Luis Ventoso-ABC
Nace un pato cojo que caminará lo que permita Junqueras
Meritxell Batet, la nacionalista catalana del PSC que preside el Congreso, ejerce su moderación con sosiego. Suele permitir que los portavoces se despachen sin apremiarlos ni reconvenirlos (incluso cuando insultan al Jefe del Estado, como Bildu el domingo). Pero ayer Batet rompió su tónica tranquila urgiendo varias veces a la oradora de ERC, Montserrat Bassa, para que fuese rematando su discurso. ¿Por qué le entraron esas prisas súbitas a Batet? Pues porque Bassa, hermana de una dirigente sediciosa condenada a 12 años de cárcel, se vino arriba y cantó «La traviata» sobre el pacto Sánchez-ERC. «La gobernabilidad de España me importa un comino», confesó desde la tribuna del Congreso. Y acto seguido explicó que lo único que buscan invistiendo a Sánchez es alcanzar «la República catalana independiente desde la cordialidad con España» (frase perfectamente omitida en el Telediario de ayer de TVE, no vaya a ser que el pueblo perciba el talón de Aquiles de nuestra gloriosa «coalición progresista»).
Éxtasis. Sánchez levitaba en su pedestal. Hasta dirigió a los fotógrafos que lo retrataban. El vicepresidente Iglesias prorrumpió en gruesos lagrimones, cual ayatolá iraní, conmovido por haber asaltado al fin un cachito de cielo. La euforia seguirá unas semanas. Por decreto se pueden hacer muchas cosas. El Gobierno de la «coalición progresista» tiene apoyos para cepillarse la reforma laboral y subir el sueldo mínimo, anotándose así dos tantos propagandísticos de «sensibilidad social». Pero los golpes de efecto iniciales serán solo un espejismo. A la larga, Sánchez es un pato cojo, como denominan en la jerga americana a los presidentes de cartón-piedra. Si ERC ha mantenido el apoyo al PSOE pese a las inhabilitaciones de Junqueras y Torra, Sánchez tiene que haberles presentado un ofertón bajo cuerda, algo más que competencias y dinero. Así que cuando se acerquen los presupuestos, ERC le pasará su factura: o me das el referéndum, o despídete del chiringuito. Con tal de dormir en La Moncloa, Sánchez es capaz de continuar con las cuentas de Montoro ad infinitum. Pero el suyo pasaría entonces de Gobierno Frankenstein a Gobierno zombi, pues carece de mayoría para reformar la Constitución y en la actual no cabe lo que exige ERC.
Esta fotografía no llega al gran público, debido a las televisiones. Toda la trompetería oficialista predica ya un mismo argumento: la derecha española es antidemocrática y cuasi fascista y se niega a aceptar que ha ganado una mayoría progresista, que arreglará el problema territorial dialogando y traerá «justicia social». Efecto Pavlov: en cuanto las cadenas machaquen esta sintonía varias semanas, el público concluirá, en efecto, que Casado y Arrimadas -no hablemos ya de Abascal- son los nietos de Franco y deben ser aislados. Pero el Gobierno del comino continuará renqueando. Porque alberga dos hiperegos. Porque los radicales de este camarote de los Marx -sección Karl- tropezarán con el rigor fiscal de la UE. Y, sobre todo, porque el surtidor de gasolina del coche lo maneja Junqueras, que no se apeará jamás de su república de Exin Castillos.