José Antonio Zarzalejos- El Confidencial
Puestos a subversivos, Puigdemont ha demostrado serlo más que Pablo Iglesias y los secesionistas mucho más que Podemos
A la asamblea de parlamentarios y alcaldes celebrada el domingo en Zaragoza, convocada por Unidos Podemos, le cuadra la frase de Marx según el cual “la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa”. Algunas megalomanías de los dirigentes podemitas –de Iglesias en particular– resultan un tanto patéticas. Con una imaginación desbocada, los morados debieron pensar que en este momento su asamblea venía a cumplir el papel histórico de la Asamblea de Parlamentarios que en 1917 –liderada por Francesc Cambó– reclamó, también al margen del Congreso, elecciones constituyentes y, así, el fin del régimen de la Restauración sustentado en la Constitución de 1876. No ha faltado quien llegó a comparar la declaración que saliese del encuentro asambleario de Podemos nada menos que con el Pacto de San Sebastián de 1930, prólogo de la II República.
La asamblea fue un fiasco, como, por otra parte, resultaba previsible. Iglesias no le ha cogido el punto a la crisis de Cataluña y carece de una estrategia digna de tal nombre, improvisa sobre la marcha e incurre en excentricidades. Tras una larga búsqueda de ciudad y recinto adecuados para celebrar la reunión –después de negativas de algunos alcaldes de UP, el de la capital aragonesa ofició de renuente anfitrión-, al cónclave no acudió el PSOE (como estaba previsto) y ERC se personó con la credencial de mero partido observador (la CUP no participa en estas “performances”).
No hubo aportación diferente a la propia de un mitin para apelar a Sánchez y hostigar al PP y a Rajoy
O sea, le fallaron a los convocantes el primer partido de la izquierda española y el de Cataluña. Para dejar clara su autonomía, los republicanos no suscribieron la “Declaración de Zaragoza” que ha pasado sin pena ni gloria porque, si se lee el texto y antes se escuchan las intervenciones, no hubo aportación diferente a la propia de un mitin para apelar a Sánchez y hostigar al PP y a Rajoy sobre los que se hace recaer toda la responsabilidad de las decisiones kamikazes de un infatigable Puigdemont que ese mismo domingo en el prime time de La Sexta, con Évole, dejó al desnudo su contradicciones e insuficiencias.
Todo lo que tenía de rentable la asamblea zaragozana lo cobró la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y sus “comunes” que se proyectan mucho más allá de Cataluña gracias a los ímprobos esfuerzos de Pablo Iglesias para vaciar su organización catalana en beneficio de la de la edil que optimiza todas las oportunidades para continuar en el equilibrio en el que deambula: ora independentista, ora izquierdista. Es la única alcaldesa catalana que ni apoya, ni deja de apoyar el referéndum ilegal del próximo domingo, con tal habilidad que le jalean sus colegas imputados y los fiscales le salvan de la razia judicial. No se ha visto en mucho tiempo semejante habilidad para estar en procesión y repicando.
La cosa se quedó en un fenomenal gatillazo político, en una convocatoria endogámica y, al final, irrelevante
Estuvieron presentes invitados que no seguirían a Iglesias ni a la vuelta de la esquina. No lo harán nunca los nacionalistas del PNV (el domingo celebraban el “Alderdi Eguna” en las campas de Foronda) cuya distancia con Podemos es tan sideral como la que Urkullu marca con ese partido en Euskadi. Carles Campuzano, por el PDECAT, confirmó que los ex convergentes tienen perdido el oremus. Las demás formaciones que estuvieron representadas en Zaragoza fueron aquellas que se apuntan a impulsar cualquier ariete contra el sistema constitucional. Salvo Bildu y Otegi que no aparecieron. Con lo cual, la cosa se quedó en un fenomenal gatillazo político, en una convocatoria endogámica y, al final, irrelevante. Mediáticamente la quieren salvar con el botellazo de los vándalos a la presidenta del parlamento aragonés. Ni por esas.
Puestos a subversivos, Puigdemont demostró que lo es mucho más que Iglesias y los secesionistas más aún que Podemos. No hay nada más testarudo que un político de corte carlista y con vocación de redactar su martirologio. Podemos quiere parasitar la crisis de Cataluña y a lo peor para Iglesias la crisis de Cataluña le está parasitando a él y a su partido. De tal forma que los morados concurren a esta kermesse en compañía muy poco homogénea e interesada: desde el abad de Monserrat hasta el Barça, pasando por un amplio muestrario social y político con un parentesco ideológico remotísimo con Podemos.
UP e Iglesias lo darán todo en la “movilización” del domingo en Cataluña pero no recibirán nada. Podían haber corregido su trayectoria pero el domingo entraron en una dinámica que les condena a oficiar de amable acompañamiento del secesionismo. Más les vale a los morados que Puigdemont no imité la balconada separatista de Companys en 1934. Porque si lo hace, Iglesias será algo en la política española cuando las ranas críen pelo.