Tres en ocasiones no son multitud. Al contrario. Son necesarios. La política española se está articulando estas semanas en base a un triángulo amoroso donde, eso sí, uno se siente menos querido. El evidente entendimiento entre el PP y el PSOE coloca a Ciudadanos en una compleja situación: apuesta por dar estabilidad al Gobierno, pero se ve desplazado del foco por los socialistas en los grandes acuerdos porque sus diputados no suman con los populares. En cambio la alianza PP-PSOE garantiza sacar adelante las reformas. Ocurrió con el techo de gasto para 2017, el reparto del déficit entre las comunidades, la subida del Salario Mínimo Interprofesional o, esta misma semana, el pacto alcanzado contra la pobreza energética. En todos estos puntos, Ciudadanos ha estado fuera de la foto. Una situación que ha provocado incomodidad y malestar entre la dirección de Albert Rivera, pese a que de manera pública dicen no sentirse «ninguneados». Dirigentes del partido llegaron a trasladar a miembros del Ejecutivo, en tono irónico, el gusto que le habían cogido a hacerse fotos con Antonio Hernando.
La relación entre PP y Ciudadanos está jalonada por momentos de odio y amor. Si bien desde el principio se supo que la convivencia no sería fácil por la falta de sintonía entre Mariano Rajoy y Albert Rivera, los desplantes del Gobierno respecto a las 150 medidas pactadas con la formación naranja en agosto y sus acercamientos al PSOE han colocado más piedras en el camino. Respecto a la dejadez en el cumplimiento de lo pactado, el Gobierno ha apostado por demorar su puesta en marcha –amnistía, aforamientos…–, aportando distintos argumentos a Ciudadanos. En cuanto a su preferencia por pactar con el PSOE, un ministro llegó a justificar ante un dirigente de Ciudadanos: «Ya lo sabéis, sólo es el pago en especies», en referencia a que ese protagonismo que el Gobierno está dando a los socialistas es sólo el precio a pagar por la abstención de éstos que facilitó la investidura de Rajoy.
No es la primera vez que desde el Ejecutivo se aplica calmante al malestar de Ciudadanos. El propio Rajoy descolgó el teléfono para apaciguar a Rivera, en pleno malestar por las interferencias de Montoro, y se comprometió a una inversión social de 3.850 millones para 2017, lo que, en realidad, suponía un tijeretazo de 1.200 millones a los 5.000 millones comprometidos en el pacto firmado en agosto. El objetivo era mantener a Ciudadanos como socio, pese al recorte, y permitirle exhibir algunas medallas.
Y es que el Ejecutivo se preocupa por acercarse al PSOE y, a la vez, rebajar la tensión con Ciudadanos. En medio de las quejas naranjas por la mala comunicación en la negociación de los Prespuestos, el portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, aseguró que el acuerdo suscrito con Ciudadanos será «el pivote prioritario» de su acción política, si bien precisó que para ponerlo en marcha es necesario contar con otros partidos. Esto es, el Gobierno, convenientemente, echa agua cuando ha detectado un foco de incendio naranja.
Y ahí está la clave. En la suma. PP y Ciudadanos saben que no son suficiente –la mayoría del Congreso son 176 diputados y ellos suman 169–, por lo que se necesita de un tercer socio. Los dos apuestan por el PSOE, pero desde un prisma distinto: el PP como interlocutor preferente y Ciudadanos como aliado de un acuerdo entre constitucionalistas.
De momento, el PSOE insiste en presentar una enmienda a la totalidad del proyecto de Presupuestos para 2017 del Gobierno. «Ese Presupuesto de recortes, que busque en la derecha parlamentaria los apoyos que necesita», dijo este fin de semana Susana Díaz. Ante este escenario, el PP necesita del apoyo de Ciudadanos y del PNV para intentar sacar adelante las cuentas públicas. De ahí esos guiños y cuidados al partido de Rivera. Por ejemplo, la semana pasado desde el equipo económico de Ciudadanos se mantuvieron reuniones con ministros para perfilar la partida presupuestaria a destinar al Plan contra la Pobreza Infantil, uno de los 150 compromisos del pacto de investidura, y cuya inversión será inferior a los 1.000 millones previstos.
Con todo, la dinámica en estos primeros meses de legislatura –y se prevé que en los próximos– es clara: el PP prioriza siempre que puede al PSOE y después invita o facilita a Ciudadanos sumarse al acuerdo. De momento, en la formación de Rivera han apostado por no alzar la voz. Sus dirigentes consideran que ellos ya han «cumplido nuestra mayor obligación: votar a favor de la investidura de Rajoy. Ahora toca vigilar el cumplimiento de las exigencias. Ahora tienen que cumplir ellos». Y son conscientes de que poco pueden hacer porque no son determinantes al no sumar. Apuestan por tratar de construir el relato de que son ellos quienes logran poner de acuerdo al bipartidismo. Y esperan recobrar protagonismo con los Presupuestos.
Juan Carlos Girauta, portavoz de Ciudadanos en el Congreso, cree que sería «un juicio precipitado» decir que el PP prima al PSOE para los pactos ninguneando a Ciudadanos, pero sí admitió ayer a Europa Press que «hay ministros» en la «cultura estricta del bipartidismo».