ANÁLISIS ALBERTO AYALA-ELCORREO

Urkullu es quien tenía la obligación de buscar apoyos para sus Cuentas. La izquierda abertzale podía decir sí o no

Primer gran fracaso de la legislatura del lehendakari Urkullu, cuyo Gobierno retiró a primera hora de la mañana de ayer el proyecto de Presupuestos vascos para 2019 al no lograr apoyos para que prosperara con el fin de evitar que se visualizara el revés. Lo mismo que sucedió en 2013, en su primer año en Ajuria Enea, tras el mandato del socialista Patxi López.

Acaba así el bienio de vino y rosas del que venía disfrutando un PNV que ha gobernado este tiempo la totalidad de las grandes instituciones vascas –Gobierno y Parlamento, las tres diputaciones, las juntas generales (los parlamentos de cada provincia) y los ayuntamientos de capital– sin apenas sobresaltos, con la excepción ya habitual de Vitoria y de Álava.

Desde que los jeltzales dejaron caer en junio a Rajoy era un secreto a voces que el PP vasco no daría estabilidad por más tiempo al Gobierno PNV-PSE, al que le falta un escaño para la mayoría absoluta. Desde septiembre es así.

Al punto de que los populares –cuya seriedad enfatizó ayer el consejero Azpiazu, sin duda pensando ya en el futuro– declinaron entrar en negociaciones sobre las Cuentas, lo mismo que Podemos. PNV y EH Bildu, en cambio, vieron oportunidad de negocio y se lanzaron a explorar las posibilidades de entendimiento. Al final sin éxito.

Puede sonarles a perogrullada, pero no me parece superfluo recordar que en política son los gobiernos quienes están obligados a buscar apoyos para sacar adelante sus planes y no la oposición. Esta debe ser constructiva, pero es libre de apoyar o no una iniciativa, porque le gusta o por las contrapartidas que recibe.

Tan pronto se materializó por la mañana la retirada del proyecto, el PNV y la izquierda abertzale se lanzaron con todo su arsenal personal y dialéctico a tratar de ganar la batalla del relato. Los jeltzales no escatimaron ni en medios humanos (con una premura inusual, Ortuzar, Urkullu y el consejero Azpiazu se pusieron a disposición de la Prensa) ni en dureza discursiva contra los de Otegi, a quienes acusaron de casi todo: deshonestidad, deslealtad y de ser falso que estaban dispuestos a acordar.

Que el presidente del EBB trate de echar a los pensionistas contra EH Bildu, y a la inversa, era lo esperable. Pero llama la atención que argumente que es la izquierda abertzale quien les ha dejado sin complemento de su pensión, cuando la coalición lo exigía para pactar, y obvie que el PNV no lo preveía en sus Cuentas pese al fortísimo incremento recaudatorio por no ser competencia vasca.

Si todo se ha ido al garete por presiones de los sectores más duros de EH Bildu –como rápidamente deslizó Sabin Etxea–, porque el Gabinete Urkullu no ha aceptado la cantidad que pedía la izquierda abertzale o si no lo ha hecho porque desde el principio el PNV no quería poner todos los huevos en la misma cesta y afrontar la cadena de elecciones que se nos avecinan asociados a Otegi en materia de autogobierno y en las Cuentas, está por ver.

Lo evidente es que EH Bildu ha dado un paso a la derecha. Desoyendo a ELA y a sectores de Sortu ha aceptado negociar las Cuentas planteando una exigencia relativamente menor para dar su plácet y aceptando la regla de gasto. Como el Gobierno navarro de Uxue Barkos. Progresiva moderación para ser admitido como un partido institucional más, pasando rápidamente la página de ETA.