IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Todos los filósofos, incluso todos los aspirantes a filósofos (¿quién no lo es una vez cumplidos los 50 años?) aseguran que solo existe el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no ha llegado todavía. Además, dado como están las cosas, vaya usted a saber si llega algún día o se queda por el camino para no compartir nuestras penurias. La experiencia demuestra que, con esa manera de ver las cosas, los ciudadanos de este país no somos muy proclives a practicar la virtud del ahorro. Es decir, no le vemos la gracia a eso de renunciar al consumo del presente para mejorar los ingresos del futuro. Por esa razón, los planes de pensiones, en general, solo tienen éxito cuando se les dota del suficiente atractivo fiscal como para que la renuncia al consumo presente esté justificada y el sacrificio compensado con un alivio de la carga impositiva que se soporta hoy.

Según los datos que conocimos ayer, las aportaciones realizadas a las EPSV colectivas han caído un 16% en el primer trimestre del presente ejercicio. Lo cual las convierte en la menor aportación desde el año 2013. En esta figura se añade una razón coyuntural (esperemos que Nadia Calviño acierte y lo sea), que consiste en que la inflación está situada cerca de los dos dígitos y eso provoca una pérdida severa del poder adquisitivo de los salarios y un adelgazamiento anoréxico de los márgenes empresariales. Así se desatan todas las tensiones entre los sindicatos, que no están dispuestos a perseguir de lejos al IPC y las empresas, que ven con temor como la falta de rentabilidad amenaza su viabilidad, cuando no es posible trasladar a los clientes el encarecimiento de todos los niveles de su estructura de costes. Así que eso de ahorrar se ve con mirada melancólica por los buenos viejos tiempos. Como es obligado, las aportaciones ya pactadas se mantienen, pero las salidas del sistema -hacia el retiro-, son superiores a las incorporaciones que aceptan la modalidad.

Sin embargo, y a pesar de que los beneficios fiscales se han reducido, la previsión individual mantiene su nivel de aportaciones, lo que parece indicar que una parte del ahorro generado durante las restricciones provocadas por la pandemia se canalizan hacia ellas con prioridad sobre la colectiva, que es la que sufre las apreturas del momento.

También en esto de preparar el futuro vamos por detrás de nuestros colegas europeos, que dedican más dinero a completar su pensión pública. Ahorramos menos, ¿por qué nos divertimos más o por qué ingresamos menos? Las dos cosas.