Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • El fracaso también tiene consecuencias para Sabadell, que deberá cumplir sus promesas

Diecisiete meses, después de planteada, tras cientos de estudios elaborados, miles de reuniones interminables, toda una organización tensionada y focalizada en la operación, millones de euros empleados en publicidad, decenas de promesas de contento accionarial…, todo ha sido inútil. La opa de BBVA sobre el Sabadell ha fracasado y lo ha hecho por goleada. Ni siquiera queda abierta la posibilidad de una segunda oferta superior y en dinero. La operación ha durado demasiado tiempo y ha sido excesivamente accidentada.

El Gobierno no ha sido neutral, sometido a sus intereses políticos y deudor de promesas accesorias –oigan a Puigdemont–, y el entorno social y económico ha sido radicalmente hostil. Mucho más hostil en Cataluña, que favorable en el País Vasco, en donde se han visto las cosas desde una barrera lejana y ausente. Pero todo eso se sabía. A pesar de ello se intentó, se aplicó muchísimo esfuerzo y… se ha perdido. Desde luego, para una operación mercantil, compleja, pero no imposible, 18 meses es un lapso de tiempo que excede lo razonable. Desde un principio, el asunto nació difícil, una vez que el consejo del banco opado declaró la operación como hostil y se preparó para una defensa numantina de su posición en la que no ha faltado de nada: ni declaraciones altisonantes, ni riego generoso de dividendos, ni apoyos externos extemporáneos, ni luchas por el poder, ni disputas jurídicas internacionales. Los malpensados opinamos que si se hubiese ofrecido la copresidencia al señor Oliu, la operación no hubiese durado más de tres meses. El famoso ‘quítate tú, para ponerme yo’ es una opción que nunca gusta… al que tiene que dejar la plaza libre y la silla vacía.

En medio de la contienda, y preguntado sobre la cuestión, el consejero del banco vallesano aseguró que nadie, ninguna organización, ni ningún representante político, ni sindical apoyaba la OPA. Tenía razón, pero es que había preguntado mal. Todas esas organizaciones estaban ‘interesadas’ política o socialmente en la solución. Sin embargo, si se hubiera tomado la molestia de preguntar a cualquier organismo de naturaleza técnica que observara el tema con asepsia y sin adherencias, la respuesta hubiese sido muy diferente.

Desde el Banco Central Europeo, que es la máxima autoridad en la materia, hasta el regulador británico, el italiano, la CNMV etc. Todos, sin excepción, han autorizado la operación por la sencilla razón de que se alinea con los objetivos que busca para el sector y porque encaja perfectamente en sus postulados. La UE quiere entidades grandes que no pongan en peligro la estabilidad del sistema, pero que sean capaces de hacer frente a una competencia crecientemente mundializada. La opa de BBVA no cumplía con rigor con todas las exigencias, al no ser una operación transfronteriza, pero si aumentaba a el tamaño de los operadores nacionales.

El fracaso de la opa tendrá consecuencias. Hace tiempo que las juntas de accionistas son meros trámites inútiles, sobre todo en los bancos, dada la enorme capacidad de la red de oficinas para captar delegaciones de voto que permiten al consejo sentarse en la junta conociendo de antemano su resultado, pero el fracaso ha sido tan sonoro que obliga a un periodo profundo de reflexión. Las promesas de dividendos contribuirán al alivio momentáneo, pero no al perdón mercantil estratégico. El banco se queda sin su ‘plan A’ y necesitará elaborar un ‘plan B’ igual de ilusionante para recuperar la moral de la tropa, sacudida por el fracaso.

Por su parte, el consejo del Sabadell le queda por delante la ardua tarea de cumplir con sus promesas. No le resultará nada sencillo hacerlo, dada su amplitud. También para ellos debería tener consecuencias… La Bolsa empezó ayer mismo a dictar sentencia.