Pedro Chacón-El Correo

  • El triunfo incuestionable del PP gallego es una noticia esperanzadora para España porque emite un mensaje de unidad posible, de cohesión posible, de solidaridad posible y de igualdad posible entre todos los territorios y ciudadanos en nuestro país

El triunfo incuestionable del PP gallego es una noticia esperanzadora para España porque emite un mensaje de unidad posible, de cohesión posible, de solidaridad posible y de igualdad posible entre todos los territorios y ciudadanos en nuestro país. Este triunfo demuestra que es posible reivindicar la identidad de un territorio singular como Galicia, singular como el que más dentro de nuestro país, con una historia, unas instituciones, una lengua, una cultura y una idiosincrasia perfectamente reconocibles e inconfundibles, sin por ello sentirse ajenos al resto de España. Porque lo único que diferencia ser galleguista de ser nacionalista gallego es el antiespañolismo, un sentimiento este último, insolidario y mucho más pasional que mínimamente racional, que solo se da mayoritariamente en Cataluña y el País Vasco. Y la única razón que explica ese sentimiento antiespañol, que es lo único que diferencia al galleguismo del nacionalismo, es que en Galicia no hubo revolución industrial como la que hubo en País Vasco y Cataluña y, por tanto, no hubo llegada masiva de españoles de otras latitudes, que fueron los que encendieron el sentimiento de distinción, supremacía y exclusión que explica el origen de los nacionalismos en esos territorios.

De ahí el título: el galleguismo ha vencido al nacionalismo, es decir, que no solo ha vencido al nacionalismo gallego sino al resto de nacionalismos españoles aliados con este y secundados por unas izquierdas desnortadas. Unos nacionalismos españoles con dos versiones, una más radicalizada, con un BNG aliado para las próximas europeas con ERC y con EH Bildu, y otra más moderada representada ahora solo por el PNV. Pero, ¿eso quiere decir que el PP gallego sea el equivalente del PNV o de un posible futuro CiU tras el experimento caprinomontés de Junts? A mí me preocupó mucho la entente buscada por Feijóo, cuando era presidente de la Xunta, con la cara más moderada del PNV, representada por Urkullu.

Porque si estamos todos de acuerdo en que quien más se la jugaba en estas elecciones, tras el patinazo del ‘off the record’ –que nos volvió a recordar el fiasco de la última semana de las generales del 23 de julio pasado–, era Feijóo, a mí me da bastante miedo que el presidente del PP nacional pueda caer ahora en el profundo error que supondría considerar que su galleguismo triunfante sea equiparable a los nacionalismos moderados vasco o catalán.

El modelo gallego tiene todo el futuro por delante si el PP es capaz de generar sinergias similares –algo perfectamente posible–, en País Vasco y Cataluña, que reivindiquen la singularidad incuestionable de ambos territorios hasta donde sea posible y necesario, pero teniendo siempre presente que el vasquismo o el catalanismo nunca pueden ser nacionalismo, que es algo movido por un sentimiento antiespañol incomprensible y siempre frustrante.