El Confidencial 26/11/12
Indisimulada satisfacción en el Gobierno por “el ridículo” que, a su parecer, ha hecho Artur Mas al convocar elecciones para obtener mayoría absoluta y perder 12 escaños. El desafío independentista sigue, pero el Mesías de la operación sale debilitado, obligado a seguir con los recortes desde la Generalitat y sometido a un partido tan extremista como ERC, que se convierte en su único socio posible. Además, el PP avisa que no habrá pactos para sostener a Mas, como ocurrió en los últimos dos años, y resalta el cuarto fracaso electoral de los socialistas en comicios autonómicos después de Andalucía (perdió, pero gobierna con IU), Galicia y el País Vasco.
El presidente de la Generalitat adelantó las elecciones cuando faltaban dos años de legislatura para no seguir con los recortes, erigirse en guía de la causa del independentismo y obtener una mayoría absoluta. Planteados los comicios en clave de plebiscito, las urnas le han dado un severo revolcón: pedía seis escaños más y pierde doce. Además, resucita a ERC, que duplica su representación parlamentaria. “Ante la oferta de la radicalidad, la afición prefiere el original a la copia”, remachaban anoche en fuentes gubernamentales para definir el fracaso de Mas.
En los mismos medios insistían en la inutilidad de las elecciones. El presidente de la Generalitat ya tenía una mayoría independentista si se entregaba a ERC y, al mismo tiempo, podía contar con el apoyo indirecto (abstención) para aplicar su política económica, recortes incluidos. Ahora, CiU queda encadenado con el reto secesionista y no puede contar con el PP para nada, aunque los 19 escaños de los populares le servirían para garantizarse la estabilidad en el poder. Pero tendría que mantenerse dentro del marco constitucional.
Por el Partido Popular, María Dolores de Cospedal, salió anoche a meter el dedo en todas las heridas de Mas y también para recalcar que el dirigente nacionalista no se puede radicalizar más de lo que está. De hecho, en su huida hacia adelante insistía a la misma hora en su proyecto de convocar una consulta para la secesión de Cataluña.
En el PP prefirieron quitar importancia al hecho de que el Parlamento autonómico catalán que sale de las urnas tiene una amplia mayoría de diputados independentistas. Sostienen que no es nuevo que la suma de CiU y ERC señale una hegemonía de ruptura en Cataluña. Pero la diferencia es que en ese pasado remoto y reciente Convergencia todavía no se había apuntado al independentismo, aunque lo preparara a conciencia. El pasado 11 de septiembre es cuando hizo oficial su apuesta por la secesión.
Los populares prefieren dejar a ICV (13 escaños) a un lado cuando suman el bloque independentista para sostener que ese sector del Parlamento autonómico ha perdido dos escaños en estas elecciones. Los representantes de ICV pueden ser más de izquierdas que nacionalistas, pero apoyan las teorías del ‘Estado propio’ de Mas.
CiU debe revisar sus planes
Cuestiones de partido aparte, la satisfacción o alivio del Gobierno por el fiasco de Mas se basa en la evidencia de que los resultados obligarán a CiU a frenar o revisar sus planes. Mucho peor habría sido que a Mas le hubiera salido bien el proyecto del plebiscito. En Convergencia, y sobre todo en Unió, había algunos discrepantes como Duran, que disimulaban mal su oposición a la apuesta independentista y que ahora se reactivarán.
El Ejecutivo tiene otro factor de presión sobre el dirigente nacionalista: la Generalitat ha recibido en los últimos meses más de 5.000 millones de euros del ‘Estado español’ para su sostenimiento más doméstico. El Gobierno de Rajoy se ocupa de pagar nóminas de funcionarios de la administración autonómica y medicinas de la sanidad catalana, además de hacerse cargo de sus vencimientos de deuda. Mas sale debilitado ante su partido y también para seguir con su pulso al Ejecutivo.