VEO a Margarita Robles, la portavoz del Psoe, en la sesión de control. La arrogancia con la que interroga al presidente Rajoy por la sentencia de Gürtel. Como veo intermitentemente a la juez, recuerdo a la juez. Aquel párrafo de Justicia poética, del periodista Braulio García Jaén, sobre el caso Tommouhi, el hombre que gracias a la juez Robles pasó más de quince años en la cárcel por una violación que no había cometido. Al periodista la sentencia le había parecido de «una ignorancia y una soberbia ejemplares» y en el verano de 2006 llamó a Robles para que se explicara:

– La verdad, me parece absurdo hablar sobre un caso que pasó hace tantos años. Porque si usted me dice que se acuerda de un artículo de hace catorce años, es que no me lo creo, sinceramente. Es absurdo.

– Bueno, no es tan absurdo teniendo en cuenta que esta persona sigue en la cárcel.

– Ya, pero ése no es mi problema. Si yo dicté una sentencia, seguro que lo hicimos con toda seguridad. Porque si algo tengo es profesionalidad. Así que si yo dicté esa sentencia es porque habría motivos suficientes y que se ajustaba a derecho. Así que no me venga a mí usted a decirme que es absurdo.

Habían pasado 14 años. De los hechos de Gürtel han pasado 13. Robles le estaba exigiendo a Rajoy que dimitiera. Y se lo exigía porque había perdido la «credibilidad». Credibilidad es la palabra que usan en su sentencia los jueces de Gürtel para calificar el testimonio de Rajoy. La portavoz Robles se apropiaba del intolerable exceso de sus excolegas y lo aprovechaba para impugnar la posibilidad de que Rajoy siguiera. Es más, se atrevía a decirle: cómo es posible que habiéndole dicho los jueces que todo su crédito está perdido siga usted ahí. Pensé que la escena tipificaba el llamado gobierno de los jueces. Irresponsables etimológicos dictando. Dictadores.

Una pésima práctica profesional de la juez Robles envió injustamente a un hombre a la cárcel durante muchos años. No es que se produjeran hechos nuevos e imprevisibles después de la condena. Es que los hechos sobre los que la juez Robles juzgó jamás habrían debido llevar a Tommouhi la cárcel. La señora Robles nunca asumió las responsabilidades de su criminal incompetencia. Ni siquiera pidió perdón. Ni privado ni público.

¡Se va acordar usted de un artículo escrito hace catorce años!