Juan Ramón Rallo-El Confidencial
- ¿Qué sentido tenía pregonar que eres un Ejecutivo preocupado por reducir el tamaño de la Administración y, al mismo tiempo, mantener vivos tres tributos propios como estos?
La política está compuesta por fondo y por formas: el fondo es el contenido legislativo que se plasma en las leyes y la forma es todo el ritual propagandístico que rodea la actividad política. Una política con fondo pero sin formas termina siendo desplazada por otros ilusionistas más habilidosos que, acaso con peores fondos, pero con un postureo más estratégico, consiguen ganarse el favor del votante; una política con formas pero sin fondo constituye un mero escaparate de manipulaciones hacia el votante con que perpetuarse en el poder (y según cuál sea el fondo que impulsarían algunos, más nos vale muchas veces que la política sea forma sin fondo).
La decisión adoptada por Ayuso de eliminar todos los tributos propios que subsistían en la Comunidad de Madrid —esencialmente tres: el impuesto sobre las máquinas en locales de hostelería autorizados, el impuesto sobre depósito de residuos y el recargo sobre el impuesto de actividades económicas— se inserta claramente en el terreno de las formas y no en el del fondo. Se trata de una medida que a todos los efectos será irrelevante para los ciudadanos y también para las arcas regionales.
Primero, el impuesto sobre las máquinas en locales de hostelería autorizados es un impuesto con un muy escaso potencial recaudatorio (1,2 millones de euros anuales) que además se ha visto solapado por la creación de un impuesto estatal sobre el juego (cuya recaudación sí se acerca a los 145 millones de euros anuales). Segundo, el impuesto sobre depósito de residuos tampoco tenía una capacidad recaudatoria significativa (2,2 millones de euros anuales) y, nuevamente, se prevé que sea reemplazado por un nuevo impuesto de ámbito estatal. Y tercero, el recargo sobre el impuesto de actividades económicas ya se ubicaba en el 0%, de manera que no proporcionaba recaudación alguna al fisco regional y su supresión solo cabe interpretarla como un compromiso más firme en la voluntad de no llegar a cobrarlo nunca.
En total, pues, estamos hablando de que la Comunidad de Madrid dejará de ingresar 3,4 millones de euros: apenas el 0,02% de todos sus recursos y una cifra promediada tan baja como 0,7 euros por habitante. A todos los efectos, pues, forma y no fondo: propaganda. Sin embargo, se trata de una propaganda orientada en una dirección indudablemente correcta y positiva: Madrid es y aspira a seguir siendo la autonomía con impuestos más bajos de España. Es decir, se trata de una propaganda sobre cierto fondo: se busca persuadir a trabajadores, ahorradores y empresarios de que la región tiene un proyecto tributario claro, coherente y a largo plazo (si es que los votantes lo siguen permitiendo, claro) en favor de los impuestos bajos. ¿Qué sentido tenía hasta la fecha pregonar que eres un Ejecutivo preocupado por reducir el tamaño de la Administración y, al mismo tiempo, mantener vivos (o semivivos) tres tributos propios cuya supresión dependía enteramente de ti? La discordancia discursiva se vivía hasta ahora, no a partir de ahora.
Con todo, que la supresión de estos tres tributos propios sea un gesto plausible no debería hacernos olvidar que se trata, en última instancia, de solo eso: un gesto. Para reducir realmente el tamaño de la Administración regional —para conseguir que recaude mucho menos y también que gaste mucho menos— serán necesarias otro tipo de medidas que vayan más allá de vistosos fuegos de artificio. Si este gesto complementa otras medidas venideras con mucho más contenido e implicaciones liberalizadoras sobre la vida de los madrileños, podremos decir que habrá sido un gesto cargado de lógica y congruencia. Si este gesto no es complementado por otras medidas venideras con mucho más fondo aperturista y flexibilizador, habrá que decir en retrospectiva que fue un gesto meramente dirigido a continuar alimentando mediáticamente el discurso vacío de que Ayuso es una política con firmes principios favorables a la libertad individual. Que termine siendo lo uno y no lo otro dependerá de cuál sea la verdadera determinación de Ayuso: envolverse en un aura engañosa con la que escalar políticamente o ampliar efectivamente las libertades de los madrileños. Ojalá sea lo segundo.