El gato muerto

EL MUNDO – 25/04/16 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO

· El viernes 22 de abril, Pablo Iglesias simuló una rectificación por las alusiones que había hecho el día anterior, durante una intervención en la Facultad de Filosofía de la Complutense, a la supuesta falta de profesionalidad del periodista Álvaro Carvajal: «Nunca debí señalar a un periodista».

Ese mismo día, otros dos dirigentes de Podemos entraron de lleno en el debate. Carolina Bescansa, secretaria de Análisis Político y Social, afirmó en Espejo Público: «Es imprescindible que la gente sepa que hay muchos periodistas, los periodistas que trabajan en la calle, y los que están todos los días a pie de obra, que tienen dificultades para transmitir lo que ven… La gente sabe que no se trata a Podemos de la misma manera que al resto de las fuerzas políticas».

Al mismo tiempo, Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, se preguntaba retóricamente en su página web: «¿Sabéis por qué a veces el titular de una noticia tiene poco que ver con el cuerpo de la noticia? Porque en muchos medios y en muchas ocasiones el cuerpo lo escriben los periodistas y los titulares los escriben los jefes».

Iglesias, al que se le pueden criticar muchas carencias pero no precisamente la de improvisar a la hora de colocar sus mensajes, utilizó el nombre de Carvajal conscientemente, no por error, ni porque se le calentara la boca, sino porque sabía que ésa era la forma de abrir un debate que a Podemos le interesa: la falta de independencia de los periodistas.

Unos días antes, el magazine de La Vanguardia Fashion&Arts había publicado una entrevista al líder de Podemos en la que éste, sin venir a cuento, dijo: «Un periodista me confesó en una ocasión: ‘Mi trabajo es hacer que te equivoques y conseguir que digas algo que no quieres decir’. Incluso te cuentan: ‘Yo no tengo nada contra vosotros, pero mi objetivo profesional es prosperar. Y con las líneas editoriales que hay en España, para prosperar tengo que firmar artículos que vayan en portada’».

La frase pasó desapercibida. El titular de la entrevista («Pablo Iglesias se desmelena») era apenas un pie para unas fotos que reflejan con nitidez la egolatría del personaje.

Pero mira por dónde, las cosas cambian cuando se les ponen nombre y apellidos. Y mira por dónde, ahora personalizó aquel periodista imaginario en Álvaro Carvajal, al que, para que nadie pudiera pensar que se trataba de un desliz, mencionó varias veces en su intervención en la Facultad de Filosofía.

Iglesias ha actuado como un experto en comunicación de masas. Ha sabido poner sobre la mesa un debate que a él le interesa, aunque para ello haya tenido que provocar un daño colateral: la credibilidad de un periodista.

Esa táctica no es original, forma parte de la lista de trucos de los más expertos asesores de imagen y comunicación. El 9 de abril de 2015, 10 días antes de que comenzara la campaña electoral en Reino Unido, el secretario de Defensa, Michael Fallon, lanzó un brutal ataque al líder del Partido Laborista, Ed Miliband, en una entrevista en The Times: «Miliband apuñaló a su propio hermano por la espalda para ser líder de los laboristas. Ahora está dispuesto a apuñalar al Reino Unido por la espalda [se refería a una posible alianza con el Partido Nacionalista Escocés] para llegar a ser primer ministro».

Las declaraciones causaron una enorme polvareda, pero provocaron el efecto deseado, ahondar en la imagen de Miliband como un líder débil, capaz de hacer cualquier cosa por alcanzar el poder. A esa táctica, el director de campaña del Partido Conservador, Lynton Crosby, le llama «poner un gato muerto sobre la mesa del salón». Al final, todo el mundo acaba hablando sobre el gato muerto (la historia la cuenta Sam Delaney en su libro Mad Men & Bad Men).

El asunto que quiere poner sobre la mesa Podemos es el debate sobre los medios de comunicación. Uno de los asuntos predilectos de Iglesias, no sólo porque a él le gustaría controlar la televisión pública, o incluso porque le encantaría tener un espacio como el Aló presidente de Hugo Chávez –como él mismo ha reconocido-, sino porque para alcanzar el poder es necesario, bajo el prisma de Podemos, un «reequilibrio mediático en favor de las fuerzas progresistas».

Según las tesis de Podemos, el Congreso de los Diputados, incluso en su actual composición, no representa los intereses del pueblo. Para que eso suceda, Podemos tendría que alcanzar una mayoría suficiente como para gobernar. Y eso sólo puede producirse si se da ese «reequilibrio mediático».

¿Qué es lo que se pretende? ¿El establecimiento de algún organismo público que regule y actúe como árbitro en los medios privados? ¿El establecimiento obligatorio de comités de redacción que puedan condicionar las líneas editoriales de los medios? Las fórmulas para invadir los espacios de libertad son muy variadas.

Como dice Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo: «La propaganda es un instrumento del totalitarismo y, posiblemente, el más importante en sus relaciones con el mundo no totalitario».

El mayor problema que tenemos los periodistas en estos momentos es la enorme endeblez de las empresas editoras, que las hace débiles frente al poder, ya sea económico o político. La cuestión no es cambiar a los que pretenden controlarnos, sino poder contar la verdad sin miedo a que nadie te señale con el dedo.

EL MUNDO – 25/04/16 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO