EL CORREO 05/06/14
· El Gobierno vasco, que confía en que la Corona reconozca la «plurinacionalidad» del Estado, no detecta avances en el discurso de Don Felipe ayer en Navarra
Una nación «unida» y a la vez «diversa». Así se refirió el futuro Felipe VI al país en el que reinará a partir del próximo 18 de junio, en su primer y esperado discurso oficial tras la abdicación de su padre, don Juan Carlos. Esa doble apelación a la unidad y a la diversidad de España desde el monasterio de Leyre, donde reposan los restos de los primeros reyes de Navarra, marcó ayer la primera pauta tangible del carácter que el todavía Príncipe de Asturias quiere imprimir a su reinado. Una etapa que se iniciará en pleno fervor independentista en Cataluña y con los nacionalistas vascos a la espera de acontecimientos, pero decididos a aprovechar el movimiento sucesorio en la institución monárquica como palanca para reclamar con más fuerza una «nueva política de Estado» para definir también un nuevo modelo territorial.
El lehendakari Urkullu reiteró ayer esa lectura, apenas unas horas después de que el próximo Monarca prometiera con «empeño y convicción» que dedicará «todas sus fuerzas» a la «apasionante tarea de seguir sirviendo a los españoles, a nuestra querida España». «Una nación», subrayó, y añadió otra definición paralela: «Una comunidad social y política unida y diversa que hunde sus raíces en una historia milenaria». Don Felipe, que presidió el solemne acto de entrega del Premio Príncipe de Viana de la Cultura, también deslizó una máxima para períodos de «dificultades como los que atravesamos» y abogó por «anteponer el bien común a los intereses particulares» para afrontar «con decisión el futuro» y avanzar «hacia escenarios mejores».
Toda una invitación a arrimar el hombro por el interés general, aunque los nacionalistas no se dieron por aludidos. El Gobierno vasco, que el martes confió en que el reinado de Felipe VI se abra con una declaración de reconocimiento de la «plurinacionalidad» del Estado, prefirió no aventurarse a interpretar la alusión a la diversidad de España como un guiño a sus aspiraciones. El tiempo lo dirá, vienen a decir en Ajuria Enea y Sabin Etxea, que ha optado por la abstención en el debate en el Congreso de la ley orgánica que avalará la abdicación para que no se interprete el sentido de su voto como un obstáculo a la marcha de Juan Carlos I, salvaguardando a la vez su pragmático desapego sobre la forma de Estado.
Ayer, volvió a quedar claro en el reparto de papeles entre el partido, que hizo el discurso más distante con la Corona, y el lehendakari Urkullu, que, en tono marcadamente institucional, aprovechó su intervención en la asamblea de Innobasque para apelar a la «nueva transición» que, a su juicio, se ha abierto con la abdicación. El Ejecutivo de Vitoria, por cierto, guarda silencio sobre la asistencia o no del lehendakari a la ceremonia solemne de proclamación del futuro Rey el próximo 18 de junio. «Aun no nos han invitado, entonces responderemos», apuntan portavoces de Lehendakaritza, que recuerdan que la fecha no es aún oficial. No obstante, parece complicado pensar que Urkullu, siempre respetuoso con el protocolo, dé plantón al futuro Felipe VI. «Es tiempo de saber escuchar a la sociedad, tiempo de oportunidad, de reinicio, de aplicar el espíritu y los valores que la convivencia entre diferentes, el desarrollo y el bienestar colectivo demandan», subrayó ayer.
Mucho menos diplomático, el portavoz parlamentario jeltzale, Joseba Egibar, dejó claro que la sucesión en la Corona española «no es asunto nuestro». «Estos no son nuestros reyes, ni ahora ni en el futuro, venga quien venga. Veo al padre y al hijo, vestidos de militares», dijo, en alusión al acto que Juan Carlos I y don Felipe protagonizaron juntos el martes en San Lorenzo del Escorial, «y pienso que ése no es nuestro modelo de Estado ni de lejos». Egibar también optó por el distanciamiento ante el candente debate sobre la disyuntiva Monarquía o República. En clave netamente soberanista, entrevistado en Euskadi Irratia, el burukide guipuzcoano recordó que los territorios vascos de Iparralde están bajo la autoridad de la República francesa, y Euskadi y Navarra pertenecen a una Monarquía constitucional, y en ningún caso, a su juicio, se han visto reconocidos sus derechos. Su discurso se acercó, de hecho, al del presidente de Sortu, Hasier Arraiz, que lamentó la «confusa y decepcionante» posición del PNV y, especialmente, de Urkullu sobre la Corona, a la que el lehendakari llegó a proponer un pacto de raíz foral. «Lo único que deben reclamar las instituciones vascas es el reconocimiento de nuestro pueblo como la nación que somos», aleccionó el líder de la izquierda abertzale.
Amaiur se ausentará
En consonancia con esa postura, el grupo de Amaiur en la Cámara baja se ausentará el próximo miércoles de la votación de la ley que propiciará la sucesión, mientras que ERC y Geroa Bai (en la que se engloba el PNV navarro) votarán en contra. Ninguno de los tres grupos asistirán el día 18 a la entronización de Felipe VI como nuevo Rey.
Está por ver qué hará el presidente de la Generalitat, Artur Mas, que tiene previsto un viaje oficial a Carolina del Norte y California entre el 16 y el 21 de junio y ha advertido ya de que «es muy difícil desmontarlo». «Hasta que la fecha de la pro-
clamación no sea definitiva no puedo decidir si asistiré o no», dijo ayer Mas, que, en caso de ausencia, enviaría en nombre del Govern a la vicepresidenta Joana Ortega. No obstante, la coincidencia de fechas es toda una patata caliente para él, que es consciente de que si se ausenta estaría enviando una clara señal de distancia institucional en pleno proceso independentista. Por el momento, CiU seguirá el camino del PNV y se abstendrá, marcada de cerca por la republicana Esquerra. Mas y Duran coincidieron esta vez y enviaron una nota conjunta, en la que, aunque desearon «éxitos y aciertos» al futuro Rey, justificaron su abstención por la actitud del Estado «contra los intereses de Cataluña». En ese sentido, pidieron al todavía heredero que ponga «especial atención a la voluntad mayoritaria de la sociedad catalana, que conoce bien, tanto con respecto al trato que recibe de las instituciones del Estado como al deseo de ser consultada sobre su futuro político».