Cuanto más tarde el PNV en asumir que los negros también pueden gobernar, y que seguirá lloviendo para abajo aunque el PNV esté en la oposición, será peor para un partido que ha perdido el gobierno porque ha perdido la centralidad, la moderación y la capacidad de negociar con otros partidos, precisamente por considerarlos pecadores.
H a querido el Aberri Eguna que coincidan las terribles amenazas de muerte de la banda terrorista ETA contra los socialistas vascos supervivientes con la pataleta de niño mal criado y las invectivas xenófobas lanzadas por los nacionalistas vascos del PNV contra los socialistas vascos supervivientes. A pesar de la coincidencia, los nacionalistas del PNV no han tenido ni un segundo, en su poco concurrido acto de afirmación nacional, para mandar siquiera una leve muestra de solidaridad a los socialistas vascos que, como mínimo, desde el 23 de febrero de 1984 -cuando fue asesinado el senador socialista Enrique Casas- no han dejado de enterrar a compañeros de militancia, asesinados todos ellos por la banda terrorista nacionalista vasca. Isaías Carrasco, el último en caer, fue tiroteado por los que ahora vuelven a amenazar de muerte a los socialistas en marzo del año pasado, un minuto antes de que los vascos y el resto de los españoles fuéramos a votar.
Saca el irritado PNV un catálogo de frases enhebradas todas ellas por un cabreo cósmico, basado en su incapacidad para aceptar que otros puedan gobernar un territorio que los nacionalistas consideran que es férreamente suyo, posesivamente suyo, necesariamente suyo; suyo y de nadie más. Hablan los enfurecidos dirigentes del PNV de «franquistas», de «José Antonio», de «zarzuela española», emplean una terminología xenófoba, artillada en una maniobra que resulta patética por deslegitimar los resultados electorales que han permitido conformar una mayoría distinta en el Parlamento vasco después de treinta años de monocultivo del PNV. Vuelve el PNV hacia atrás en sus propios planteamientos y ahora ya no considera vascos a los socialistas ni a los populares, desandando así su conclusión del discurso del Arriaga (1988), cuando estableció que para ser vasco no era imprescindible ser nacionalista y se autocriticó por lo que tenía de antidemocrático su planteamiento anterior: sólo ser puede ser vasco si se es nacionalista.
Hay que esperar que desde la oposición, cuando uno tiene tiempo para casi todo, el PNV recupere su conclusión de hace veinte años. Que lo haga por su bien y por el de toda la sociedad vasca. Desde luego que el tono inaugurado con la afirmación de que la posibilidad de que Patxi López fuera lehendakari era un «golpe», seguido por la negativa a llamar lehendakari a Patxi López y calificar a los socialistas de «unionistas», unido a la catarata de adjetivos odiantes lanzados el último domingo, confirman que si el PNV no está en el Gobierno es, sobre todo, porque ha perdido la centralidad y la moderación y ha cansado, con su ‘raca raca’ obsesivo, circular y lejano, a la mayoría de los ciudadanos, incluidos algunos nacionalistas.
En el mismo día en que el PNV explotó de ira, la banda terrorista ETA volvió a recordar que está dispuesta a asesinar a los socialistas, ahora a los que formen el nuevo gobierno vasco. Este dato habla por sí solo de la excepcionalidad de la situación en Euskadi -una comunidad en la que la hasta ahora oposición iba escoltada-, en la que tanto el PSE-PSOE-EE como el PP han sobrevivido a sistemáticos y perseverantes proyectos de aniquilación, de exterminio, de anulación política, puestos en marcha por el terrorismo nacionalista vasco a base de asesinar a concejales y cargos públicos de ambos partidos. Ese proyecto de acabar con las ideas del contrario a golpe de matar a quienes las defienden ha fracasado, por mucho daño que pueda hacer todavía en el futuro. Asistimos ahora a una nueva oleada de amenazas de ETA que coincide con severos golpes policiales a los terroristas e incautaciones de explosivos que, por reiterados, casi han dejado de ser noticia.
Tiene todo el derecho del mundo el PNV a criticar a los socialistas, pero no debería notársele tanto su desesperación, su rabieta, su incapacidad para asumir que otros puedan gobernar un país que no es un batzoki, aunque a veces lo parezca. Estamos a punto de asistir a la llegada de los negros a Ajuria Enea. Los otros, los apestados, los que han jugado el partido con siete jugadores, sin banquillo, con el árbitro en contra, encerrados en su área durante años, despejando balones al patadón, han pasado del medio del campo, han llegado al área contraria y ven que cuando tiran a puerta un balón que es gol salen dos burócratas del PNV, llenos de ira, y pretenden llevarse la portería y que se acabe el partido.
El concepto religioso de la política que anida en la actual dirección del PNV les hace pensar que todo lo que no es nacionalismo vasco es pecado, que no se puede ser vasco si no se es nacionalista; que fuera del PNV no hay salvación. Pero la madurez democrática implica asumir que otros puedan gobernar. Hay algo de predemocrático en esta pataleta por tierra, mar y aire del PNV. La convicción de que el poder ‘natural’ en una comunidad debe corresponder siempre a un mismo partido, ‘el nuestro’, y que ‘los otros’ ‘no son de aquí’, aunque se hayan dejado la vida luchando por la libertad de aquí, refleja un concepto totalitario de la política y sectario de la vida.
Patxi López será lehendakari, formará gobierno y empezará a tomar decisiones. Cuanto más tarde el PNV en asumir que los negros también pueden gobernar, y que seguirá lloviendo para abajo aunque el PNV esté en la oposición, será peor para un partido que si ha perdido el gobierno es porque ha perdido la centralidad, la moderación y la capacidad de negociar con otros partidos, precisamente por considerarlos pecadores.
José María Calleja, EL CORREO, 15/4/2009