Editorial, LA VANGUARDIA, 28/2/12
LA declaración política de la izquierda abertzale, la antigua Batasuna, efectuada el domingo en un acto celebrado en San Sebastián, ha sido interpretada como un paso hacia la reconciliación en el País Vasco, aunque limitado y aún insuficiente. Es cierto que por primera vez en la historia, desde el entorno político de ETA, se expresa un reconocimiento explícito al dolor causado a las víctimas de la banda terrorista. A estas alturas, sin embargo, eso es lo mínimo que se les podía pedir después de tanta muerte y tanto dolor provocado en 53 años de violencia.
En un amplio documento bajo el título Vientos de solución, la izquierda abertzale hace autocrítica sobre su actitud respecto a las víctimas de la banda terrorista y expresa «un profundo pesar tanto por las consecuencias dolorosas derivadas de la acción armada» de la banda terrorista como por su posición política con respecto a estas, «en la medida en que haya podido suponer –aunque no de manera intencionada– un dolor añadido o un sentimiento de humillación».
Al margen de esta declaración, el conjunto del documento reitera las reclamaciones básicas del entorno de ETA que nada aportan para desbloquear la situación actual, como «el final de la política penitenciaria totalmente inhumana», la legalización de Sortu o que concluya «la política de represión, acoso policial y detenciones, así como los juicios y los encarcelamientos».
La izquierda abertzale también pide a ETA que «deshaga sus estructuras militares» y ponga sus armas «fuera de uso», pero se resiste a reclamar la disolución de la banda terrorista, que es justo lo que exige el conjunto de los partidos democráticos del Estado para avanzar en el camino hacia la paz. Es lo mismo que exigieron el 20 de octubre pasado, cuando ETA anunció que abandonaba definitivamente las armas, y reclamaba a los gobiernos español y francés la apertura de un «proceso de diálogo directo» destinado a solucionar «las consecuencias del conflicto», en clara referencia a sus militantes presos o huidos de la justicia. Ese anuncio de disolución de la banda armada se resiste a llegar.
La izquierda abertzale declara, en el mismo documento, que ha hecho todo lo que ha estado en su mano para poder construir la paz en Euskadi, pero la verdad es que apenas está en los inicios y todavía tiene mucho por hacer y demostrar. Y también revela una percepción muy distorsionada de la realidad cuando habla de que se ha producido un cese unilateral de la violencia por parte de ETA. Pero eso es algo que no ocurrirá realmente hasta que la banda terrorista entregue las armas y se disuelva.
El reconocimiento del dolor de las víctimas de ETA es un paso necesario por parte de la izquierda abertzale, pero son precisos nuevos y contundentes gestos para para forzar la definitiva desaparición de la banda terrorista. El Gobierno español y el conjunto de los partidos políticos del arco parlamentario se mantienen unidos en esta exigencia, como lo demuestra la última resolución sobre el camino hacia el fin de ETA aprobada por la mayoría de fuerzas representadas en el Congreso la pasada semana. Entre tanto, la política del Ejecutivo, manifestada por el ministro Jorge Fernández Díaz, será la de cumplir con la ley, concediendo beneficios penitenciarios de forma individualizada a aquellos presos etarras que manifiesten arrepentimiento y distanciamiento de la banda terrorista.
Editorial, LA VANGUARDIA, 28/2/12