LA RAZÓN, 8/10/12
Los soberanistas desplegaron todas sus armas para hacerse oír en el Camp Nou con el beneplácito del FC Barcelona y ante la mirada de Mas. Los gritos a favor del Barça superaron a las proclamas soberanistas en el minuto 17:14 del partido. La algarada fue incluso menor que en otros clásicos
BARCELONA- La Real Academia Española define fútbol como «un juego entre dos equipos de once jugadores, cuyo objetivo es hacer entrar el balón en una portería». Una parte del público que pobló ayer las gradas del Camp Nou, o bien no sabe leer, o bien lo entendió mal. El clásico se convirtió en el escenario de las reivindicaciones independentistas de unos cuantos, con gritos y pancartas pidiendo la secesión de Cataluña, para desgracia de otros muchos.
Fue un día muy feliz para los catalanes que no se sienten españoles, y trasladaron el ruido al Camp Nou, donde el presidente de la Generalitat, Artur Mas, vivió en director el gran despliegue de «estelades», muy superior al grito de «independencia» que se iba a escuchar en el minuto 17 y 14 segundos de la primera y la segunda parte.
En silencio, tolerantes pero tristes, los catalanes que sí sienten España como su país asistieron al espectáculo. Porque de estos, también los hay, aunque muchos quieran ocultar la realidad.
El ambiente hostil que se venía cociendo en los foros independentistas desde el pasado 11 de septiembre sirvió su primer plato en la comida de directivas que tuvo lugar en una sala del Gran Teatro del Liceo. Nada más llegar, Florentino y sus directivos se encontraron con una estelada de dimensiones gigantescas enfrente de la puerta, todo un anticipo de lo que se convertiría después del clásico. Florentino y Rosell compartieron ayer mesa y mantel. El sábado por la noche también habían coincidido en la boda del hijo de Enrique Lacalle, en la que no se sentaron juntos durante la cena, aunque se les pudo ver intercambiando impresiones durante el aperitivo con el ambiente del clásico como tema estrella de la conversación.
Todo estaba preparado en el Camp Nou para la proclama independentista horas antes del inicio del partido, con la connivencia del Barcelona, por supuesto, sin la que hubiera sido imposible todo lo que sucedió ayer. Los más de noventa mil asientos del estadio tenían su cartulina correspondiente para formar un mosaico gigante con la «senyera», en el que se podía leer la palabra «Barça» en un lugar marginal. No importaba, el ob jetivo final no tenía nada que ver con el deporte. Curiosamente, las instrucciones para desplegar el mosaico estaban escritas también en castellano. Todo un detalle.
Pancartas y sábanas
Horas antes del choque, los independentistas trabajaban afanosamente en varias zonas del Camp Nou para tenerlo todo a punto para sus reivindicaciones políticas. En el gol norte, una enorme estelada estaba preparada para ser desplegada. Enfrente, en el gol sur, también estaba lista una enorme pancarta escrita en inglés: «Cataluña, el siguiente estado de Europa». Un lema que apenas pudo ser expuesto ya que los aficionados no entendieron bien cómo hacerlo. «Nunca habíamos estado tan cerca de estar tan lejos», rezaba una sábana en la grada, en la misma línea, aunque esta no fue retirada.
El momento cumbre de la proclama independentista debería haber llegado en el minuto 17 y 14 segundos de partido, un guiño a la fecha que conmemoran los catalanes como Diada nacional. Un par de segundos antes, comenzaron los gritos de «independencia» en las gradas, mientras todo el que había traído una estelada la mostraba orgulloso. Fue un grito atronador, pero ni mucho menos mayoritario, y enseguida se transformó en «Barça, Barça». El chasco Mas lo vivió sentado en el palco esperando un nuevo empujón de cara a las próximas elecciones. El ritual se repitió en la segunda parte y el tono fue un poco más elevado ya que los gritos llegaron tras una jugada polémica. En definitiva, el fútbol pudo más que la política. Viva el fútbol.
Magic Johnson, Mas y el soldado Shalit
La anécdota también estuvo ayer en el palco de autoridades cuando el ex jugador estadounidense de baloncesto Magic Johnson unió durante unos minutos al presidente catalán, Artur Mas, y al del Real Madrid, Florentino Pérez. Pero en la grada había otro espectador de excepción: el soldado israel Gilad Shalit, que pasó más de cinco años secuestrado por milicias palestinas. El Barcelona desmintió que le invitara, pero sí reconoció haber aceptado la petición de Shalit de asistir.
LA RAZÓN, 8/10/12