Pedro García Cuartango-ABC
- Creer que hay una forma femenina de acceder a las ciencias es una pura estulticia, una ocurrencia veraniega
Fue Albert Einstein quien dijo que las matemáticas son una forma de poesía que expresa la lógica del mundo. Y Kant apuntaba que son un conocimiento de validez universal que se adquiere al margen de la experiencia empírica. Sea como fuere, el Gobierno de Sánchez quiere ahora feminizar esta ciencia abstracta, lo cual no deja de ser una innovación en un saber que hasta hoy carecía de género.
Lo que más me sorprende de esta iniciativa es que deja traslucir una desconfianza hacia las capacidades intelectuales de las mujeres, a las que se pretende tutelar con un rancio paternalismo. No creo que necesiten ayudas para igualar a los hombres en las matemáticas o la ciencia. Es una simple cuestión de igualdad de oportunidades. Confieso que ignoraba que el cálculo, las ecuaciones, los algoritmos y la estadística podían afrontarse con perspectiva de género.
Pretender feminizar las matemáticas es una ocurrencia que va contra la misma naturaleza de esta disciplina que abstrae las singularidades para formular proposiciones de validez universal. Hace casi cuatro siglos, el matemático francés Pierre Fermat formuló su famoso teorema de que resulta imposible encontrar un número elevado al cuadrado que sea igual a la suma de dos números elevados al cuadrado.
Este teorema, que no pudo ser demostrado hasta 1995, es válido tanto si se trata de peras como de manzanas, de vacas como de ovejas, porque las matemáticas, como sostuvo Bertrand Russell en sus ‘Principia’, tienen un fundamento lógico y simbólico.
Creer que hay una forma femenina de acceder a las ciencias es una pura estulticia, una ocurrencia veraniega que pronto caerá en el olvido por mucho que se escandalicen algunas ministras del rechazo que ha provocado tal absurdo.
Lo que sí resulta mucho más inquietante es la filosofía de la ‘ley Celaá’ que denigra la cultura del esfuerzo e iguala los saberes por abajo. Esa mentalidad es la que trasluce en esta iniciativa que, por cierto, nadie ha explicado cómo van a llevarla a cabo.
Pero lo más grave de este asunto es que revela la confusión de un Gobierno que está convencido de que el método para acceder a la alta cultura y la ciencia es banalizar el conocimiento, presentarlo como una mercancía que se vende en las tiendas de todo a cien.
Feminizar las matemáticas, eliminar la memoria, quitar los incentivos a la excelencia y denostar el trabajo son el camino seguro para formar nuevas generaciones de personas mediocres, sumisas e indoctas, sin el menor espíritu crítico. No hay atajos para aprender matemáticas, física o historia. Lo que el Gobierno tiene que hacer es garantizar la igualdad de oportunidades y favorecer el talento, que está repartido a partes iguales entre hombres y mujeres.