Texto de la conferencia pronunciada por Joseba Arregi en Bilbao, el 26 de febrero de 2006, presentado por la Fundación para la Libertad.
Buenas tardes a todos y gracias por acudir hoy aquí a escucharme lo que creo que no van a ser más que obviedades. Quizás lo más grave de la situación actual en Euskadi y en España en su conjunto es precisamente la necesidad de volver a repetir unas cuantas obviedades; porque lo obvio, por lo visto, es lo más raro. Y pido perdón de antemano porque probablemente no voy a decir nada que no sepan ustedes, nada que sea nuevo, sino volver a repetir unas cuantas cosas que son sabidas, aunque por desgracia, quizás demasiado olvidadas.
Gracias a la Fundación por la libertad, por supuesto, y a Andrés De Blas, buen amigo, por haberme invitado a participar en este seminario sobre los consensos en la política española.
El tema que me indicaron fue el futuro de la relaciones de Euskadi, del País Vasco con España, y me gustaría empezar diciendo, como creo hacemos todos siempre, aquel tópico de que siempre es difícil pronosticar y mucho más si se trata del futuro. Hablar del futuro de las relaciones de Euskadi, del País Vasco con España es un tema ciertamente complicado, más que nada porque uno puede caer en la tentación de decir vaciedades, ideas muy genéricas que tratan del futuro y no compromete a nada, o simplemente enunciar deseos. Creo que no estamos en momentos en los que podamos permitirnos el lujo de hablar de vaciedades; tampoco de simplemente enunciar deseos; sino que debiera ser responsabilidad de todos tratar de buscar una proyección hacia el futuro que no sea vacía, sino que se sostenga en el análisis de la realidad actual, del pasado más o menos reciente del país en que vivimos y tratar de buscar dentro de todo ello constantes, constantes que no sean deterministas, sino que permitan una actuación en libertad. Pero que sean posibles y contengan la posibilidad de materializar algunos principios democráticos, como el respeto a la pluralidad y cosas parecidas. Procuraré dejar lo del futuro para el final para hablar al principio de unas ideas y de un contexto que creo que es muy importante.
Ciertamente, hablamos del futuro en el que parece que estamos todos expectantes ante el próximo pacto de la desaparición de ETA. Aún si desaparece ETA, y depende en que condiciones se produzca esa desaparición, o el anuncio de la desaparición de ETA y cómo reaccione la sociedad vasca y española a esa desaparición, vamos a tener un futuro u otro. Y quizás es un esfuerzo baldío por mi parte hablar del futuro de Euskadi, cuando lo que va a condicionar ese futuro está dependiendo de otras manos. Eso también indica mucho de la situación en la que estamos: vivimos aquí millones de ciudadanos -en Euskadi poquitos, más o menos dos millones; en España 40 millones- todos pensando en nuestro futuro sabiendo que al final el futuro igual nos lo van a condicionar. Es un punto de partida que hay que tenerlo presente; probablemente, todo lo que diga yo hoy, si mañana sale algún encapuchado, con capucha o sin capucha, a decir no se qué, pues igual no vale para nada. Bueno, correremos el riesgo y asumimos la posibilidad de que las cosas puedan ser así, quizás, a pesar de todo, contando con algo que algunos antropólogos suelen decir de que los países tienen historia larga… Porque, al fin y al cabo, aunque nos condicionen la historia, también podemos y debemos ser actores de nuestro propio futuro.
En primer lugar me gustaría hablar de algo que igual es manía de profesor, pero cuando hablamos de las relaciones de Euskadi con España, a veces, se produce directamente, explícitamente, discutimos de cómo debe de ser, cómo ha sido, cómo es en la actualidad y cómo debiera ser en el futuro. Hoy mismo, la secretaria del Euskadi Buru Batzar, Josune Aristondo, escribe un artículo en El Correo en el que dice que, claro, que el conflicto reside en que el Estado nunca ha reconocido la necesaria relación bilateral de Euskadi con el Estado. Por lo menos es un planteamiento y habla directamente de eso. Pero muchas veces el tema de la relación de Euskadi con el Estado o con España, se plantea tangencialmente, cuando se habla de otras muchas cosas, de democracia, de globalización…, cuando en realidad se está hablando de eso, pero como no se quiere hablar de eso directamente… Por eso creo que es muy importante establecer, y sin ánimo exhaustivo, unas cuantas claves que yo creo que condicionan los discursos y el debate sobre la relación posible, sobre la relación deseable de Euskadi con España en nuestro ámbito político.
En primer lugar, hay un elemento que juega un papel muy importante, que es el discurso de la crisis del estado nacional. Algo que en la literatura universal y en todas partes se discute. ¿Qué es el estado nacional? ¿Cuándo surgió? ¿Está o no está en crisis?, etc., etc.
Bueno, pues es un debate que académicamente tiene su sentido y su legitimación y su justificación. Pero todos sabemos que aquí se emplea instrumentalmente, porque en realidad, cuando se habla de la crisis del estado nacional, se está hablando de las relaciones de Euskadi con España. Es un término que hay que tener en cuenta porque condiciona el debate. Luego diré una cosa más concreta al respecto.
Nuestro nacionalismo habla, creo que muy hábilmente, de la revalorización de lo local como consecuencia de la globalización. Y se habla permanentemente de que precisamente el propio proceso de globalización trae consigo una necesaria revalorización de lo local. Es otro debate que académicamente y en los ámbitos de pensamiento es muy necesario, pero que aquí se utiliza también instrumentalmente: para no hablar directamente de la relación de Euskadi con España, se habla de la globalización, la revalorización de lo local, etc. Claro, se deja suponer o se supone que la revalorización de lo local significa dar razón a algunos nacionalismos, y quitar la razón a la globalización significa devaluar los estados. Bajo manga, subrepticiamente reutilizan estos argumentos, y conviene ponerlos encima de la mesa. Sabemos que cuando se habla de la revalorización de lo local como consecuencia de la globalización, también estamos hablando de la relación de Euskadi con España.
En tercer lugar, ya directamente, se habla históricamente de la debilidad de España como estado nacional. Fundamentalmente se apunta Francia como modelo mítico e histórico (Me gusta decir siempre mítico e histórico porque no es tan verdad histórica como parte de la historia identificada). El paradigma del estado nacional es Francia, el paradigma que funciona sobre un territorio, una lengua, una cultura, una patria, una nación, un estado… Y Europa se intenta construir mirando ese paradigma. Lo intenta Cánovas del Castillo en el último cuarto del siglo XIX en España, y su paradigma es el mito francés, que en realidad es más mito que realidad histórica. Pero, comparativamente, se habla de la debilidad del Estado Español, por ejemplo, en la historia del Partido Nacionalista Vasco, de nuestros historiadores Santiago De Pablo, Luis Bernés y José Antonio Rodríguez Ranz. En la introducción se habla de que una de las razones del auge de los nacionalismos periféricos se produce precisamente a causa de la debilidad como estado nacional de España, debilidad que se apunta en dos o tres elementos básicos: la administración general del Estado no se extiende en toda la periferia; la obligatoriedad del servicio militar no alcanza tampoco y no se materializa en todas partes con toda la fuerza debida. Y en tercer lugar, la fiscalidad tampoco está totalmente extendida. Por lo tanto, eso son signos de la debilidad de España como estado nacional. Esto juega también un papel importante en el debate o en el tema que nos ocupa.
En cuarto lugar, hay dos temas, conjugados, que también aparecen permanentemente en el contexto de lo que queremos debatir. Se dice que las democracias liberales han resuelto bien el problema de la integración de las diferencias y de las pluralidades ideológicas o de confesiones: la libertad de opinión, la libertad de asociación, la libertad de conciencia; es algo que las democracias liberales han resuelto, digamos que de modo satisfactorio. Y sin embargo queda pendiente un trabajo, que es el de la integración de las pluralidades territoriales. Como diciendo que ahí hay, no voy a decir que un déficit democrático, pero sí un problema que las democracias liberales no han terminado de resolver. Ahí hay mucho que discutir, pero es algo que también ha tocado escuchar en muchos debates y reuniones.
Y junto con esto, en quinto lugar, existe otro planteamiento paralelo que recientemente lo ha dicho de una forma curiosa el propio presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, cuando dijo que la Revolución Francesa había errado (aquí citó, probablemente mal, de memoria) al enunciar: “Libertad, fraternidad e igualdad”. Debería haber dicho: “Libertad, fraternidad y diversidad”. Se refiere a que la Ilustración, al igual que la democracia liberal tiene un trabajo pendiente en la integración de la pluralidad territorial. De la misma forma, la Ilustración tiene pendiente la integración de la subjetividad y de los sentimientos en lo que es la objetividad del Estado. Un tema que autores muy serios lo han estudiado, lo han trabajado, y que aparece permanentemente en todo el debate (bueno, en mucha parte del debate) en torno al Estatuto Catalán. Está precisamente dirigido por eso: cuál es el sitio que hay que hacer a los sentimientos en las articulaciones objetivas, cómo es la articulación jurídico-institucional de un estado. Hasta qué punto los sentimientos tienen cabida en la subjetividad, en lo que uno cree, lo que uno piensa, lo que uno siente. Hay muchos autores que analizan como una crisis de la propia Ilustración el haber impulsado de tal manera la racionalidad objetiva que ha olvidado o ha aplastado demasiado lo que son los sentimientos y las subjetividades.
Un sexto elemento que también tiene que ver con todo este debate es el de la asimetría del discurso de la pluralidad. Cuando digo asimetría del discurso de la pluralidad, no es que no esté de acuerdo con el discurso de la pluralidad del Estado, de la pluralidad en España. Creo que es preciso poner encima de la mesa que ese discurso de la pluralidad se desarrolla y se utiliza de una forma totalmente asimétrica. El plural es España, el plural no es Cataluña; Cataluña es homogénea con respecto a la plural España; Euskadi es homogénea con respecto a la plural España… Es un planteamiento totalmente asimétrico, y habrá que ver si ese discurso asimétrico es legítimo o no es legítimo, o si puede ser analizado y discutido y criticado.
Y en nuestro caso hay dos puntos últimos. Uno es el discurso del conflicto. Porque las relaciones de Euskadi con el Estado están cargadas con el permanente discurso del conflicto. Pues habrá que analizar qué es el conflicto, si es conflicto o conflictos, en qué consisten, quiénes son las partes del conflicto, cuál es la extensión territorial del conflicto… Es decir, es un tema que incide muchísimo en las relaciones de Euskadi con España.
Y para terminar, algo que no podemos olvidar nunca y que creo que en los últimos tiempos ha hecho mucho daño, ha viciado muchísimo todos nuestros debates. Es algo que proviene del mundo de ETA y de Batasuna: la idea de que la democracia es verdadera si es que llega a una especie de legitimidad absoluta. La búsqueda del fundamento último, el verdadero, de la legitimidad última, por encima de todo y sin ninguna ayuda, la pureza total de la democracia, el entender que un compromiso… es eso, un compromiso, es dejar pelos en la gatera. Por lo tanto, no es puro, no es totalmente democrático el que pueda haber un comienzo de la historia sin ningún otro tipo de condicionamiento. La búsqueda de esa piedra filosofal o de ese “poner el contador a cero”, que se decía en las reconversiones industriales. Poner el contador a cero de la historia para que podamos empezar realmente con una libertad absoluta. Esto viene del mundo de ETA/Batasuna. Pero ha traspasado la frontera de ETA/Batasuna y ha entrado en la mentalidad popular. Cuando Ibarretxe habla de “un diálogo sin condiciones ni límites”, está reflejando este tipo de pensamiento. O cuando dijo el Lehendakari Ibarretxe, cuando se produjo el acuerdo de Estella-Lizarra: “hoy empieza una nueva historia, os invito a todos a incorporaros a esta historia”, os decía a los del PP, a los del PSOE, en el Parlamento. “Os invito a apuntaros a esta nueva historia”, cuando rompió el acuerdo con Herri Batasuna. Volvía a empezar una nueva historia antes de las elecciones, no las últimas, sino las anteriores, en un acto del Kursal también decía: “hoy empieza un nuevo camino y os invito a caminar con nosotros”… Esta idea del comienzo desde cero, de que tenemos una historia tan pesada, tan grave, tan inaceptable, que sería bueno acabar con la historia y empezar desde cero. Esto que sabemos que en la vida diaria no se puede hacer, pero se ha trasladado a la mentalidad de mucha gente. Es decir, ¿por qué no? Si es mucho más democrático, si es mucho más limpio, todos los proyectos son legítimos, todas las ideas son legítimas, no se puede poner límites a nada ni condiciones a nada, sin exclusiones… Este planteamiento es preciso ponerlo encima de la mesa, porque esto creo que está viciando, o por lo menos está condicionando tremendamente, el debate o el asunto del que se me ha encargado hablar.
Como vemos, hay dos temas que se refieren a la globalización, tres temas que se refieren a la historia de España, a la de Euskadi y a la situación actual; hay dos temas que se refieren a la modernidad, y hay un tema englobante que es el punto de partida absoluto, el de la pureza radical, que está ahí pululando en muchas mentes y haciendo daño, realmente condicionando mucho. ¿Por qué no va a ser bueno eso?, ¿qué hay de malo en eso, en buscar un comienzo absoluto, limpio, sin condiciones? Somos mucho más libres si nada nos condiciona. Esto cala, cala mucho en muchas mentes dispuestas a lo mejor de cara al futuro, y es importante plantearlo. Hay que tener en cuenta que muchas veces en el debate en torno a las relaciones del País Vasco con España, todos estos temas aparecen, pero de una forma muy curiosa: se empieza a hablar de cuáles son las relaciones de Euskadi con España y se saca la globalización, y de repente se olvida la globalización y se pasa al déficit de la Ilustración, y de ahí a la pureza de lo que debe ser el comienzo, y se vuelve otra vez a la relación de Euskadi con España, etc., etc. Se trata de ir saltando de tema en tema para que no se pueda profundizar en ninguno, para ir creando un ambiente que condiciona lo que se pueda decir, o lo que se deba decir de la relación de Euskadi con España.
Bien, voy a hacer un breve análisis de estos grupos de temas rápidamente. La debilidad de España. Esto es un tema que entre los historiadores está discutido, pero que a veces sin darse cuenta se acepta: la referencia normativa, ¿cuál es? Como he dicho antes, Francia, que es mito y realidad, en principio realidad. Todavía en el siglo XIX se hablaban en Francia ochenta lenguas y dialectos. Realmente, en Francia la unificación se produce después de la derrota del Sedan en 1870, cuando, con la tercera República, a Emile Durkheim le encarga la izquierda radical socialista (bueno, el centro izquierda) la intervención de una materia, que era la sociología, para promover la integración de todo aquello que todavía en Francia estaba muy desintegrado. Estamos hablando del último cuarto del siglo XIX. Sin embargo, tenemos la idea de que Francia, ya con Luis XIV era un territorio, una lengua, una patria, una nación, un estado, todo uno, y además eso nos ha parecido la maravilla última. Y comparativamente con esto, como decía antes, España parece que es una debilidad, no ha conseguido, no ha llegado a ser un Estado Nacional como debe ser. Yo creo que el discurso de la debilidad de España, siendo cierto, hay que tomarlo con cuidado, porque, como digo, los mitos históricos no dejan de ser mitos y la realidad misma de Francia es mucho más compleja de lo que se nos presenta muchas veces.
El nacionalismo, hasta después del Estatuto de Gernika nunca ha sido homogéneo, no ha tenido ni claras ni grandes mayorías en la sociedad vasca. También el proyecto nacionalista era tan débil porque era mimético al otro, tan débil como aquello que utilizaba e intentaba confiar. Por eso es importante que se diga lo mismo de todo lo que afecta al sentido del discurso del conflicto. ¿Puede haber conflicto? Sin lugar a dudas; ¿qué el conflicto se reduce a Euskadi y a España? No es cierto, no existiría ni hubiera existido nunca un conflicto en Euskadi y España si antes y previamente no hubiera un conflicto entre vascos; el discurso del conflicto de Euskadi-España no tiene ningún sentido si no se habla de vascos.
Pero todo esto normalmente se calla. Como se calla que la identidad colectiva vasca (algo hablaré de ello después) a lo largo del siglo XIX tenía tres elementos básicos y fundamentales, resumidamente: Primero, más católicos que nadie, más católicos con pureza; es decir, que en Euskadi no ha habido ni vestigio de ningún tipo de heterodoxia. Yo creo que los vascos del siglo XIX creían que de los apóstoles directamente, ni siquiera por vía Santiago de Compostela, sino directamente, se habían convertido al catolicismo y nunca había habido ningún tipo de heterodoxia en Euskadi.
Católicos y más puros católicos que nadie, el primer elemento de identidad colectiva tal y como se va desarrollando en el siglo XIX. Porque la identidad colectiva vasca antes del siglo XIX no existe: existen vizcaínos, existen guipuzcoanos, existen navarros, existen alaveses, pero no existen vascos. Como va surgiendo a lo largo del siglo XIX se fundamenta en ese catolicismo, se fundamenta, en segundo lugar, como segundo elemento, en la identidad foral. Había una conciencia clara de la diferencia foral y de la institucionalización foral. Y en tercer lugar, se fundamenta en el discurso del todo y el partidismo. Ciertamente vascos, forales, diferenciados y más españoles que nadie.
Y estos tres elementos son los que constituyen la identidad política vasca a lo largo del siglo XIX. Por lo tanto, el discurso del conflicto habrá que tomarlo con un poco más de cuidado y con un poco más de análisis.
Es cierto que esa identidad colectiva a finales del siglo XIX, siguiendo un hilo conductor, cuando la historia vasca se rompe, volviendo a crear una gran división, siguiendo la división de liberales y carlistas, a finales del siglo XIX, Euskadi se vuelve a romper entre el mundo simbólico creado en torno a quienes sufrían una industrialización tremenda, que es el mundo simbólico socialista, fundamentalmente comunista, pero básicamente es el socialismo el que estructura y articula el mundo simbólico conceptual de quienes estaban sufriendo la industrialización progresiva, está el mundo simbólico nacionalista y está todo aquello que hoy en día podíamos conformar la derecha, españoles tradicionalistas, monárquicos de derecha, etc., etc. Y el País Vasco de divide en ese triángulo a finales del siglo XIX.
Por lo tanto, conflicto interno ha habido, en una división interna de la sociedad vasca. En segundo lugar, la asimetría del discurso de la pluralidad. Yo no tengo ningún inconveniente y ningún problema con los discursos de la España plural; es más, tampoco tendría dificultades con los discursos de la España plurinacional. Añadiendo una cosa: si la España es plural, al igual que Cataluña es plural, y que Euskadi es plural, y que Galicia es plural. Es más, en España por lo menos hay muchos kilómetros cuadrados de homogeneidad cultural lingüística. En Euskadi no hay ningún kilómetro cuadrado de homogeneidad cultural lingüística ni el sentimiento de pertenencia. Es decir, somos mucho más plurales, estructuralmente plurales, de lo que se puede decir que es plural España. Pero bueno, dejémoslo. España es plural y no tengo inconveniente en decir que España es plurinacional, pero que Euskadi es plurinacional y Cataluña es plurinacional. Por lo tanto, hay nación catalana, hay nación vasca. Lo cual no equivale a decir que Cataluña sea nación y que Euskadi sea nación; son dos cosas distintas. Pero parece que hoy en día hacer diferencias es muy complicado y que no sirve de mucho.
Por lo tanto, siempre que se habla de la pluralidad de España, creo que hay que tratar de darle ua significación determinada. Cataluña tiene una identidad muy fuerte, especialmente si hablamos de la complejidad de la identidad catalana, como si hablamos de la complejidad de la identidad vasca. No hay una identidad vasca convulgente, sino que hay una identidad vasca rica y especialmente compleja. Por eso, el discurso de la pluralidad de España no tiene ningún sentido si se presupone que los elementos que constituyen esa España, como Cataluña y el País Vasco, son homogéneos en sí mismos. Y además, cuando se habla de la pluralidad de España, habría que hablar de algo que es real, y es que estamos en una situación de reconocimiento constitucional, precisamente, de esa pluralidad. Porque se habla del discurso nacional de España como si partiéramos de cero, como si no hubiera sucedido nada, como si en el año 1978 no se hubiera aprobado una Constitución, como si hoy en día no existiera una práctica de la pluralidad de España.
Se practica la pluralidad, no estamos en una situación de punto cero. También merece la pena analizar un poco la tarea pendiente de la democracia liberal, añadir el pluralismo territorial al pluralismo ideológico. Es cierto que el modelo de democracia liberal se centra en los derechos y libertades individuales consagrados en un único territorio. Es cierto que nadie se ha preocupado, porque la realidad histórica ya ha ido configurando unos territorios más o menos homogéneos, Francia, la Gran Bretaña también es homogéneo, Holanda también con muchas dificultades, etc. Pero cuando analizamos la situación concreta de unos territorios que eran producto de guerras, de matrimonios, de divisiones, de empates, etc. Y prácticamente, luego las revoluciones se aplican a unos territorios ya existentes, eso es cierto. Por lo menos, debiera ser dudoso, cuando se habla de que los territorios, que como tal tengan derechos. Pero hay algunas doctrinas hoy en España -y algunas han inspirado el Estatuto Catalán tal como fue aprobado por el Parlamento Catalán- que construyen una entidad de derecho, que es el territorio como tal; pero dicen que el territorio no se puede definir nacionalmente ni tampoco lingüísticamente. Entonces uno se queda un poco pasmado: bueno, ¿y cómo se define el territorio? Porque tendríamos que volver al planteamiento napoleónico de crear los departamentos por obra y gracia del propio emperador, de una forma totalmente abstracta, geométrica y racional, sin ninguna referencia histórica. Pero supongamos que realmente a la democracia liberal le falta un poco de este complemento del reconocimiento de unas diferencias culturales y lingüísticas y de tradición que, en cierta forma, tienen espacios territoriales de referencia.
Acabo siempre diciendo que los territorios tienen derecho, y las propias democracias liberales van encontrando camino para responder a este problema. Y de hecho, la Constitución Española de 1978 es una muy buena forma de intentar responder y completar el respeto a los derechos en su vertiente exclusivamente individual de libertades y derechos individuales y personales con un complemento válido de que esos derechos, personales incluso, necesitan un horizonte de referencia cultural, porque la persona también vive de referencias culturales y lingüísticas, que tienen una referencia territorial, pero sin que esta referencia territorial se constituya en una nueva pretensión de homogeneidad, volviendo a caer en el mismo peligro de aquello que está criticando.
Es cierto que la territorialización de los derechos crea unos problemas tremendos. Recientemente se le oía a Fernand Requejo con un artículo en La Vanguardia en el que criticaba la pretensión de algunos de que el Congreso no podía ser lugar de utilización de las lenguas españolas porque eso debía hacerse en la representación territorial de España, de la pluralidad territorial de España que es el Senado. Y decía: “¿Pero quien está hablando de ligar y vincular las lenguas de los territorios?”. Bueno, pues lo está haciendo el Estatuto catalán, lo están haciendo todos los nacionalismos. Lo que pasa es que luego son imperialistas, y dicen: “No, no, yo que soy catalán, y tengo derecho catalán aquí, traslado mi derecho individual cuando cambio de territorio, y si estoy en Madrid, también allí tengo derecho”.
¿Y qué pasa con un alemán del Cantón de Berna?, que es ciudadano de Berna y traslada su vivienda porque han hecho unas viviendas adosadas muy bonitas al lado de Berna en la parte de Jura francófono… ¿Traslada también sus derechos lingüísticos allí? ¿Va a exigir para sus hijos una escuela en alemán, en la parte francófona del Cantón de Berna? ¿Cómo se compaginan estos derechos? La territorialización de los derechos, por una parte, es muy importante, pero hay que llevarla con muchísimo cuidado. Algunos lingüistas y constitucionalistas franceses con los que he podido debatir este tema alguna vez, decían: “Es que en Francia hemos aprendido a distinguir dos realidades distintas”. Francia tiene 4 ó 5 lenguas territorializadas, que son: el euskera, el corso, el alemán o el alsaciano, y el galés o el bretón. En España, desde luego, tenemos lenguas vivas, tenemos indulgencias,… como territorialice yo a los árabes o a los hebreos…, porque también tienen lenguas, minoritarias, pero que no son territorializantes.
Por eso, en todos estos temas de complemento, hay que andar con muchísimo cuidado; yo me he acostumbrado a decir que en el debate nuestro, todos fallamos muchísimo cuando hablamos del título que habla de la Constitución, y hablamos del título dedicado a los derechos fundamentales y a las garantías, y nos preocupamos muy poco de leer ambos títulos en conexión. Las libertades y las garantías fundamentales hay que verlas aplicadas en el título Octavo, porque es cierto que en los derechos de los individuos, yo como vasco-parlante, monolingüe de casi todo lo demás, pues es cierto que necesito unos referentes institucionales que hagan visible, porque yo como derecho individual, mi individuo no se acaba, si no que pertenezco a una comunidad de vasco-parlantes también y se necesita eso. Por lo tanto, mi derecho individual, es individual en la referencia al Título octavo, y así se concreta la libertad individual.
La verdad es que el Título octavo no se puede leer nunca sin referencia a los derechos y libertades fundamentales, y nunca pueden estar en colisión con los derechos y libertades fundamentales. Es decir, la Ilustración y toda la modernidad han creado tres ámbitos objetivos muy importantes, que son el estado, el mercado y la ciencia. Son ámbitos objetivos, cada uno tiene su lógica, cada uno tiene su funcionamiento, etc. Podemos entrar en si están comunicados o no, quién manda sobre quién…, es un debate apasionante. Pero hay tres elementos, tres mundos objetivos que ha creado la modernidad: el estado, la ciencia y el mercado.
Es cierto, como decía el bueno de Herbert Marcase, que eso es una realidad bilateral, eso supone aplastar lo que son los sentimientos, las identidades particulares. Precisamente, se ha creado oprimiendo, o por lo menos limitando la subjetividad del sentimiento, y hoy en día se plantea cómo se puede volver a integrar ambos elementos. Lo que pasa es que en España hemos dado el salto de repente y ya no buscamos la integración, sino que buscamos dar la vuelta a la tortilla, y lo que vale son las subjetividades, los sentimientos, lo privado, etc. Y lo estamos equivocando completamente. Pero es un debate que aparece en todo este tipo de relaciones. No, es que es mucho más importante: ¿cómo se le va a pedir a nadie que renuncie a esos sentimientos?, por favor. Es el punto de partida de la convivencia, del espacio público, que si no, no lo hay. Si analizamos, nos daremos cuenta hasta que punto ha entrado entre nosotros este argumento de que no se puede pedir a nadie que renuncie al sentimiento. Y uno se pregunta: ¿y en qué consiste la educación?, si la educación es precisamente laborar con los sentimientos para encauzarlos… Esto está haciendo muchísimo daño. Sin negar que existe un problema y que la Ilustración tiene un problema de reconocimiento del valor de la subjetividad de los sentimientos. Y eso no se puede hacer nunca descuidando todo el camino, sino completando el camino andado. Lo que está sucediendo en estos momentos del debate español, y afecta muchísimo a esta relación entre las partes, y a España, y a Euskadi, está afectando muchísimo, esta sobrevaloración de los sentimientos… “Es que yo siento así”. Está muy bien, sí, siente así, pero en su casa, en su privacidad, pero en el espacio público usted se limita lo que siente como yo tengo que limitar lo que siento, como el capitalista tiene que limitar su interés, el sindicato tiene que limitar su interés, el parado tiene que limitar su interés… Y de ese límite de interés va surgiendo poco a poco la negociación del espacio público, intentando formular algo que se pueda llamar bien común. Porque si no, al final terminamos en una carrera de sentimientos que no tiene ninguna salida.
Al final, antes de entrar en la legitimidad absoluta que pretende ETA, está todo el debate de la globalización, también viciando este debate.
El estado nacional es demasiado grande para lo pequeño y demasiado pequeño para lo grande. Luxemburgo, España, Bélgica,… ¿Dónde empiezan los límites?, ¿Estados Unidos?, ¿demasiado pequeño para lo grande, demasiado grande para lo pequeño? Probablemente todos somos demasiado pequeños para lo grande, demasiado grandes para lo pequeño, pero no hay ningún límite territorial racialmente establecido; hay tesis de economistas que intentan buscar cuál es el óptimo, de territorio, de P.I.B. y de población, para confirmar como estado nacional. Lo buscarán, igual hasta lo encontrarán y estará muy bien en los libros de texto, pero lo cierto es que analizar dos o tres cosas, alguna la leí en L’Economist, sí, muy bien esto del Estado Nacional en crisis, pero el 50 %, por coger una media muy alta, de la Comunidad Europea, casi entre el 40 y el 50 % del P.I.B. producido en cada uno de los estados europeos, se lo apropian, algunos hablarían de expropiación, no voy a llegar tan lejos para que no se me enfaden los socialistas, se apropia el Estado. Y sobre el resto del 50 % tiene una capacidad regulatoria inmensa, para empezar.
En segundo lugar, ya desde la izquierda se intenta plantear que frente a la globalización hay que fortalecer el Estado, porque si no la globalización nos barre a todos los individuos, a todos los ciudadanos.
El tercer lugar, es muy difícil, yo lo he visto con el proceso de ratificación del Mercado Constitucional Europeo. El estado nacional puede estar en crisis, yo me he acostumbrado a decir que se está transformando, pero todos sabemos qué difícil es construir instituciones, sobre todo a estados nacionales y todavía estamos dudando. Teníamos una reunión el pasado martes y hablamos de esto en Bruselas, claro, que tiene que ser Europa un estado nacional, pero en grande Y todo el mundo se asusta, pero no tenemos articulación conceptual para decir, si no es un estado nacional en grande, ¿qué es lo que tiene que ser Europa? Entonces vamos a tomar con tranquilidad esto de que el Estado Nacional está en crisis.
La legitimidad absoluta y el comienzo absoluto de la historia es un tema al que debiéramos dedicar más atención, porque no le dedicamos la suficiente, por lo que está teniendo de influencia y lo que está dañando la mentalidad popular. He traído un libro que se titula “Poder, los génesis visibles de la ciudad”. Es un libro del año 42, traducido en el año 98 al castellano. Y aprendí algo que ya sabía, pero que en él se articula perfectamente: lo peligroso que es buscar las legitimidades últimas y absolutas. Se dice que Winston Churchill solía decir que la democracia es el segundo mejor sistema de organización del poder político, pero añadía: “no hay primero”. No hay primero, no se puede buscar; la democracia consiste precisamente en no buscar lo primero, en no buscar la legitimidad absoluta, la legitimidad última, la verdad absoluta, el principio fundamental, el comienzo de la historia. Democracia significa precisamente acostumbrarse a ser segundón. Al ser segundón no tengo la mejor solución, tengo la segunda mejor solución; no tengo la mejor legitimación, pero tengo una segunda que me sirve; no tengo la mejor forma de organizar la convivencia, pero tengo una segunda mejor.
Los partidos políticos y las instituciones, tanto en España, como en Euskadi, hemos hecho muy poca pedagogía cívica en ese sentido, es más, nos hemos dejado convencer por los contrarios de la democracia de que es posible y hay que desear y hay que buscar más la fundamentación absoluta, la definitiva, la última. Puro fundamentalismo. Alguna vez leí, yo creo que fué en un artículo que me llamó muchísimo la atención hace muchos años, a Carlos Martínez de Gurriaran discutiendo con Víctor Gómez Gil, cuando Víctor Gómez vino a enseñarnos (ininteligible), decía ¿Por qué?, ¿Por qué tiene que tomar la cicuta Sócrates?, porque en la democracia moderna nadie tiene que tomar la cicuta, porque la libertad antigua y la libertad moderna son distintas. Sócrates en su personalidad y en su identidad dependía de la aceptación del ágora, del reconocimiento de la verdad del ágora, estaba obligado a aceptar la verdad definida por sus conciudadanos en el ágora. La democracia moderna no obliga a nadie; aunque me tenga que someter a la ley que decida el Congreso y el Parlamento vasco, pero nadie me obliga a creer que es la verdad y, por lo tanto, puedo seguir pensando porque me dá la gana, y sigo siendo ciudadano y por eso no tengo que tomar ninguna cicuta.
Se está haciendo muy poco trabajo pedagógico en relación a lo que significa la democracia, porque ETA y Batasuna, a través del nacionalismo en su conjunto, han introducido esta idea de que lo verdaderamente democrático es buscar la solución última, la de verdad, la cuadratura del círculo, la ampliación del consenso. Pero sabemos que la cuadratura del círculo no es posible. Algunos autores han analizado perfectamente como la “Voluntad General” de Rousseau es la fuente de todas las dictaduras, la “Voluntad General” de Rousseau como algo distinto a la mayoría, es una voluntad metafísica, es una soberanía absoluta, la indivisible, la incomunicable. Esto ha hecho mucho daño. La historia empieza de cero, y la historia no empieza nunca de cero, es la mayor violencia que existe, y comenzar la historia de cero, significa anular toda la historia que haya existido, anular toda la historia que haya existido significa anular todos los seres humanos hasta ahora y anular la influencia de ellos en cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros, como decía el bueno de Bernardo de Claravall, “podemos ver mucho más lejos que nuestros antecesores porque estamos montados sobre sus hombros”. Anular la historia significa anular todo aquello que nos permita ver más lejos. Todo esto es algo que hay que tener en cuenta.
Perdonen que me haya prolongado, paso ya directamente al futuro de las relaciones de Euskadi con España.
Influyen todos estos elementos, por eso me he detenido en ellos, en nuestra relación, ¿Por qué?, porque no nos hacen ver y no nos dejan ver la historia tal y como ha sido. ¿Cual ha sido la escena de las relaciones de Euskadi con España?, los territorios vascos han ido acompañando el derruir histórico del reino de España, el reino de Castilla, reino de España prácticamente desde sus inicios, con los avatares típicos de todas las sociedades europeas.
Los territorios vascos no han tenido más avatares en sus relaciones primero con el reino de Castilla y luego con el reino de España, que los que han podido tener Borgoña, (ininteligible), o el Condado de Badem, o el reino de Baviera, en sus respectivos lugares. Euskadi, lo que es hoy Euskadi, los territorios vascos han estado presentes y muy presentes en el devenir de la historia española, prácticamente desde los principios, el modo de acompañamiento históricamente típico en toda la Europa feudal fue el de la foralidad, la foralidad es algo típicamente vasco, típicamente español, típicamente europeo, es un sistema feudal. Cuando los poderes no alcanzaban a todas partes, repartían las cargas, repartiendo derechos, como privilegios y obligaciones, porque los reyes no llegaban a todas partes, porque las soberanías no habían completado, no habían alcanzado los medios de comunicación, las capacidades de comunicación, no habían alcanzado a producir la posibilidad de homogeneizaciones territoriales, la forma de extender y apuntalar el poder jerarquizado de este tipo de relaciones entre territorios, de forma que establecían derechos y obligaciones de tipo foral, es así típico, como digo, en España y en toda Europa..
El sistema foral, siempre ha (ininteligible), nos hemos acostumbrado solo a hablar de los derechos forales. El sistema foral no se extiende si a los derechos no se les pone al lado las obligaciones forales. El sistema foral tenía derechos y obligaciones. El sistema foral es incomprensible solamente desde la perspectiva de los derechos, si no habla también de la perspectiva de las obligaciones que tenían los territorios forales con el reino de España.
Y el sistema foral en Euskadi ha tenido dos momentos de grandes dificultades, un momento, en el momento de la Ilustración con el comienzo de la nueva economía, hay un libro excelente de Jesús Mª Astigarraga que analiza muy bien como es la crisis económica a finales de siglo XVIII en Euskadi y como fracasan los “Caballeritos de Azcoitia”, la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País fracasa en su intento de adaptar la foralidad a la nueva economía que va viviendo ya las exigencias del nuevo sistema económico. Y los “Caballeritos de Azcoitia”, los ilustrados vascos, fracasan, fracasa Peñaflorida, fracasa Aguirre y fracasa Valentín de Foronda, y luego el sistema foral tiene dificultades con los procesos liberales constitucionales a lo largo de todo el sigo XIX.
En el siglo XIX la historia de Euskadi se puede resumir en dos palabras. Es la búsqueda permanente, ciertamente dolorosa y muy sentida, de prácticamente los mejores vascos, de cómo hacer compatible la defensa de la probabilidad con la integración en la España constitucional. El sueño de la mayoría de los vascos del siglo XIX es como hacer posible compaginar ambas cosas, mantener lo que significaba la independencia foral, pero no en contra, si no integrado en la Constitución española. Y eso no solamente, digamos en lo que hoy se llamarían los españolitos, si no en el foralismo liberal, en (ininteligible), incluso en muchos versolaris de los que cantaban en euskera, como aprendía mi padre, un verso que en concreto no lo sé, pero que decía: (lo dice en euskera primero) “En una mano el Santo Cristo, en otra mano el Evangelio o pistola”. En la religión no es así, esto es una repulsa completa del carlismo y del antiguo régimen, buscando desde el ámbito vasco la integración en el constitucionalismo que se intentaba dar al Estado Español.
Esto a finales del siglo XIX, y no lo voy a repetir, se rompe en esa división del mundo simbólico, el mundo socialista, castellano parlante, español de orientación, el mundo nacionalista arcaizante con tendencia al euskera, aunque el euskera es de incorporación más tardía; y luego, todo ese mundo de la derecha de monárquicos, carlistas, que estaban ahí pendientes, los caciques y todo o demás. Esa ruptura de a finales del siglo XIX tiene dos intentos de arreglo, a los que me referiré inmediatamente, como fundamento de nuestro futuro, son los arreglos del 36 y del 80.
El 36, entre los socialistas Indalecio Prieto y José Antonio Aguirre se llega a un arreglo, un acuerdo que estaba ya prácticamente cerrado antes del alzamiento de Franco, pero que luego se aprueba como estatuto una vez producido el alzamiento.
Y el año 80 se vuelve también a superar esa crisis de división, llegando a un acuerdo que es el acuerdo estatutario.
Como diré inmediatamente, son los dos primeros y únicos momentos dentro de toda la historia vasca, en los que la sociedad vasca en su conjunto, de forma unitaria, ha sido reconocida como sujeto político. Hasta entonces, había existido, la Diputación, las Juntas Generales, de cada uno de los territorios, pero cada una por su lado, como entidades y sujetos políticos diferenciados; existía el sujeto político Vizcaya, el sujeto político Guipúzcoa, el sujeto político Álava, el sujeto político Navarra. Por primera vez en la historia aparece el sujeto político vasco como tal, como conjunto, sin Navarra mas en 1.936 en el estatuto que se aprueba ya una vez finalizada la guerra. Y por segunda vez y con mucha más duración y en condiciones mucho más asumibles de perdurabilidad democrática, cuando se aprueba el Estatuto de Gernika en 1.980, pero solamente en esos dos momentos ha existido Euskadi como sujeto político, fuera de esos dos momentos, no ha habido nunca en la historia vasca un sujeto político vasco, ha habido sujetos territoriales políticos vascos. ¿Cuál es la realidad actual?, muy rápidamente voy a pasar porque me estoy alargando, pero me interesa hablar ya rápidamente del futuro que, no olvidemos, lo presente porque queremos partir de cero. La necesidad de recordarlo porque parece que siempre comenzamos de nuevo.
Primero ha habido ya Ley de Amnistía, ahora que se habla de que se va a hacer con los presos esto, lo otro, lo de más allá, nos olvidamos de que hubo una Ley de Amnistía, de que todo el mundo salió de la cárcel, que pudieron volver a casa todos los exiliados, no o vamos a olvidar. Estamos en una realidad, en una historia en la que la amnistía se produjo, en la que el Estado fue muy generoso y fue muy generoso porque había expectativas de que la violencia desapareciera, expectativas que no se han cumplido, y luego hablaré de lo que los nacionalistas suelen hablar de que no se han cumplido las expectativas presentadas con el Estatuto. Hubo amnistía, y hubo amnistía porque se pensaba que eso era algo necesario para que la violencia desapareciera para siempre. Hubo un refrendo de la Constitución, hubo un acceso a la autonomía, un reconocimiento de las nacionalidades, un reconocimiento de las lenguas españolas, y un amparo y respeto de los derechos históricos. Como dice un amigo mío profesor de Derecho Constitucional, nunca los derechos históricos han tenido tanta fortaleza jurídica como con la constitucionalización que han tenido en la Constitución de 1.978, nunca han tenido tanta fortaleza jurídica como con ese reconocimiento, en ese amparo y respeto que les ofrece la Constitución de 1.978.
Se produjo el refrendo del Estatuto de Gernika con la participación del 33 %, que es la cifra que le gusta utilizar al nacionalismo, pero de los que participaron en el refrendo, con la aprobación del 89 ó 90 % , o el 91, no recuerdo ahora la cifra exactamente, pero abrumadora. Un refrendo del Estatuto de Gernika que supone recuperación del Gobierno Vasco, recuperación además por empeño nacionalista y también por participación socialista con el Ente Autonómico, con el Consejo General Vasco y con el primer Gobierno Vasco que existe, es decir, no es un Gobierno Vasco que surge de la nada, si no en conexión histórica, con el primer momento en que se constituye el sujeto político vasco.
Había un Parlamento Vasco, cosa que no había existido anteriormente, Instituciones Forales, Ertzaintza, EITB, política lingüística, concierto económico, un concierto económico renovado, parece que todo esto es evidente, peor estamos en el Gobierno cuando parece que todavía no conseguíamos la aspiraciones definitivas; parece historia antidiluviana, pero el 82, el 83, 84, 85, 86, todavía el Gobierno Vasco no había conseguido aceptar que Madrid, EL Gobierno Central, aceptará ninguna liquidación de los cupos, y Euskadiko Ezquerra, entonces Javier Olaberri planteaba la deuda acumulada que estábamos teniendo, más de mil millones de pesetas, que aparecerán cuando se llegue a la liquidación definitiva de los cupos.
Esto es historia, estos cupos están liquidados, el concierto económico está renovado, primero de forma circunstancial, luego de forma definitiva en las mejores condiciones, (ininteligible) lo que planteaba la Diputación de Vizcaya para la negociación del concierto económico. Los deseos, vamos, el desideratum máximo de la Diputación de Vizcaya, yo creo que está cumplido en la renovación del concierto económico, en la nueva ley sin tiempo ni limitación, en el 99,9 %, el desideratum que planteaban las Instituciones Forales.
Los símbolos están ahí, están aceptados, no hay ningún problema, es decir, no partimos de cero, porque parece que ahora que ETA va a desaparecer, parece que ahora tuviéramos que volver a empezar como si estuviéramos en cero, como si no hubiera habido una transición, como si no hubiera habido una amnistía, como si no hubiera habido un reconocimiento de la pluralidad, incluso de la plurinacionalidad española en términos constitucionales, como si no hubiera habido un desarrollo institucional en Euskadi, como si no tuviéramos aquellos presupuestos,… creo que todo esto merece un reconocimiento si queremos construir un futuro, saber de donde partimos, hay que tener en cuenta que partimos de la supervivencia (ininteligible) y de su lucha contra la debilidad española. Hubo una amnistía, muchas veces os nacionalistas hablan de que no se han cumplido las expectativas del Estatuto, y puede ser que no se han cumplido las expectativas del estatuto, aunque luego siempre hay que hacer unas cuantas preguntas, a mí me ha tocado hacer unas cuantas preguntas al público y decir, bueno, ¿Qué queda para completar el Estatuto?. Muchas cosas, tú mismo como portavoz lo solías decir: “lo que queda, dime que es lo que queda”. Podría hacer la pregunta aquí exactamente ¿Qué queda para completar el estatuto?, investigación, cosas pequeñas, investigación de cosas pequeñas, importantes, pero que tienen su explicación algunas, las cosas pequeñas, pero fundamentalmente todo lo ligado a la Seguridad Social; y se pregunta ¿Y como está redactada la posibilidad de la transferencia en el Estatuto de Gernika?, nadie quiere saber de eso porque todo el mundo espera que sea de otra forma; pero supongamos que es verdad que no se han cumplido las expectativas, tal y como nosotros defendimos el Estatuto ha sido el discurso nacionalista, ha sido nuestro discurso siempre. Pero también había expectativa por la otra parte, que con la amnistía, con el reconocimiento de las lenguas, la culturalidad de las Instituciones propias, que todo esto, con el Estatuto y la devolución del poder, porque no es una descentralización administrativa, si no que es una descentralización política, con todo eso (ininteligible) y tampoco esa expectativa se ha cumplido. ETA sigue matando porque su finalidad ha sido deslegitimizar el Estatuto y todo lo que tenga que ver con el Estatuto, que significa compromiso.
Voy a sacar otros temas. También en la realidad se ha producido algo que yo creo que es muy importante, algo que tiene que ver con la historia vasca, que es la resistencia de la sociedad civil , cuando hablo de la sociedad civil es la no subsumida por los partidos políticos. Están las víctimas del terrorismo, están las víctimas de la política lingüística, pero no ahora, están muchas que… , yo, por propias meteduras de pata, pero que he tenido que tratar con ellos, escritores en castellano que decían: ¿Pero no te das cuenta que…?, y la verdad es que no me daba cuenta, “¿no te das cuenta que en ETB los escritores en castellano no existimos, no formamos parte de esta sociedad?”. Ha habido víctimas de esta política lingüística, víctimas de la mitologización de la historia, ha habido víctimas del imperialismo simbólico. Vamos a tener en cuenta que la ikurriña la hemos aceptado todos, está aceptada prácticamente por todos, pero no tenemos himno, o es como si no tuviéramos himno, que está aprobado por la mayoría del Parlamente, una mayoría unilateral, no tiene letra y prácticamente ya ni se toca, no sé si se toca en algún acto oficial, pero me parece que está más bien desaparecido, ¿por qué?, porque es el himno del Partido Nacionalista Vasco, sin letra, pero es la música escrita por Sabino Arana para himno del Partido Nacionalista Vasco. Mario Onaindia proponía que fuera el Gernikako Arbola, lo cual estaría muy bien y creo que podía tener una aceptación general; yo a veces he escrito que igual el nacionalismo no acepta porque el mismo que escribió el Gernikako Arbola, Iparraguirre, escribió otro canto que se llamaba “Ara mendia, mendi maitea” y en ese “Ara mendia, mendi maitea” dice… que vuelve de Argentina: (lo dice en euskera primero) “Aquí estoy en Hendaya, los pies plantados, no hay tierra ni hay España, no hay tierra mejor en Europa”, bueno, igual era por eso.
Y en esta realidad también hay que tener en cuenta que existe la actuación del Partido Nacionalista Vasco, un Partido Nacionalista Vasco que ha sido, en parte, muy institucional, en la ambigüedad entre sus impulsos y prácticas, digo aquí entre comillas “imperialistas”, y en parte con voluntad integradora, porque yo creo que algunos gobiernos, como el de Ardanza, sí tenían una voluntad integradora de intentar ser gobiernos de todos, pero siempre en un acierta ambigüedad, pero incapaz, a pesar de todo , de deslegitimar a ETA. Yo creo que en toda esta historia, lo más importante achacado al Partido nacionalista Vasco, es su incapacidad de deslegitimar desde su propia legitimidad nacionalista, de deslegitimar a ETA y, por tanto, cortarle tanto tiempo, y al Partido nacionalista Vasco que, al final, le puede su voluntad de buscar la unidad de acción nacionalista por encima de la unidad de los demócratas y llega a firmar el acuerdo de Estella-Lizarra y los papeles con una ETA en tregua y a producir el Plan Ibarretxe.
Todo esto es la realidad de la que partimos junto a una situación actual de ETA-Batasuna, porque también hay que tenerlo en cuenta, que contamina todo, que es una situación, lo ha descrito muy bien Nicolás al inicio, que es el producto de la actuación conjunta de los poderes del Estado y el Estado, del acuerdo entre los dos grandes partidos políticos firmando “El pacto por las libertades y contra el terrorismo”, e ilegalizando Batasuna a través de la ley de partidos políticos.
Una situación en la que por primera vez a ETA se le ha dicho “te podemos ganar”, en segundo lugar se le ha dicho “ya no te vamos a dejar jugar en España, en el campo terrorista, con todas las ventajas que te da esto, y en el campo de legitimidad democrática, con todas las ventajas que te da esto”, vas a tener que decir “o en uno, o en otro”, y es lo que ha conducido a la situación actual, esta que ahora parece que va a dar no se qué frutos, pero esos frutos, si los hay, será porque es la política de los poderes del Estado producto del pacto antiterrorista, ha llevado a EA-Batasuna a encontrarse en esa encrucijada en la que tienen que elegir, no tienen más remedio que elegir, si quieren vía política no les queda más remedio que cerrar el otro camino, si quieren mantener las posibilidades y las ventajas que les dá el otro camino, saben que el camino de la vía política está cerrado. Y esta es la situación actual en la que estamos y en la que tenemos que plantear cual puede ser el futuro.
Me voy a saltar el siguiente punto que dice simplemente lo siguiente: Hay muchos elementos, tenemos una historia, la historia no determina nada. Yo, en fórmula breve, he solido decir que la historia vasca no obliga a nada, ni a ser nacionalista, ni a no ser nacionalista. Con la historia vasca se puede ser lo uno y lo otro, la historia no obliga a nadie a nada, si no que el futuro lo tenemos que construir en libertad, ahora, esa libertad no es absoluta como he dicho antes, si no está condicionada por los elementos que vienen de la historia con los que yo tengo que jugar y optar entre ellos. Como opto yo cuales son los criterios que tengo que optar.
Bueno, el primer criterio: no es bueno hacer borrón y cuenta nueva con la historia, con los argumentos que hay, es de un apertura a la violencia de todos contra todos tremenda, la historia siempre hay que hacerla basándose en lo que viene de antes, aunque interpretándolo cada uno a su manera, pero no se puede hacer uno borrón y cuenta nueva, y esa es la gran tentación que nos ha introducido ETA-Batasuna.
En segundo lugar, hay una historia real vasca que a tenemos que recuperar, la presente y la no tan presente, pero que tenemos que plantearla porque no es una historia de interpretación unilateral, esas burradas de que Sancho III, el rey del primer estado vasco, no, en la historia vasca hay de todo, si hay algo en la historia vasca, fundamentalmente, es divisiones y luchas internas y hay que reconocer todo. Ese versolari… que contaba antes y que terminaba cantando: “Viva la República Federal”, por lo tanto, podemos colocar cuando está construir el verso, allá por los años 1.870. Desde eso, hasta el carlismo más reacio, hasta un carlismo que, como recoge Coro Rubio Pobes en el libro que he citado antes de “La identidad colectiva de Euskadi en el siglo XIX”, es casi un paso previo a Sabino Arana, hasta el mundo socialista, hasta el socialismo de Eibar, hasta los monárquicos, hasta Urquijo, hasta una Real Academia de la lengua Vasca, y si les gusta citar, de todos sus presidentes, probablemente, no ha tenido ninguno específicamente nacionalista.
Y hace historia, ¿qué hace historia?, y para construir el futuro hay que ver todos los elementos y no hay por que dejar ninguno fuera. El elemento de la resistencia que he citado ante, me parece muy importante porque Euskadi se ha construído en la resistencia, la resistencia en las villas, como decía Gallana, la resistencia en las villas guipuzcoanas, contra los parientes mayores, la resistencia de los carlistas contra los liberales la resistencia del nacionalismo contra la homogeneización peneuvista, la resistencia del mundo simbólico socialista contra la pretensión de homogeneidad del nacionalismo, la resistencia de las víctimas, la resistencia al imperialismo homogeneizador del nacionalismo en los últimos años. Hay una historia de resistencia en la historia de Euskadi que nos puede servir de ejemplo como elemento constructivo para proyectar el futuro, y por fin, las víctimas y los asesinados, no sólo diferenciar entre víctimas y asesinados, y yo creo que hoy en día es la vía más importante, víctimas son, nos acostumbramos a hablar de las víctimas, están los familiares de las víctimas, algunas víctimas que han sobrevivido a un atentado, pero las verdaderas víctimas, las primarias, son aquellos que han sido asesinados por ETA. La memoria de las víctimas que fueron asesinadas en nombre de un proyecto político, significa que ese proyecto político está condenado en cada uno de los asesinados a no tener futuro.
Son estos elementos, son estos criterios, dicho de una manera muy rápida, los que me permiten a mí mirar hacia el pasadero y también lo que me permite en los elementos que condiciona el contexto de discusión, optar por lo que yo desearía que fuera el futuro, pero no como un deseo vacío, si no como un deseo que yo creo que pueda ser realista, y entonces, para ir terminando, digo, el eje que proviniendo de la historia articule el futuro de las relaciones de Euskadi con el resto de España, se puede formular a partir de lo dicho hasta ahora de la forma siguiente: Euskadi desarrollará su personalidad propia continuando su historia de buscar la compatibilización de su identidad foral actualizada hoy en día, ya no por la identidad foral exclusivamente, si no que es la identidad vasca, Gobierno, Parlamento Vasco, Instituciones Forales, la identidad foral diferenciada con la integración en el espacio constitucional español, continuando, porque no es una historia nueva, continuando con la historia retomada en 1.936 pero que proviene de todo el siglo XIX, truncada en 1.937, y apostando por dar continuidad con reformas si fuera preciso y posible a las bases sentadas en 1.980 que, a su vez, consisten o conectan con los antecedentes históricos de España. En caso contrario, no hay más que Euskadi, si no que Euskadi, como sujeto político conjunto, se hace imposible.
Yo, alguna vez en los últimos tiempos, cuando me preguntaban: ¿Sigues siendo nacionalista?. Tengo que decir que no es una pregunta que me preocupe demasiado, suelo decir. “A veces pienso que soy de los pocos nacionalistas de verdad que quedan en este País”, porque pienso en la nación vasca, cívica, posible, pero sin renunciar al conjunto de la sociedad, y es que el nacionalismo actual quiere construir la nación vasca dividiendo a la sociedad. Euskadi, y el futuro de Euskadi, es continuar con el hilo rojo de nuestra historia de pretender superar, buscar la superación de las divisiones permanentes de los vascos, entre los vascos y con los vascos. Conectamos con esa idea del siglo XIX de buscar la compatibilización de mantener la identidad foral, pero buscando hacerla compatible con la integración en la constitucionalización de España. Si tenemos en cuenta que Euskadi como sujeto político solamente ha existido cuando se han dado dos condiciones: una España democrática y constitucionalmente legitimada y, segundo, un acuerdo interno entre los vascos. Solamente cuando se han cumplido estas dos condiciones ha existido una sociedad vasca conjuntada políticamente como sujeto político. Si esas han sido las condiciones buscadas a lo largo del siglo XIX, las únicas que han permitido superar las divisiones permanentes entre los vascos, si esas han sido las condiciones que existen hoy en día, yo pienso que no hay ninguna razón para renunciar a estas dos razones y construir sobre ellas el futuro, nuestro, el futuro de Euskadi y el futuro de las relaciones con España.
¿Qué es lo que todo ello implica?. Implica algunas cosas que hay que hacerlas explícitas. Implica que el problema no es de Euskadi con España, si no que el problema es de los vascos con los vascos. El problema a lo largo de la historia siempre ha sido de los vascos con los vascos; ahí hay una cita que casi me la he aprendido de memoria de un tal Víctor Cameira allá por el año 1.836, un liberal de Euskadi, bilbaino, que escribió que si algún mérito tenían ganado los bilbaínos, lo habían conseguido en sus luchas contra los vizcaínos. Establece muy bien lo que ha sido la historia vasca, que ha sido una pelea permanente de vascos contra vascos, por lo tanto lo que propongo para el futuro está basado en esto, está basado en que España sea un espacio democráticamente abierto, también como tiene que ser Euskadi, como tiene que ser Cataluña. ¿Qué significa un espacio democráticamente abierto?. Esto puede molestar a más de uno, pero yo creo que es constitucionalmente muy limpio, no tiene muchos problemas. España es Estado y España es Nación. España, como nación política es igual al estado Español. No hay ninguna duda, siento si el Presidente tiene dudas al respecto, pero lo poco que sé yo de ciencia política e historia de las ideas políticas, es que nación e historia es igual a Estado. A ningún revolucionario francés, a Robespierre, se le hubiera ocurrido hacer ninguna diferencia política, nación política es Estado; ahora, nación política no es sinónimo de nación cultural.
España existe como estado, España existe también como nación cultural, y lo uno y lo otro no tienen porque tener la misma dimensión y la misma geografía. España construída como espacio democrático abierto, significa que España como nación cultural no tiene por qué agotar el todo de la España política.
Con la misma diferencia que he dicho antes que sí existe la nación catalana, sí existe la nación vasca; no es lo mismo que Cataluña sea nación, que Euskadi sea nación, porque en ese caso, la nación catalana y la nación vasca agotarían el todo del espacio político de Euskadi y de Cataluña, lo cual iría en contra de la libertad y del pluralismo.
Al final patriotismo constitucional, no es nada más que eso, y el futuro solamente lo podemos construir así. ¿Qué es un patriotismo constitucional que permite conjugar los sentimientos y las subjetividades en su ámbito particular, pero sin que estos agoten y pretendan determinar como norma el todo del espacio público?. Esta es, yo creo que la simple doctrina que hay que extraer de la historia. No el jacobinismo francés, que yo no sé si nunca ha existido, ni el jacobinismo español, pero sí la exigencia de que exista España como estado, como nación política fuerte, para hacer, precisamente, posibles nación vasca y catalana sin que se identifiquen con Cataluña y con Euskadi como naciones.
Me he permitido siempre esas diferencias de que nación vasca y nación catalana que no es lo mismo que Euskadi y Cataluña, y en esa diferencia es donde surgen y se desarrollan las libertades individuales. De la misma forma que nación política y estado España, no es lo mismo que España en Portugal, y en esas diferencias existe posibilidad de desarrollar las libertades para todo el mundo.
Esto va a ser difícil, yo no sé que va a pasar, que va a anunciar ETA, pero, si algo me preocupa a mí estos días y me va a preocupar mucho en el futuro por las distintas cosas que se leían hoy en los carteles, de si unos promueven una carta, los otros promueven no sé qué, los patronos por allá los sindicatos por otra parte, unos un papel, unos una cosa, otros otra. Lo que me preocupa es el desvarío conceptual que se percibe en todas estas cosas y si no tenemos claros unos cuantos principios aplicables con flexibilidad y con tranquilidad, y si no tenemos claros unos cuantos principios, si no nos damos cuenta cuando se debate de la globalidad, por eso, que por debajo nos están diciendo, nos están condicionando en otro debate, que cuando nos hablan de déficit democrático sin las democracias, estamos hablando de todo eso, pues nuestro futuro va a ser muy negro, porque la desidia es muy fácil, las mayorías ceden, por la paz un Ave María, y es muy fácil decir, bueno, el futuro será lo que tenga que ser, pero yo creo que, como ciudadanos, tenemos la obligación de intentar interiorizar y aclararnos los conceptos que nos vayan a permitir construir una Euskadi diferenciada e integrada, que es lo que es el Estatuto y la Constitución, lo que es la doble lealtad del siglo XIX, lo que ha permitido el sujeto político de Euskadi en 1.936, en 1.980, y lo que va a permitir, yo creo, un futuro de libertad y de derechos, de reconocimiento de la pluralidad en todas partes, no la forma asimétrica en un futuro.
Editores, 15/3/2006