Francisco Rosell-El Debate
  • Lo cierto es que el ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes comparece en su condición de exsecretario general de Presidencia al haber sido, según un subalterno, quien, como fontanero de Sánchez, contrató a la amiga de Begoña Gómez

Probablemente los más memoriosos niños de ayer se acuerden de un personaje de dibujos animados que tuvo también siete vidas al nacer con el cine mudo y romper a maullar al cabo de décadas con una pegadiza sintonía televisiva: «Félix el gato,/ el único, único gato,/ cuando un problema tiene,/ va por su bolsa mágica». Pues bien, hoy otro «Félix el gato», el triministro Bolaños, tendrá que echar mano de su «bolsa mágica» para salir bien librado de su cita ante el juez de sus improperios, Juan Carlos Peinado, al que lleva descalificando sin remilgos desde que osó procesar a la tetraimputada esposa del presidente Sánchez. Ambos se ven las caras este Miércoles Santo al declarar el ministro como testigo en la pieza abierta por malversación de caudales públicos en la contratación de Cristina Álvarez, quien asistía a Begoña Gómez en los negocios que imputan a ésta por corrupción, tráfico de influencias, intrusismo laboral y apropiación indebida.

Por segunda vez, el magistrado Peinado retorna al complejo presidencial luego de hacerlo el pasado año para deducir testimonio de Sánchez en torno a un «Begoñagate» que cerca cada día más la oficina presidencial. Como en la obra del escritor norteamericano James M. Cain «El cartero siempre llama dos veces» , la Justicia golpea de nuevo la puerta de la Moncloa. Partiendo de la tradición inglesa de que la primera llamada del empleado de Correos avisa de su presencia y la segunda anuncia la entrega de un telegrama, lo cual solía ser un mal augurio, este escritor de novela negra quiso remarcar con su título, que, tarde o temprano, el peso de sus actos recae sobre sus protagonistas. Habrá que ver si es la circunstancia de Sánchez y su edecán Bolaños.

Lo cierto es que el ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes comparece en su condición de exsecretario general de Presidencia al haber sido, según un subalterno, quien, como fontanero de Sánchez, contrató a la amiga de Begoña Gómez. Da la casualidad de que, amén de la imputada Cristina Álvarez, dependían asimismo de Bolaños Luis María Carrero Pérez, el funcionario de la Moncloa que servía al «hermanito» David Sánchez en la Diputación de Badajoz, y la nueva directora de comunicación del encausado fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Esto lo coloca en medio de los episodios de corrupción que más personalmente atañen a Sánchez y arría el despacho presidencial como cuando la acqua alta inunda la Plaza de San Marcos incluida su monumental basílica.

Por eso, en sus arremetidas contra Peinado aseverando que Begoña Gómez sufre una «gravísima indefensión», al no saber «de qué se le acusa porque no hay nada de que acusarla», y advirtiendo de que, «si este proceso continúa, será lógico que los ciudadanos se pregunten qué se pretende», el Notario Mayor del Reino no sólo salvaguarda a la mujer del jefe, sino igualmente a sí mismo. En ese brete, se discierne que su deposición ante su demonizado juez Peinado no sea plato de gusto para quien está obligado a decir verdad sobre todo lo que se le pregunte y se inculparía si se aparta del camino de la verdad por una malentendida obediencia debida al presidente Sánchez. No en vano, la verdad tiene mucha memoria y ejerce súbita venganza cuando menos se le espera, como bien subrayaba recientemente ese docto en leyes que es Javier Gómez de Liaño, a la par que evocaba para la ocasión el artículo 458 del Código Penal que castiga con penas de prisión al testigo que faltare a la verdad.

No parece previsible, aunque blasone de ello, que Bolaños vaya a mostrarse muy colaborador con el togado al que hostiga como ministro. Mucho menos cuando habitúa a prescindir de su conciencia para ahormar las leyes a fin de que Sánchez se aferre a la Moncloa a cualquier precio. Como si fuera el sirviente Crispín en «Los intereses creados» tratando de sacar de la celda a su amo y señor, se aplica a sortear sentencias y dejar expeditos a Sánchez y al prófugo Puigdemont. Como significó el Premio Nobel mexicano Octavio Paz, una nación comienza a corromperse cuando lo hace su sintaxis.

Otro tanto para orquestar maniobras del tenor de la que teatralizó el 2 de mayo de 2022 en la festividad de la Comunidad de Madrid al sorprender a los españoles con que el teléfono de Sánchez había sido espiado con el programa israelí Pegasus un año antes —a fines de mayo e inicios de junio de 2021— en el momento culmen de la crisis hispano-marroquí para a renglón seguido torpedear la investigación del magistrado José Luis Calama y reconciliarse con el régimen alauita traspasándole la soberanía del Sahara sin aprobarlo ni del Consejo de Ministros ni las Cortes. Y eso que, como secretario de la Presidencia, Bolaños era el vigía de las comunicaciones de Sánchez. Como explica Hannah Arendt, no se miente para que la gente crea las patrañas, sino para que no se crea en nada ni se distinga el bien y el mal. «Y un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así, puedes hacer lo que quieras», concluye.

Por esa senda, Bolaños reinterpreta el rol de Haldeman, el célebre jefe de Gabinete de Nixon con el ‘escándalo Watergate’, quien trató de sabotear las pesquisas del FBI en torno al asalto al cuartel electoral de los demócratas y de cuya conversación al respecto con el presidente se borraron «accidentalmente» 18 minutos y medio. En julio de 1973, a raíz de averiguar el Senado que Nixon había instalado un sistema de grabación en el Despacho Oval y de que muchas charlas habían sido grabadas, la Corte Suprema dispuso la entrega de las cintas que documentaban como se había procurado encubrir el ‘caso Watergate’ con «tejemanejes cuestionables». Al ponerse en marcha su destitución por el Congreso, Nixon dimitió el 9 de agosto de 1974, siendo reemplazado por Gerald Ford, quien ironizó con que debía su empleo a The Washington Post. Pugnando por evitar que la historia se repita con ellos, Sánchez y su abogado de oficio buscan amordazar a la Prensa y maniatar a la Justicia. Todo a expensas de ver este Miércoles Santo qué saca Félix el gato (Bolaños) de su bolsa mágica contra el juez Peinado.