Irene González-Vozpópuli
- España es un país soberano que debe tener además una política exterior propia en beneficio de sus intereses y de la protección de los derechos de sus ciudadanos
Un miembro sonado de la Comisión de Asuntos de Inteligencia, el Jefe de Gabinete del Presidente del Gobierno, Iván Redondo, comenzaba la semana de propaganda y glorificación a Pedro Sánchez con un artículo publicitario de la nueva Oficina de Estrategia y Prospectiva para la España del 2050. No sospechaba en absoluto el inusual miembro del CNI, dedicado a los “Asuntos de propaganda”, que su principal acto de publicidad sobre “esperanza y futuro”, aplazado por la pandemia, fuese a ser ensombrecido por la entrada de forma ilegal, ordenada por el Gobierno de Marruecos, de 7.000 inmigrantes, (se estiman 2.000 menores entre ellos), en menos de 24 horas en Ceuta, cuya población es de 85.000 habitantes.
Lo que está sucediendo en la frontera con Marruecos no parece ser algo del entendimiento de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya. Tras toda una vida ocupando altos cargos en organismos internacionales en las primeras horas sólo pudo balbucear: “No nos consta”; “No concibo que un Gobierno ponga en peligro a menores” ante la ola migratoria sin precedentes organizada por el Gobierno alauí, utilizando una vez más a su población civil como carne de cañón. Lo que es inconcebible es que esta personalidad, Laya, sea ministra de Asuntos Exteriores y continúe hoy en su puesto.
En diciembre del 2020 Donald Trump antes de abandonar la Casa Blanca firmó una proclamación reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental: “¡Una propuesta de autonomía seria, creíble y realista de Marruecos es la ÚNICA base para una solución justa y duradera para la paz perdurable y prosperidad!”, declaró. Este acuerdo exigía la normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y Marruecos. Es prácticamente imposible que la nueva Administración Biden enmiende o se retracte de la jugada del anterior presidente del Gobierno de los EE.UU. No sólo por las posiciones que ya ha adoptado Marruecos en base a dicha proclamación, sino porque es un acuerdo que debilita al eje Rusia – Argelia que anhela desde hace décadas tener salida al Atlántico a través del Sáhara Occidental, al intentar estabilizar la zona reconociendo la soberanía de Marruecos sobre un territorio rico en minas de fosfato, una materia prima esencial. Así se fortaleció el eje EE.UU. – Marruecos y se transformó el tablero de alianzas de Oriente Medio al incluir a Israel.
Hubiese sido un momento oportuno para asegurar la integridad del territorio no colonial de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias (a 100 km de la costa saharaui) y evitar la tragedia y el desastre humanitario que provocan las oleadas de inmigrantes
Los intereses de España no estuvieron presentes en dicho Acuerdo. La pérdida de influencia y poder internacional de España durante las últimas décadas desde Zapatero, periodo en el que Marruecos ha venido ganando influencia y poder, ha provocado que no aparezca en el escenario para defender los intereses españoles en el conflicto. Hubiese sido un momento oportuno para asegurar la integridad del territorio no colonial de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias (a 100 km de la costa saharaui) y evitar la tragedia y el desastre humanitario que provocan las oleadas de inmigrantes, que siempre y en toda circunstancia responden a decisiones coordinadas de intereses geoestratégicos de los Gobiernos.
Poco antes de dicho acuerdo entre Marruecos y EE.UU., Podemos había iniciado una agenda política internacional paralela a la del Estado español que había incluido la reivindicación desde la Vicepresidencia de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara. Esta agenda de intereses morados internacionales, que no españoles, continúa viva con el Secretario de Estado comunista Santiago González, que lanzó desde las Instituciones proclamas incendiarias contra Israel y reconociendo al Estado palestino.
La acogida del líder polisario
La escalada de tensión entre Marruecos y España entró en un punto de no retorno ante un hecho que debe ser explicado por el presidente del Gobierno en las Cortes. La acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño a petición de Argelia.
¿Por qué Pedro Sánchez acogió a Ghali, que tiene causas judiciales abiertas en la Audiencia Nacional por delitos tan graves como genocidio, tortura, violación o secuestro? ¿Por qué se hizo en medio de una escalada de tensión con Marruecos y sin contar con el apoyo de EE.UU.? Cualquier oleada masiva migratoria tiene peores consecuencias humanitarias. ¿Por qué no lo acogió Argelia y sí España tras la negativa de Alemania de recibirle? ¿Qué pactó Pedro Sánchez con Argelia a cambio de dicho traslado? ¿Por qué una decisión que cambia la senda de España en sus alianzas no lo acuerda con el principal partido de la oposición?
España no puede tener una política exterior sierva de los intereses de Marruecos y expuesta a la inestabilidad propia de quien está en una posición debilitada
Celebro el viaje del presidente del Gobierno a Ceuta, algo que no hizo a Canarias, y su propósito de restablecer el control de la frontera, pero ha de responder ante el Congreso de los Diputados por estas cuestiones y por la absoluta ineficiencia del Gobierno, que se encontraba fuera de juego respecto a movimientos de masas poblacionales en su frontera con un país que había proclamado hostilidades previamente. Aunque Grande Marlaska haya devuelto en caliente a 2.700 inmigrantes de los 7.000 que han entrado de forma irregular, el daño a la soberanía nacional, la seguridad, la situación internacional de España y los derechos humanos, es irreversible y ha de tener consecuencias.
España no puede tener una política exterior sierva de los intereses de Marruecos y expuesta a la inestabilidad propia de quien está en una posición debilitada. España no puede acudir únicamente a las instituciones europeas, que hasta la fecha sólo han cosechado fracasos en la política de fronteras europeas. España es un país soberano que debe tener además una política exterior propia en beneficio de sus intereses y de la protección de los derechos de sus ciudadanos.
Si al presidente del Gobierno le preocupase “la política del largo plazo, de Estado, por encima de partidos y de consenso” con su Oficina de España 2050, debería empezar por un consenso con el otro partido con posibilidades de Gobierno, el Partido Popular, para trazar una política exterior común, de Estado, duradera. Al menos en lo que a Marruecos se refiere y no permitir que desde el Consejo de Ministros la ultraizquierda haga proclamas que comprometan la Seguridad Nacional, la diplomacia y la política exterior del Estado. El problema es que el mismo presidente del Gobierno habla de consensos para el 2050, pero hace imposible el diálogo en el presente con el principal partido de oposición al que llamaba hace dos semanas “fascista” en la campaña madrileña. Para que España tenga una política exterior de Estado, hay que empezar a cambiar la política cainita del PSOE.