ética y hasta de estética de Begoña Gómez, la esposa del presidente, después. Y la escandalera mediática en la que seguimos inmersos, alentada desde el mundo conservador, han propiciado que el balance del Gobierno de progreso sea a día de hoy un folio en blanco.
Si todo era un infundio, sigo sin entender por qué Sánchez no compareció desde el primer momento a defender su comportamiento y el de su esposa. Por qué no interpuso las oportunas demandas que permite nuestro ordenamiento jurídico. Ese silencio, y el ataque en tromba del PP -al que le siguen salpicando escándalos de notable entidad como el espionaje perpetrado por la denominada ‘policía patriótica’ de Rajoy a 55 dirigentes y diputados de Podemos- han supuesto que la gestión gubernamental sea a día de hoy algo así como una nada acompañada de un insoportable griterío.
El colmo ha sido ese plan de regeneración democrática y contra la desinformación que prometió el presidente y del que avanzó unos retazos. Apenas el desarrollo de un reglamento europeo de obligado cumplimiento y un maquillaje del todo insuficiente de la llamada ‘ley mordaza’. Con esos mimbres, Sánchez no va a lograr sacar adelante nada. Al tiempo.
¿Y los Presupuestos, clave para que la legislatura continúe? Veremos. La magnífica marcha de la economía, pese a los negros augurios de Feijóo, la CEOE y muchos opinadores, que otra vez han vuelto a derrapar, concede al Ejecutivo una notable capacidad de gasto para 2025. Un dineral para atraer votos nacionalistas y con el que volver a respaldar a las clases más desfavorecidas pensando en futuras elecciones. Si Cataluña no hace saltar todo por los aires otra vez. Y no lo descarten. Puigdemont no pierde nada que no tenga ya perdido.