Marcos Lamelas-El Confidencial
- Las dos exigencias que ha fijado JxCAT son que ERC rompa con la CUP su preacuerdo de investidura y que los republicanos de Gabriel Rufián dejen de pactar con el PSOE en Madrid
Tras el fracaso de Pere Aragonès en su intento de ser investido presidente de la Generalitat, Cataluña está más cerca del abismo de una repetición electoral, que quedaría fijada para el 12 de julio. De manera oficial, tanto JxCAT como ERC como la CUP aseguran que no quieren volver a las urnas. Todos los analistas políticos coinciden que una nueva convocatoria no beneficia a nadie. Pero los principales protagonistas parecen empeñados en jugar a la ruleta rusa. JxCAT humillando al futuro presidente catalán; ERC negándose a buscar alternativas, ni siquiera con los comunes. Y la CUP asegurando que si cambian su preacuerdo tendrán que votarlo de nuevo las bases.
La nueva fecha es el 26 de mayo. Pero todos aseguran que no se llegará tan lejos. La portavoz de JxCAT, Gemma Geis, manifestó en su intervención estar “segura de que no agotaremos los plazos establecidos”. Fuentes de ERC se mostraban esperanzados en poder cerrar un acuerdo en tres semanas, para Sant Jordi, la nueva fecha fetiche que manejan los expertos en política catalana. Pero no se explica en qué se basa este optimismo.Algunos apuntan a los 200 altos cargos de JxCAT que cobran de la Generalitat y que han sido claves para montar el partido. Otros en la imposibilidad de ERC para tener otros socios, algo que le reprochó la líder de Podemos, Jèssica Albiach, a Aragonès en su réplica final: “Cuando todo salga mal nosotros seguiremos aquí”. Pero todos estos análisis eluden cuestiones claves.
Para empezar, JxCAT no son solo 200 altos cargos. Se trata de una amalgama de diversas facciones que enfocan la negociación de manera diferente. Están estos altos cargos, pero también hay que contar con Waterloo, está el interior —Antoni Morral y los alcaldes como Anna Erra— y también hay que sumar a los díscolos de la presidenta del Parlament, Laura Borràs, que preferirían que su formación pasase a la oposición y que ERC gobernase en minoría, ya que solo va a poder dedicarse a la gestión autonómica. Y todos estos sectores han puesto en las manos de su secretario general, Jordi Sànchez, el timón de las conversaciones con ERC, las cuales pilota desde su celda en la cárcel de Lledoners. Si Sànchez insiste en llegar hasta el final, ninguna de estas facciones tiene fuerza para hacerle desistir después de llevar más de tres años encarcelado. Cada día que pasa ERC es más débil y JxCAT más fuerte. Por tanto, Jordi Sànchez se inclina por alargar la negociación lo máximo posible.Las dos principales exigencias que ha fijado JxCAT en el debate tampoco hacen que se pueda ser muy optimista: que ERC rompa con la CUP su preacuerdo de investidura y que los republicanos de Gabriel Rufián dejen de pactar con el PSOE en el Congreso. Todos parecen problemáticos.
Incongruencias y disonancias
Todo el escenario está lleno de disonancias e incongruencias. Entre las primeras que se plantee un acuerdo con la CUP. ERC se niega a romper su trabajado acuerdo con los anticapitalistas. Ante lo cual aspiran a estar en misa y repicando. Si la CUP ha de sumarse al nuevo acuerdo de legislatura que se alcance en Sant Jordi con JxCAT y lo tiene que someter a sus bases, se acabará llegando al límite del plazo. Y eso si se llega. Porque aunque JxCAT dice que es de izquierdas, sus ideas sobre, por ejemplo, la escuela concertada, no acaban de casar con lo que propugna la CUP. Habría más ejemplos, pero es una muestra de lo complicado que será en los próximos días cuadrar el círculo, por mucho que ‘juntaires’ y republicanos insistan hoy en que “el acuerdo está más cerca”.
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Exigencias de JxCAT
Gemma Geis ha mostrado en su intervención por dónde reventarán las costuras del acuerdo entre ERC y la CUP al pedir el “apoyo al sector turístico afectado; impulsar energías renovables para llegar al 100% en 2050 con consensos de país, pero sin moratorias; de ejecutar de la reforma urgente del sistema de salud”. Es solo un ejemplo, pero es todo lo contrario de lo pactado con los antisistema catalanes.