Tonia Etxarri-El Correo

  • Las abstenciones que facilitan llegar a la presidencia también tienen su precio

Las cuentas no les salen. Ni, por supuesto, a Feijóo, ganador de las elecciones del 23-J pero sin mayoría suficiente para formar Gobierno. Ni a Sánchez, que está recorriendo el sendero vidrioso que le conduce hasta el habitáculo de Puigdemont porque, con su minoría parlamentaria, necesita a todos los grupos a los que les une el interés de bloquear a la derecha. No es ideología. Se trata de poder. El candidato socialista seguirá agitando el trampantojo del miedo a la derecha porque sabe que en el mundo independentista y de izquierdas la ecuación funciona. Él es el único presidente que les va a conceder lo que pidan. ¿Todo? ¿El ilegal referendúm? ¿La amnistía que no se contempla en la Constitución? ¿El agravio fiscal? Se trata de dar la vuelta al concepto y de llamar a las cosas con otro nombre. El fugado de la justicia lo sabe pero quiere ver a Pedro Sánchez cocerse en su propia salsa, tensar la cuerda hasta el máximo explotando la idea de que quizá le dé por bloquear la investidura de Sánchez, aunque en Junts y Esquerra saben que volver a las urnas sería una apuesta arriesgada para ellos.

En esa tensa espera, Sánchez sigue queriendo arrinconar a Feijóo. En el txoko de Vox. Y marcarlo con una cruz cada vez que pacten los dos partidos de la derecha rasgándose las vestiduras para decir que «se consuma la vergüenza». Sin hablar de las suyas. Las alianzas tóxicas con los insaciables independentistas que no se van a dar por satisfechos hasta ver rota la Constitución en mil pedazos. Además de ‘Sumapodemos’, ERC, Bildu. Y ahora el prófugo y mártir de Waterloo. Por eso, ni en Ceuta ha permitido que cristalizara la gran coalición que su representante, consciente de que se trataba de una cuestión de Estado, había pactado con el PP. Sin otra explicación que la del ‘No es no’. Estrategia de investidura. En una ciudad que, como Melilla, Marruecos considera suya.

Sánchez agitará el miedo a la derecha; en la izquierda y en el independentismo la ecuación funciona

Esa es la diferencia entre el PP y el PSOE. Que a Feijóo le da reparo escenificar sus pactos autonómicos con Vox mientras que a Sánchez no le da vergüenza alguna pactar con quienes quieren romper España. La portavoz de Coalición Canaria, que podría hacer decantar la balanza de una hipotética investidura de Sánchez, ha aprendido rápido este juego del funambulismo. Y para justificar un posible apoyo a Sánchez ya avanza que Puigdemont no le parece tan extremista.

Si Coalición Canaria facilitara la investidura del actual inquilino de La Moncloa, los de Junts ya no tendrían que darle su voto afirmativo sino la abstención. Pero las abstenciones que facilitan investiduras también tienen su precio. De almonedas sabe mucho la socialista Chivite, que si ha podido gobernar en Navarra ha sido gracias a la abstención del grupo de Otegi. Y ahora espera que Geroa Bai le facilite la gobernabilidad para que el apoyo de Bildu no sea tan explícito.

Feijóo prepara el discurso de su investidura. Las ovaciones que recibe por el resultado electoral se mezclan con los emplazamientos a que defienda el espacio de centro derecha con más convicción. Y ser capaz de mantener a raya a Vox. De momento, se cuelga una medalla: Vox ha aceptado por primera vez la mención a la violencia machista en su pacto para gobernar Aragón. Cuando se constituyan las Cortes, el Rey deberá oír a todos los grupos parlamentarios para designar al candidato a la investidura. Varios de los independentistas le darán plantón. Sea cual sea su decisión, la tendrá que tomar sin conocer la opinión de todos los interlocutores. Así está el país.