MARCO VICENZINO – ABC – 19/11/16
· El autor alerta del desafío que representa el populismo para la Unión Europea. Inquietan los resultados de las inminentes elecciones en varios estados miembros, como Austria, Francia o Alemania.
Mientras Sel Brexit representa la expresión más clara de la política reaccionaria en Europa hasta el momento, la elección de Donald Trump como presidente de EEUU representa, también de momento, el capítulo más definitivo a nivel internacional en la sucesiva saga de política reaccionaria en estos tiempos de cólera.
Su victoria no hará sino poner aún más de manifiesto crecientes divisiones en Europa, a menos que sus rectores recuperen una narrativa convincente y demuestren un mayor liderazgo a la hora de abordar desafíos como la ausencia de crecimiento económico y la continua, aunque ralentizada, crisis de inmigrantes. Por otra parte, la incapacidad de los principales partidos políticos de Europa de hacer frente al malestar pasado y presente de una manera más eficaz no hará sino contribuir aún más a la polarización política y al avance de la fragmentación por todo el continente, lo cual pone de relieve la necesidad fundamental de actuar con mayor decisión. No hacerlo así podría llevar en último término a la disolución de Europa sin otra opción.
Hasta el momento, la trayectoria no es particularmente alentadora. Francia y el Reino Unido han rehusado recientemente invitaciones a una reunión de urgencia de ministros de Asuntos Exteriores de la UE, organizada a toda prisa con el fin de armar una respuesta europea más unificada a la elección de Trump. Por otra parte, tanto Bulgaria como Moldavia acaban de elegir presidentes a candidatos pro-rusos que refuerzan aún más la influencia de Moscú en Europa oriental. No hay que descartar que los austriacos elijan a un presidente de extrema derecha en diciembre y las negociaciones formales del Brexit están aún por empezar, con el consiguiente riesgo de abrir una caja de Pandora en Europa.
Sin embargo, el próximo capítulo de auténtico triunfo de la política reaccionaria puede producirse el 4 de diciembre, fecha del referéndum en Italia para modificar la Constitución. El primer ministro, Matteo Renzi, amenazó en un principio con presentar su dimisión si se impone el no. En consecuencia, él mismo transformó esta consulta en un referéndum personal sobre sí mismo, su Gobierno y la clase política que representa la posición mayoritaria principal en Italia. Según las encuestas, en estos momentos el no ha tomado la delantera. Si pierde Renzi, podría dar lugar a la disolución de su Gobierno, a elecciones anticipadas o a la formación de un Ejecutivo tecnocrático con la finalidad de desactivar una crisis inmediata y restaurar la estabilidad de Italia, Europa y los mercados globales.
Sin embargo, es dudoso que un gobierno interino cualquiera pudiera sobrevivir hasta las próximas elecciones generales en Italia en 2018. Por otra parte, el populista Movimiento 5 Estrellas se ha situado en cabeza como principal partido de Italia, según las encuestas. Podría presionar de manera efectiva en favor de unas elecciones, darle la vuelta completa al statu quo en Italia y, lo que es más, desestabilizar una Europa abrumada por múltiples crisis en varios frentes. Aún más, el Movimiento 5 Estrellas exige un referéndum sobre la pertenencia de Italia al euro, aunque no a la UE.
Los Veintiocho marchan con retraso en la adaptación a las nuevas realidades, amenazas y desafíos globales. Aunque técnicamente la UE se embarcó en un viaje introspectivo inmediatamente después de la votación del Brexit, para la supervivencia de la Unión es indispensable una reevaluación fundamental y práctica de Europa, seguida de la adopción de medidas enérgicas. No obstante, es poco probable que este proceso se desarrolle en serio hasta después del resultado de las elecciones nacionales en Francia y Alemania en los meses de abril-mayo y septiembre de 2017, respectivamente. Las elecciones holandesas del mes de marzo de 2017 podrían servir de precursoras a la vista de la remontada de su extrema derecha en las encuestas y es posible que [la extrema derecha] resulte de decisiva influencia en cualquier gobierno de coalición.
En su condición de principales potencias de Europa, se espera que los nuevos gobiernos de Alemania y Francia tomen la iniciativa. Sin embargo, su capacidad para dirigir este proceso se enfrenta a complicaciones si no consiguen salir de las urnas con unos sólidos mandatos populares en 2017. El creciente gancho de los partidos populistas en ambos países, como el Frente Nacional y la Alternativa por Alemania (AfD), y en todo el continente podría privarlos [a los nuevos gobiernos] de la necesaria legitimidad y de la capacidad de establecer y llevar a cabo un nuevo programa. Se espera que Marine Le Pen y su FN derroten al candidato socialista en la primera ronda de las elecciones presidenciales, pero que pierdan en la segunda frente a un posible candidato de centroderecha. Sin embargo, en un entorno cada vez más volátil, nada puede darse por sentado.
En Alemania, el centroderechista CDU de la canciller Angela Merkel ha sufrido recientemente una serie de humillantes derrotas electorales en elecciones estatales, mientras que la extrema derecha ha ganado escaños. Se esperan resultados similares en próximas elecciones estatales. Vista con perspectiva histórica, es posible que la decisión de Merkel, en 2015, de abrir las fronteras a más de un millón de inmigrantes haya representado el error fatal de haber ido más allá de lo recomendable, desde el punto de vista político, lo que marcaría el inicio de su decadencia política y, potencialmente, la desintegración de Europa a efectos prácticos.
Incluso si consigue un cuarto mandato tras 11 años en el poder, Merkel será una canciller debilitada. A menos que haya un cambio de calado en el statu quo, tendrá dificultades para llevar a cabo un programa eficaz o para completar un mandato completo en el cargo. Acaba de sufrir otro revés importante al apoyar a Frank-Walter Steinmeier, actual ministro de Asuntos Exteriores y candidato de su rival Partido Social Demócrata, como próximo presidente de Alemania.
En última instancia, incluso aunque los partidos populistas no se hagan con el poder total, es probable que en el futuro previsible sigan condicionando el debate político en gran parte del mundo occidental. En gran medida, eso significa una cierta forma de victoria en sí misma. Por otra parte, van a continuar creciendo, siempre que grandes sectores de la población se sientan marginados y excluidos en los planos económico, político, social e, incluso, cultural.
Marco Vicenzino es director del Global Strategy Project.